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Crecen las sospechas internas y externas sobre una «agenda oculta» islámica en el gobierno de Turquía tras el asesinato de un juez por un «soldado de Alá»

El Wall Street Journal constata en un editorial publicado ayer martes cómo “Turquía se encuentra en medio de una transición desde la república de suave autoritarismo de Atatürk hacia…, bueno, no está claro qué”. “Erdogan dice que quiere una democracia al estilo occidental con un amplio espacio para la expresión religiosa como, digamos, la de la católica Irlanda. Sus oponentes se temen una agenda secreta que sustituya el laicismo con un autoritarismo islámico más parecido a Irán”, concluye el diario

Los temores de una ‘agenda oculta’ en el partido islámico de Recep Tayyip Erdogan se han disparado fuera y dentro de Turquía junto con las balas con las que un abogado islamista mató la semana pasada a un juez del Consejo de Estado e hirió a otros varios al grito de “soy un soldado de Alá”. El funeral del juez fue histórico. Nunca antes ministros turcos habían sido zarandeados e insultados entre gritos de “los ‘mulás’, a Irán”.

Los jueces del Consejo de Estado parecían haber ‘ofendido’ a la Turquía no sólo religiosa sino integrista que los estudios y las encuestas se encargan una y otra vez de desvelar a través del mayoritario apoyo a los atentados suicidas contra intereses occidentales, entre otras cosas, más allá de la opinión laicista, templada y proeuropea de las élites turcas.

En este sentido, Erdogan subió al poder bajo la promesa de que derogaría la ley turca por la que se prohíbe la utilización del pañuelo islámico entre chicas estudiantes y funcionarias, de forma que las mujeres volvieran a ir cubiertas como ordena el Corán.

Sin embargo, jueces (y ejército), garantes del laicismo impuesto por Atatürk para la moderna Turquía a principios del siglo pasado, se han negado una y otra vez a dar el visto bueno a una medida que se ve como la primera página de la ‘agenda oculta’ del partido islámico de Erdogan para hacer regresar al país al seno de la Umma mundial más ortodoxa.

En medio de esta tensión, Erdogan, aliado del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en la promoción de la denominada Alianza de Civilizaciones insiste una y otra vez en que sus aspiraciones a la integración de su país en la Unión Europea no lleva puertas traseras ni planes no desvelados de convertir a los minaretes de las mezquitas en bayonetas contra los infieles, en famosa frase que ya le costó una sanción penitenciaria, antes de convertirse en primer ministro, por parte de las vigilantes autoridades turcas seculares.

Destacados generales retirados aparecen como inspiradores del plan para ‘castigar’ a los laicos jueces que se oponen a que el Islam vuelva a imponer su ley en la sociedad civil y que rechazaron la derogación de la ley que veta el pañuelo islámico entre estudiantes y funcionarias. Las relaciones de estos destacados militares con la zona ejecutiva del estado turco se están probando algo más que una hipótesis.

Mientras se descubre que los inspiradores del atentado contra los jueces disponían de material oficial altamente reservado, Erdogan asegura que se llegará hasta el final en la investigación y que continúa con sus intenciones de iniciar las negociaciones con la Unión Europea, una voluntad occidentalista supuestamente sincera en la que sólo parece ir creyendo Rodríguez Zapatero, y, paradójicamente, Estados Unidos, que necesita a Turquía de forma inexorable en la región como contrapeso al huracán islámico que sopla desde el sur y el oeste de Ankara.

Sin embargo, mientras Washington está a punto de comenzar unas maniobras militares con Turquía con el propósito explícito de meter miedo a Irán, Turquía hace un doble juego y defiende con uñas y dientes “el derecho absoluto de Irán a la energía nuclear con fines pacíficos”. De esta forma, Erdogan se une a Chávez en el apoyo al constante y monótono mantra de Teherán a la hora de justificar unos desarrollos atómicos que podrían estar a “meses” de hacer posible armamento nuclear puro y duro.

Pero, ¿qué hay detrás de estas extrañas y psicodélicas triangulaciones diplomáticas? Para empezar, algo de lo que muy pocas veces se habla, como es el desarrollo del propio programa nuclear de Turquía, destinado a “tener una industria competitiva”, y que se ha puesto bajo el patrocinio de varios países occidentales –Estados Unidos y Reino Unido, incluidos-, con el fin de eliminar cualquier tipo de sospecha.

Pero la sospecha crece con los apoyos a Irán –mucho más allá de la conveniencia marcada por la posibilidad de convertirse en mediador- y junto con las tensiones domésticas en torno a la ‘agenda oculta’ islámica.

En Turquía, el fuerte malestar antioccidental crece en las calles y en las aldeas a la vez que los supuestos planes occidentales para “humillar” a la nación. En este sentido se ve la ley que Francia discute para castigar la negación del “holocausto armenio”, en realidad, un nuevo, absurdo –y muy ofensivo en Turquía– obstáculo para ir poniendo problemas cada vez más graves en el paso de Ankara hacia su integración en Europa.

Algún columnista turco se preguntaba si, efectivamente, en medio de tanto caos aparentemente inconexo no existe un ‘plan oculto’ que intenta dinamitar la aún templada región turca en el explosivo conflicto que enfrenta al Oriente musulmán y a sus 'soldados de Alá' con el 'infiel' Occidente.

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