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Contra el fundamentalismo

El pasado sábado el locutor norteamericano Glen Beck (convertido en “apóstol” de la ultraderecha en EE.UU.) consiguió reunir en el Lincoln Memorial de Washington a más de 400.000 personas en un llamamiento a la supuesta “restauración del ho

Dicho llamamiento, hablando en plata, no era otra cosa que la apuesta por una ideología fundamentalista que se viene gestando desde el inicio de las políticas neoliberales implantadas por Reagan y radicalizadas por Bush y sus aliados europeos, en connivencia, salta a la vista, con los consabidos lobbys religiosos. En España no es difícil apreciar por qué cauces corren estas mismas turbulencias.

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Se veía venir. En los Estados Unidos se han estado desarrollando desde hace años, bajo el amparo de la indecencia neoliberal y a través de diversos grupos ultra-religiosos, distintos movimientos fundamentalistas que pretenden infiltrarse en la política y atentar contra el respeto al pluralismo y a los valores democráticos que tradicionalmente han sido sustento de las teorías políticas norteamericanas.

Gurú y profeta sectario
Glen Beck, a modo de vulgar profeta telepredicador y gurú sectario, alentaba a las masas congregadas haciendo afirmaciones como “América ha comenzado a volver a mirar a Dios”, o “menos Estado y más religión”, asertos que, a todas luces, pretenden incitar a la ciudadanía a la sinrazón, la irracionalidad, la crispación ideológica
y, por tanto, al más peligroso fundamentalismo.

Fundamentalismo, definición
El fundamentalismo se estructura alrededor de varios conceptos ideológicos que le articulan, y que podemos resumir en cinco grandes características: dogmatismo
(visión ciega de la realidad en base a creencias que no se cuestionan ni razonan), ausencia de criticismo (no se asume como aceptable la discusión sobre los dogmas o
ideas propias), maniqueísmo (o radicalismo que no contempla la posibilidad de matices y considera la realidad en términos absolutos), odio a la diferencia (desprecio y rechazo a lo que escapa a las propias y rígidas etiquetas), y autoritarismo (afán de imponer las ideas y creencias propias, y de forzar a que todos las sigan).

Peligro del fundamentalismo
En base a estos simples datos de manual, cualquiera puede intuir qué tipo de organizaciones son, o tienden a ser sin reservas, fundamentalistas. Niestzche decía que el fundamentalismo religioso es el gran cáncer de la humanidad, y puede que tuviera razón. A nadie nos son desconocidas las tremendas consecuencias para la humanidad de las ideas fundamentalistas que se han pretendido imponer a los pueblos a lo largo de la historia. Guerras, dictaduras, genocidios, masacres, torturas, terrorismo, irrespeto absoluto a la vida y a la libertad humanas, han sido producto de idearios irracionales que no han respetado otras ideas que las propias y que han
considerado como enemigos a batir a los no adheridos a ellas.

Fanatismo religioso
El fanatismo religioso se modula alrededor de la incapacidad para admitir el mundo en su diversidad y para anular el sentido del aprendizaje y la búsqueda intrínseca
al hombre de la verdad. Oferta a los incautos la idea de una verdad única, dogmática e inmutable, alejándoles del proceso natural de la vida, que es cambiante, múltiple
y biodiversa. El fundamentalista o fanático se viste de una rígida coraza de maniqueísmo y se convierte en un gran, mejor, en el gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo se convierten en lugares donde se veta el conocimiento, lugares sin avance, sin cultura, sin libertad; lugares yertos donde se paraliza realmente la vida.

Fundamentalismo contra el progreso humano
El ser humano está concebido para aprender, explorar, profundizar en sí mismo y en la realidad que le rodea; el sentido esencial del progreso se encuentra, quizás, en
el concepto socrático de la “humildad intelectual”, que es la que nos puede permitir, desde una mente limpia de presunciones y dogmas, aprender el mundo, y, por lo tanto, a uno mismo. Los fundamentalistas se han dejado, en base a su cerrazón y prepotencia, esa humildad intelectual en el camino y, junto a ella, la posibilidad
de aprendizaje, luego, de crecer y mejorar, luego, de aceptar al que piensa distinto, luego, también de vivir. Porque vivir es aceptar la complejidad y la gran riqueza del mundo y de la vida que nos rodea.

Salvaguardar la democracia
No pretendo, sin embargo, cansar al lector con estas reflexiones sobre un tema tan profundo y esencial, y que tiene que ver, en realidad, con el trasfondo de la esencia de la democracia, del librepensamiento y la libertad humana. El asunto en estos momentos es muy concreto: existe un peligroso auge del fundamentalismo religioso que puede poner en peligro los valores democráticos y los Derechos Humanos en buena parte del mundo. Considero que es de gran importancia tenerlo en cuenta, como considero una prioridad que los políticos decentes y demócratas aúnen esfuerzos, tanto en América como en Europa, para salvaguardar las democracias y los derechos ciudadanos, y situar a los fundamentalismos políticos y religiosos en el lugar marginal e ilegal que les corresponde.

Sistemas de creencias compatibles
Porque, como dice la escritora norteamericana Susan Jacoby (autora de The Age of American Unreason, -La Edad de la sinrazón americana-), una cosa es reconocer el
derecho legal de todo ciudadano a pensar como quiera, y otra muy distinta es sostener que todos los sistemas de creencias son compatibles con la democracia. Es evidente que algunos no lo son. Amparados en la tolerancia democrática, no tienen escrúpulos a la hora de intentar acabar con ella.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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Se veía venir. En los Estados Unidos se han estado desarrollando desde hace años, bajo el amparo de la indecencia neoliberal y a través de diversos grupos ultra-religiosos, distintos movimientos fundamentalistas que pretenden infiltrarse en la política y atentar contra el respeto al pluralismo y a los valores democráticos que tradicionalmente han sido sustento de las teorías políticas norteamericanas.

Gurú y profeta sectario
Glen Beck, a modo de vulgar profeta telepredicador y gurú sectario, alentaba a las masas congregadas haciendo afirmaciones como "América ha comenzado a volver a mirar a Dios", o "menos Estado y más religión", asertos que, a todas luces, pretenden incitar a la ciudadanía a la sinrazón, la irracionalidad, la crispación ideológica
y, por tanto, al más peligroso fundamentalismo.

Fundamentalismo, definición
El fundamentalismo se estructura alrededor de varios conceptos ideológicos que le articulan, y que podemos resumir en cinco grandes características: dogmatismo
(visión ciega de la realidad en base a creencias que no se cuestionan ni razonan), ausencia de criticismo (no se asume como aceptable la discusión sobre los dogmas o
ideas propias), maniqueísmo (o radicalismo que no contempla la posibilidad de matices y considera la realidad en términos absolutos), odio a la diferencia (desprecio y rechazo a lo que escapa a las propias y rígidas etiquetas), y autoritarismo (afán de imponer las ideas y creencias propias, y de forzar a que todos las sigan).

Peligro del fundamentalismo
En base a estos simples datos de manual, cualquiera puede intuir qué tipo de organizaciones son, o tienden a ser sin reservas, fundamentalistas. Niestzche decía que el fundamentalismo religioso es el gran cáncer de la humanidad, y puede que tuviera razón. A nadie nos son desconocidas las tremendas consecuencias para la humanidad de las ideas fundamentalistas que se han pretendido imponer a los pueblos a lo largo de la historia. Guerras, dictaduras, genocidios, masacres, torturas, terrorismo, irrespeto absoluto a la vida y a la libertad humanas, han sido producto de idearios irracionales que no han respetado otras ideas que las propias y que han
considerado como enemigos a batir a los no adheridos a ellas.

Fanatismo religioso
El fanatismo religioso se modula alrededor de la incapacidad para admitir el mundo en su diversidad y para anular el sentido del aprendizaje y la búsqueda intrínseca
al hombre de la verdad. Oferta a los incautos la idea de una verdad única, dogmática e inmutable, alejándoles del proceso natural de la vida, que es cambiante, múltiple
y biodiversa. El fundamentalista o fanático se viste de una rígida coraza de maniqueísmo y se convierte en un gran, mejor, en el gran enemigo de la libertad. Los lugares donde impera el fanatismo se convierten en lugares donde se veta el conocimiento, lugares sin avance, sin cultura, sin libertad; lugares yertos donde se paraliza realmente la vida.

Fundamentalismo contra el progreso humano
El ser humano está concebido para aprender, explorar, profundizar en sí mismo y en la realidad que le rodea; el sentido esencial del progreso se encuentra, quizás, en
el concepto socrático de la "humildad intelectual", que es la que nos puede permitir, desde una mente limpia de presunciones y dogmas, aprender el mundo, y, por lo tanto, a uno mismo. Los fundamentalistas se han dejado, en base a su cerrazón y prepotencia, esa humildad intelectual en el camino y, junto a ella, la posibilidad
de aprendizaje, luego, de crecer y mejorar, luego, de aceptar al que piensa distinto, luego, también de vivir. Porque vivir es aceptar la complejidad y la gran riqueza del mundo y de la vida que nos rodea.

Salvaguardar la democracia
No pretendo, sin embargo, cansar al lector con estas reflexiones sobre un tema tan profundo y esencial, y que tiene que ver, en realidad, con el trasfondo de la esencia de la democracia, del librepensamiento y la libertad humana. El asunto en estos momentos es muy concreto: existe un peligroso auge del fundamentalismo religioso que puede poner en peligro los valores democráticos y los Derechos Humanos en buena parte del mundo. Considero que es de gran importancia tenerlo en cuenta, como considero una prioridad que los políticos decentes y demócratas aúnen esfuerzos, tanto en América como en Europa, para salvaguardar las democracias y los derechos ciudadanos, y situar a los fundamentalismos políticos y religiosos en el lugar marginal e ilegal que les corresponde.

Sistemas de creencias compatibles
Porque, como dice la escritora norteamericana Susan Jacoby (autora de The Age of American Unreason, -La Edad de la sinrazón americana-), una cosa es reconocer el
derecho legal de todo ciudadano a pensar como quiera, y otra muy distinta es sostener que todos los sistemas de creencias son compatibles con la democracia. Es evidente que algunos no lo son. Amparados en la tolerancia democrática, no tienen escrúpulos a la hora de intentar acabar con ella.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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