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Cultura beata

La sombra de la Iglesia en la vida política era hasta hace apenas treinta años una presencia cotidiana. Una sombra que ha ido diluyéndose en toda España pero que en Ceuta pervive con salud.

La noche del pasado miércoles Juan Vivas se mordía los codos. Y es que, mientras el Real Madrid y el Liverpool se la jugaban en el Santiago Bernabéu , él, presidente de Ceuta y madridista de pro, aguantaba el tirón en el tradicional acto de la firma de nómica de salida de la Semana Santa en el salón del trono del Palacio Autonómico. Gajes del oficio, dirán ustedes. Sí, cierto. Él se lo ha buscado. Porque si esta fuera, de verdad, la Ciudad de las Cuatro Culturas que dice ser, o, al menos, una ciudad moderna, Vivas habría podido disfrutar de su Real Madrid pues las dependencias del Gobierno no habrían sido el escenario de un acto estrictamente religioso en el que, a priori, sobra la presencia de un presidente al servicio de 76.000 ciudadanos de cuatro confesiones diferentes sin contar a evangelistas, descreídos y otras subespecies religiosas .

 Pero este Gobierno peca de beato. Un pecado capital para una ciudad que presume de convivencia entre religiones.

 Hace apenas una semana causé cierto sarpullido al calificar de’ berlanguiana’ a una ciudad, Ceuta, que gusta de incluir a comandantes y vicarios en actos institucionales. No puedo evitar que me chirríen las entrañas cuando huelo el incienso en un acto institucional. Me huele a tardofranquismo, a política neo medieval, a regreso a un pasado oscuro que creía olvidado.

 La sombra de la Iglesia en la vida política era hasta hace apenas treinta años una presencia cotidiana. Una sombra que ha ido diluyéndose en toda España pero que en Ceuta pervive con salud. Y eso que la Constitución Española declaró hace treinta años el Estado Laico en consonancia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que proclama “la libertad de pensamiento de conciencia y de religión (…) sin que ningún credo o convicción pueda prevalecer o imponerse al conjunto de ciudadanas y ciudadanos”. Nada de esto parece haber calado en Ceuta. La Corporación jura cada 9 de enero lealtad la Virgen de África; se bendicen las instalaciones públicas; la Semana Santa es asunto de Estado en una Ceuta “española y cofrade”, como reivindicó el presidente en el Congreso de Cofradías de Penitencia; el vicario tiene asiento reservado en los actos institucionales… Todo siempre envuelto en el halo de la tradición y la cultura popular, coartadas para mantener vivo el fervor religioso. Y olvidando que otras tres confesiones religiosas tienen también un calendario festivo tan repleto o más y sobre cuyas tradiciones y culturas populares no llueve el dinero ni brillan las bombillas de colores.

 No se trata de prohibir las religiones, aunque me seduce la idea. Ni se trata de borrar la huella de la religión en nuestra sociedad, es imposible. No acuso a Ceuta de beata pues yo vengo de una tierra (Euskadi) gobernada por los jesuitas en la que comulgan hasta los pistoleros. Sólo pido que se cumpla la Constitución.

 Como ciudadano de La Quinta Cultura exijo al Gobierno de Ceuta que cumpla con sus obligaciones constitucionales e instaure el Estado Laico que decretó la Carta Magna. Que abandone su palco en las procesiones de Semana Santa, que jure lealtad al pueblo de Ceuta y deje en paz a la Virgen de África; que retire el cargo de Alcaldesa de Honor a la citada deidad; que cierre el grifo presupuestario a hermandades, cofradías y parroquias y que destine a fines sociales y /culturales, y no a la religión, todo el dinero invertido en iglesias, procesiones, sinagogas, templos, mezquitas y oratorios.

 No se apuren, no caerá sobre Ceuta ninguna maldición, ahorraremos muchos millones de euros y Vivas podrá ver tranquilo al Real Madrid. Y Dios sabrá perdonarlo. Él también es ateo.

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