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Contra el Toro de la Vega: el animalismo como cuestión político-religiosa

España es un país jalonado, a lo largo y ancho de su geografía, por cientos de espectáculos terribles que, como parte de las celebraciones festivas, están basados en la tortura animal

Un año más, y como es de rigor según las sacrosantas y sanguinarias tradiciones, el próximo día 17 se procederá a la monstruosidad que es lo que se viene llamando el Toro de la Vega, de Tordesillas, ciudad española non grata para todos los animalistas y todas las personas con un mínimo sentido de la ética, o un mínimo grado de sofisticación moral. En pocos días, centenares de energúmenos se dedicarán a lancear brutalmente a un toro acorralado, en este caso le toca a “Elegido”, hasta que, en medio de su indefensión, su agonía y su terrible sufrimiento, muera acribillado y lleno de sangre y terribles heridas. Y Elegido no ha hecho daño a nadie, y, como dice el filósofo y animalista Jesús Mosterín, no es más que un rumiante pacífico que lo único que quiere es que le dejen pacer y vivir en paz.

Un año más, miles de españoles espantados ante esta barbarie, icono del maltrato animal en este país y que hiere la sensibilidad de cualquiera que no sea un psicópata, se manifiestan contra este “espectáculo” bestial y descarnado, en repudio de una tradición más que, basada en la tortura y el placer ante el dolor, hiela la sangre. El próximo día 13, por iniciativa del Partido Animalista PACMA, habrá una manifestación en Madrid en repudio de tanta crueldad gratuita. El mismo día 17 muchos españoles irán también a Tordesillas para, con el lema “Ocupa Tordesillas”, intentarán que el espantoso torneo no se lleve a cabo, o, al menos, que Elegido no esté sólo en su macabro linchamiento.

España es un país jalonado, a lo largo y ancho de su geografía, por cientos de espectáculos terribles que, como parte de las celebraciones festivas, están basados en la tortura animal. Casi todos ellos tienen su origen en un supuesto sacrificio en loor a algún santo o personaje cristiano. El mismo llamado “Torneo del Toro de la Vega”, de origen medieval, tiene su primera referencia escrita en el año 1534, en el códice de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de Tordesillas, en el que aparece la siguiente anotación: “Tuvo sus festejos de toros, con dos toros por la mañana a la Vega y seis por la tarde”.

Y es que es en el ideario cristiano, tan apegado al dolor, al sufrimiento y a la muerte, donde se encuentra el origen primigenio del secular desprecio a los animales. La tortura animal inherente a muchos festejos locales en todos los países de la órbita católica es una prueba más de ese desprecio contra los seres más nobles y desprotegidos. Los mismos textos bíblicos están llenos de referencias al sacrificio sistemático de animales, y a veces de personas, para alegrar al dios de los cristianos. En los catecismos a todos nos enseñaron, y lo siguen haciendo, que, según cuenta el Génesis, el dios cristiano creó al hombre a su imagen y semejanza, y después creó a los animales no humanos y a la naturaleza para su uso, abuso y disfrute. Aberrantes y ladinas ideas que suponen en Occidente veinte siglos de soberbia humana contra la dignidad y el derecho a la vida de todos los seres vivos y sintientes, y del alejamiento de la convivencia pacífica y solidaria del ser humano con el resto de especies.

En un país tan apegado a la tortura por influencia del ideario cristiano, el animalismo forma parte de los esquemas morales de sólo una minoría de españoles. La mayoría nunca se desapegan del adoctrinamiento que todos, más o menos, recibimos en ideas de desprecio a la vida animal. Es muy difícil, por tanto, que en este país se considere el animalismo como una cuestión política, pero lo es. Es una cuestión política porque ese adoctrinamiento en la falaz idea de que los animales no merecen compasión ni una vida digna es el mismo adoctrinamiento que impele al odio hacia los que piensan diferente, hacia los marginados, los de otras razas, otras culturas, otra ideología. Y es el mismo adoctrinamiento que se utiliza como arma de insensibilización de la población. Porque una sociedad que permanece inmutable ante el dolor de un animal es también susceptible de permanecer inmutable hacia el dolor de un ser humano, y, por descontado, se embrutece y se aleja de los parámetros de solidaridad universal que contemplan el amor hacia todo lo que existe.

Un ejemplo muy claro de que la tortura hacia los animales es una cuestión política es el hecho de que, desde que nos gobierna el Partido Popular, se ha incrementado  la financiación de los espectáculos jalonados por la sangre y la muerte, e incluso ha resucitado tradiciones sanguinarias que ya estaban extinguidas, como la caza del jabalí en Castilla la Mancha; ha introducido, además, la tortura animal en aulas de tauromaquia en la Educación, e, incluso, en la Universidad. Y se empeña, de manera inconcebible, en llamar cultura a la tortura.

 
 

Que la derecha está ideológicamente ligada al desprecio a la vida de los que considera “seres inferiores”, ya animales ya humanos, es algo que se da por hecho. Sin embargo, habría que preguntarse qué izquierda tenemos en este país que ignora el animalismo y acompaña a la derecha en su apego a la tortura y al dolor (ajenos). Susana Díaz ha aumentado la subvención al toreo en Andalucía; algo intolerable para los españoles que estamos, en más de un 70%, en contra de la financiación pública de esa vergüenza nacional. 70% de españoles que exigimos a los representantes públicos que se deje de financiar con nuestro dinero el dolor, el desprecio y la crueldad para con los seres más indefensos; tanto de la tauromaquia como de cualquier espectáculo sanguinario digno de una sociedad medieval, bestia y bárbara, no de un país civilizado.

Elegido morirá en pocos días en manos de una turba de energúmenos que le lancearán y que acribillarán su cuerpo hasta que muera en medio de fiestas, risas, agonía y sangre. En honor a un santo católico, como es de rigor, y en nombre de esas sanguinarias y repugnantes tradiciones que representan lo más demencial y lo más abyecto del ser humano. Muchos sentiremos ese dolor que sentirá Elegido como propio. Muchos sufriremos con él; no sentiremos esas lanzadas en nuestro cuerpo, pero sentiremos el horror de la barbarie y de la inmensa insensibilidad que nos rodea en este país tan cristiano. Elegido sufrirá, agonizará y morirá, pero no estará solo.

“No existe seguridad alguna de que Dios haya confiado al hombre el dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado ese cruel dominio” (Milan Kundera, La insoportable levedad del ser)

Coral Bravo es Doctora en Filología

Toro de la Vega

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