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Copérnico: “Detuvo el sol, movió la tierra”

Quien ocupa el centro del universo es el Sol, es el axioma al que se ha llamado “revolución copernicana”, este descubrimiento hizo tambalear la filosofía medieval.

Nicolás Copérnico nació en Torun, Polonia, el 19 de febrero de 1473. A los 10 años, fallece su padre, haciéndose cargo de él su tío materno Lucas Watzelrode que más tarde sería nombrado obispo de Emerland. A los 18 años, en 1491 ingresa en la universidad de Cracovia, donde realiza estudios de astronomía. Entre 1496 y 1506 viaja a Italia, donde durante 10 años estudia derecho canónigo, medicina y también prosigue sus estudios astronómicos. Hizo estudios en la universidad de Bolonia, en la de Padua y en la de Ferrara, que eran vanguardia del conocimiento en Europa, independientes de la iglesia. Copérnico llegó a tener un gran dominio de la astronomía de su época, a la que estudiaba de una manera objetiva, dejando de lado las influencias eclesiásticas. La suya era la época del auge del Renacimiento y de la crisis del feudalismo. Fue el tiempo del descubrimiento de América, de la invención de la imprenta, de los telares y de la metalurgia: asomaba el capitalismo.

En 1507 se establece definitivamente en Emerland. Después de una vida fecunda, en la que fue administrador del principado y canciller, llegando a redactar un importante libro sobre la moneda, muere en Frauenburg el 24 de mayo de 1543.

Temeroso ante las polémicas religiosas, que solían culminar en la hoguera, se resistió durante largo tiempo a publicar su obra De revolutionibus, terminada hacia 1530 y de la que había enviado (con el título de Comentariolus) un resumen a sus amigos. También un discípulo suyo, George Rheticus expuso su sistema en un folleto, que suscitó mucho interés por la obra, incluso en altas esferas, tanto de la Iglesia por parte del obispo Giese, como de la nobleza, como el duque Albrecht de Brandenburg. Pero Lutero la estigmatizó, haciendo desvanecer este interés. De todos modos, Rheticus llevó el manuscrito a la imprenta y cuando fue editado, Copérnico agonizaba en su lecho de muerte. Llegó a nuestras manos porque un ejemplar fue descubierto en Viena en 1878.

La obra De revolutionibus rechaza la teoría de que el universo gira alrededor de la Tierra, esta solo es centro de la órbita de la Luna. Quien ocupa el centro del universo es el Sol (es el axioma al que se ha llamado “revolución copernicana” [1].

Los planetas se mueven con un movimiento uniforme y circular. Lo que vemos como revolución diaria del firmamento se debe a la rotación que hace la Tierra sobre su propio eje. Aparte, la Tierra mantiene el movimiento de revolución alrededor del sol y el de declinación de su eje según un cono. La distancia entre la Tierra y el Sol es muy pequeña en comparación con la distancia a las “estrellas fijas”; esta idea también contribuye a sacudir la concepción medieval: se deduce que las “estrellas fijas” se hallan a una distancia infinita; “el nuevo universo era descentralizado, abierto, no había un centro de orientación ni una dirección absoluta en el espacio” (Koestler).

Copérnico calcula además, de manera aproximada, el año solar y la distancia al sol de cada planeta conocido en su época. Hay en el libro tablas numéricas y capítulos de índole matemática que, por ser más fiables, sustituyeron a las antiguas. Los primeros en reaccionar contra Copérnico fueron los aristotélicos que todavía quedaban. La iglesia católica, aceptó sus ideas en un principio; en 1616, 73 años después de su muerte, fueron condenadas por herejía. En cambio la Iglesia protestante aceptó gradualmente el heliocentrismo.

Con Copérnico nace una época de avances científicos y de retrocesos del oscurantismo medieval. Esta etapa que él inaugura, fue continuada por la obra de otros gigantes que de inmediato adoptaron el heliocentrismo: Tycho Brahe, Johannes Kepler y Galileo. Con esta nueva concepción emprendieron el desarrollo del pensamiento científico, recorrido que culmina con la gran cosmovisión de Isaac Newton. “La de Copérnico era una ciencia –afirmó Goethe- que autorizaba a sus seguidores a tener una libertad de visión y audacia de opiniones desconocidas e insospechadas hasta entonces”.

Copérnico nunca hizo profesión de fe materialista, y siempre se proclamó creyente. Sin embargo su “primer paso” hacia la comprensión de la realidad física hizo tambalear la pretendida inmutabilidad de la filosofía medieval. Para Leopold Infeld, “afirmar que la Tierra y los otros planetas se mueven alrededor del Sol requería fantasía imaginativa, audacia científica y enorme valentía personal”.

Fuentes: Arthur Koestler Los sonámbulos, Eudeba, 1963. Leopold Infeld De Copérnico a Einstein. Ed. Siglo XXI. M. Levinas, Las imágenes del universo. Siglo XXI, 2006.

[1Para Leopold Infeld, “la historia del conocimiento humano nos enseña que lo más difícil es dar el primer paso… En esta peregrinación por el universo, el primer paso, el más difícil, fue dado por Copérnico”

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