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¿Consenso, imposición o inhibición?

Cuando se presentan temas que afectan o son del interés de las personas, siempre habrá quienes los suscriban, se opongan, o sean indiferentes, lo cual, si lo analizamos brevemente, es de toda lógica, ya que el ser humano es fundamentalmente racional y, por tanto, no nos podría sorprender que tome sus propias decisiones.

Evidentemente, en ocasiones, pese a tener opinión sobre un tema específico, no se contará con la posibilidad de influir en él, ya que la potestad de decidir se encontrará radicada en un nivel al cual no se tendrá acceso.

Sin embargo, hay oportunidades en que las personas si pueden hacerlo, viéndose su opinión reflejada en las acciones que se llevarán a cabo y por ende en sus resultados.

Si bien la potestad de aprobar o rechazar un tema es esencialmente individual, diversos actores trataran de influir sobre el resto, de tal forma que la opción que defienden, sea la que en definitiva resulte ganadora.

Y es en este punto cuando el título de estas líneas cobra importancia, ya que, dependiendo de lo que opinemos, podremos contribuir al logro de un consenso, en absoluta libertad de pensamiento y, por cierto, debidamente informados.

Lo lamentable es que en dicho proceso se presenten quienes traten de imponerse, mediante una exigencia desmedida, a través de la cual se busca obligar a alguien a pronunciarse a favor de una idea, sin que la sientan suya.

Por otra parte, habrá algunas personas que se inhiban de participar del proceso de decisiones, renunciando a un derecho que siéndole propio, es individual y por tanto irremplazable, demostrando al hacerlo su indiferencia con el futuro.

Pero, aún más grave que lo anterior, es que terceras personas traten por diversos medios, de impedir o reprimir el ejercicio de las facultades que nos son propias, inhibiéndonos y haciéndonos renunciar a nuestros derechos. 

Ahora bien, hay dos aspectos centrales que me parecen necesarios recalcar, pese a que ya los mencioné previamente.

El primero, es estar informado de todos los aspectos relacionados con el tema sobre el cual debo decidir apoyar o rechazar, algo que muchas veces olvidamos hacer y el segundo, es la libertad de conciencia, la que implica asumir que, independiente de lo que opine el resto, soy yo quien ejerce el derecho.

Cuando se logra materializar lo anterior, se deja de ser observador y se pasa a la importante función de actor de los acontecimientos que se viven.

Por cierto, todo lo mencionado es aplicable a las más variadas situaciones y actividades humanas.

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