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Confesión de parte: el cura abusador Agustín Rosa Torino hizo su alegato y demostró lo que es

Después de nueve audiencias y casi cincuenta testigos, finalmente habló Agustín Rosa Torino (67) en el juicio que se le sigue en Salta por abusar sexualmente de dos exnovicios y una exmonja de la congregación que conduce, “Discípulos de Jesús de San Juan Bautista”.

El cura ejerció su derecho a decir las últimas palabras antes de los alegatos y la sentencia, que se realizarán este jueves desde las 9. El juicio está a cargo de la Sala IV del Tribunal de Juicio, integrado por los jueces Maximiliano Troyano, Norma Vera y Roberto Lescano. La fiscala Verónica Simesen de Bielke representa en el juicio al Ministerio Público Fiscal.

Como ya se informó al comienzo del juicio, por decisión del Poder Judicial salteño el proceso no es público, es decir que se le oculta a la población la posibilidad de conocer los testimonios de las víctimas y testigos al igual que las maniobras de la defensa del acusado para enturbiar el debate y desviar la atención. La “Justicia” se ubica, así, del lado de Rosa Torino, beneficiándolo con el secretismo sobre sus crímenes.

De fuentes confiables La Izquierda Diario tuvo acceso a parte de la declaración de Rosa Torino y también dialogó con Valeria Zarza, una de las querellantes del cura, quien aportó datos que desenmascaran la coartada del acusado.

Psicópata e histriónico

Durante el juicio declararon las peritas que entrevistaron al cura, la psicóloga oficial Sandra Latorre y la psiquiatra Gabriela Moyano. La primera dijo que presenta un “doble discurso que deja al otro en situación de inferioridad de él, cada parte de su personalidad tiene pensamientos y emociones que son diferentes y hay una profunda desconexión de lo humano”. La segunda lo definió “con rasgos histriónicos y psicopáticos, seducción, manipulación para captar a su víctima, actuación, expansividad y grandilocuencia, juicio de realidad preservado”.

Cuando habló, Rosa Torino confirmó esos diagnósticos. Primero se presentó como un pobre cura que no tiene ni dinero ni poder y sólo sirve a los demás por mandato divino. Y se victimizó al afirmar que todo lo que le están haciendo es un complot contra su “obra”.

“A mí me han dicho ‘¿ve padre? esto pasa porque usted ha hecho mucho bien, le ha dado de comer a la gente’”, dijo Rosa Torino antes de afirmar: “he dado lo mejor de mí, mi vida, mi tiempo. Acepté que me regalen un vehículo, a nombre del instituto, no mío, pero para ir a Buenos Aires, para economizar al visitar las casas. Todo lo hice con amor. Soy un hombre feliz. Esto me duele, pero no estoy enojado”.

Aseguró que su congregación no es lo que han denunciado decenas de personas. “No tenemos casa propia, yo enseñé a no tener bienes. La única casa propia es por donación, la finca La Cruz donde estoy residiendo en la actualidad. La casa de Palermo era prestada por el Gobierno, igual que la de Juramento”, graficó.

De forma muy poco creíble dijo que ya nadie se preocupa por él. “Nadie me pregunta cómo vivo, de qué vivo. No tengo ingresos. Pero no me falta nada. Siempre el Señor me da la ayuda que necesito. Doy gracias a Dios. Y soy feliz de haber podido ayudar a muchos”.

Complot

Enterada del contenido de la declaración de Rosa Torino, Valeria Zarza habló con este medio. “Él siempre dijo que es un elegido de Dios, que Dios lo había puesto a servir a los pobres, a los hambrientos, a los que estaban perdidos en la vida. Ese discurso era su constante y ahora lo usa para mostrarse como un santo. A su vez amenaza de forma encubierta a decir que quien lo ataca a él ataca a la Iglesia”.

Efectivamente el cura dijo eso. Y buscó mostrar a su empresa como una obra digna de ser preservada por los siglos de los siglos. “Hemos llegado a ser más de 500 miembros en el instituto, estamos también en Chile, en México, en Israel, en España, acá tenemos 19 parroquias” y “llegamos a juntar a cinco mil jóvenes en los encuentros que hacemos”, dijo. Y se preguntó: “¿cómo continuar si se ataca a la cabeza de esta obra?”

Por eso asegura, sin fundamentos, que para doblegarlo se inventaron las denuncias de abusos. “Están inventando todo esto, hay que decirlo, no es casualidad que las tres denuncias sean iguales. Pero yo no tengo el apoyo que ha tenido esta gente de todos los medios. La señora Zarza renunció a ser católica para ponerse un pañuelo verde para que todo ese grupo le esté dando apoyo. Los medios tienen mucha fuerza, doblegan muchas voluntades. Y es lo que pasó en mi Iglesia”, se despachó el acusado.

Respecto a los delitos por los que está siendo juzgado, Rosa Torino reiteró que son todas injurias. “¿Cómo voy a manosear a un joven? ¿Con qué fin? ¿Qué gozo puedo tener?”, preguntó como si en el mundo no hubieran abusos sexuales a menores por parte de curas y obispos. “Esto está armado con total caradurez. Buscan destruir, pero mi vida va a continuar. Deseo que la verdad salga a la luz”, manifestó.

La verdad

“La verdad es que la iglesia lo encubrió siempre y ahora se da el lujo de atacarnos a quienes fuimos sus víctimas. Monseñor Mario Cargniello ha encubierto mucho”, dice Valeria Zarza. Y recuerda que las situaciones de abuso datan de 1997, “cuando empezaron a escaparse novicios y denunciando canónicamente a Rosa Torino. La diócesis de Salta sabía todo lo que pasaba, pero taparon todo. Hasta que en 2015 se escapó del instituto una gran cantidad de hermanos y se hicieron más de cuarenta denuncias”.

Sólo tres de aquellas denuncias se transformaron en denuncias penales. Las de Zarza, que era monja, y la de los dos exnovicios Jair Gyukovits y Jonatan Alustiza. “Pero en el juicio hubo muchos testimonios que podrían ser denunciados penalmente, de víctimas de abuso también. Acá quedaron muchas cosas demostradas y ellos no tienen argumentos para defenderse, pese a que quisieron destruirnos”, dice Zarza a la espera de la sentencia.

En la tarde de este jueves se sabrá si para los jueces Rosa Torino hizo lo que tanto las víctimas como la fiscal aseguran que hizo. “Nosotros pedimos una condena ejemplar, pero no solamente por nosotros sino porque cuando este hombre salga, después de unos años, va a seguir siendo sacerdote y puede volver a hacer lo mismo que hizo”.

Para ella sería ejemplar que, “si el margen de condena posible es de ocho a veinte años, le den veinte y en cárcel común. Si le llegan a dar una domiciliaria ya sabemos que nunca la va a cumplir”.

Rosa Torino se escudó en que la jerarquía católica siempre estuvo de su lado. “Siempre seguimos lo que la Iglesia manda según el Derecho Canónico, y la Iglesia periódicamente envía inspecciones al instituto”. Dijo que en treinta años tuvieron tres de esas visitas de la curia. Y ahí tuvo un acto fallido: “nunca se nos llamó la atención en nada, menos de esto que se está ventilando… o conociendo… o se está diciendo”.

La “doctrina”

En un acto provocador, Rosa Torino usó algunos minutos para relatar los “principios” eclesiásticos respecto a los abusos y demás situaciones conflictivas dentro del instituto que fundó. “Yo amo a la Iglesia, con sus luces y sombras. En la Iglesia, además de grandes santos, también tenemos hombres muy débiles”, comenzó diciendo. Y agregó que en casos como los abusos sexuales, “la Iglesia primero busca la conversión del pecador, no su condenación. Llamar al díscolo para que se corrija, no dejarlo en el error, no salir a escracharlo a los cuatro vientos. Eso no es de gente de Iglesia”.

Contó que cuando algún miembro de su congregación plantea que quiere irse porque tiene algún problema grave (como maltratos y hasta abusos), por norma se opta por no ventilar esas “miserias” y darle curso a su partida bajo el eufemismo de que “se va porque no se siente bien” o “tiene conflictos vocacionales”. Así, sin pudor, justificó el ocultamiento intramuros de crímenes como parte de un “respeto” a los demás cuando cometen “errores”.

En el colmo del cinismo Rosa Torino dijo que a diferencia de un médico o un psicólogo, que “puede ser relevado de su secreto profesional”, los curas “no pueden ser relevados del secreto de confesión. Porque cuando confiesa a una persona solamente está siendo testigo del diálogo de esa persona con Dios, yo soy un instrumento nada más. No soy dueño de esa confesión y no puedo ser un chismoso como para estar queriéndome enterarme de las miserias. Esos son mis principios”.

Con esos “principios” a cuesta, el cura sabe que sería un verdadero escándalo si no termina condenado. Valeria Zarza coincide al decir que “se estan descubriendo muchas cosas más, porque a partir del juicio mucha gente empezó a hablar y se contacta conmigo, con los otros denunciantes, con la Red de Sobrevivientes de Abuso Eclesiástico y con la misma fiscal. Muchos empezaron a contar cosas que vieron y nunca habían dicho”.

Cara dura

El cura afirmó su inocencia. “No cometí esos hechos y no me defendí antes porque muchos de los hechos que acá se fueron diciendo no los conocía. Ninguno me vino a hablar. Ninguno se vino a quejar. Ninguno me insultó en la cara. Todo esto lo hicieron a escondidas, en Buenos Aires”, se defendió.

Rato antes había relatado cómo y dónde comenzó el sacerdocio y afirmó que él era quien personalmente salía a pedir donaciones a los barrios para el comedor que había montado con fines sociales. “Eso es totalmente mentira, éramos nosotros los que salíamos a pedir donaciones, todo el tiempo, aún en épocas de aguanieve nos mandaban por los barrios a pedir”, refuta Zarza.

La exmonja recuerda que “para los encuentros de jóvenes de los que habla nos hacía trabajar como desgraciados, nos hacía dormir en el piso, muertos de frío” y que luego “llegaba él como un rey con todo armado”.

Pero además la mujer asegura que “el comedor para personas indigentes en realidad era una fachada para ingreso de dinero al instituto. Hasta llegó a recibir cajas de PAMI, a las que les terminaba sacando parte de la mercadería antes de que llegaran a los abuelos”.

Rosa Torino insiste en que es todo mentira. Y hasta le sugirió al Tribunal que actúe contra quienes lo acusan por falsear sus testimonios. Y en un nuevo rapto de cinismo dijo sobre sus víctimas: “yo los estimo mucho, he rezado mucho por ellos. Tenía la ilusión de que se convirtieran y le pidieran a este tribunal perdón, que se habían equivocado y no era como habían dicho. Hasta soñé con que hacían eso”.

Antes de terminar, el acusado miró fijamente a los jueces y le dijo: “no soy yo quien tiene que demostrar mi inocencia, voy a obedecer lo que ustedes decidan, estoy en sus manos”. Y cerró bendiciéndolos: “pido al Señor que los bendiga, que sean protegidos por la Virgen María, que su salud y la de todos sus seres queridos sea cubierta por la infinita misericordia de Dios”.

Zarza, Gyukovits y Alustiza esperan que este jueves el Poder Judicial les demuestre que sus denuncias valieron la pena y que tanta revictimización institucional no fue en vano.

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