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Con la Iglesia hemos topado: concertada – inmatriculaciones

Sé que la frase que titula este artículo no es original. En absoluto. Pero no he encontrado otra que defina mejor lo que quiero comentar. Y más este domingo que culmina la semana en la que, un año más, el omnímodo poder eclesiástico ha vuelto a tomar las calles de este Estado “aconfesional” que es España.

Pero no quiero hablar de la Semana Santa –ya lo hice en su momento-, sino de dos asuntos que están ocupando muchas páginas y horas informativas en Aragón en las últimas semanas: la escuela concertada y las inmatriculaciones. Perfectos ejemplos ambos de esa tremenda autoridad que la Iglesia ostenta.

En cuanto el Gobierno de Aragón, por un lado, y el Ayuntamiento de Zaragoza, por otro, han tratado de tocar -casi rozar- algunas de sus prebendas, han saltado todas las alarmas. Los fieles se han echado a la calle y han sacado músculo para dejar claro que no están dispuestos a perder ni pizca de esos privilegios que tan poco les costó ganar.

La enseñanza concertada

Cuando Podemos y PSOE llegaron a un acuerdo para no abrir hasta 18 aulas concertadas en la renovación de conciertos educativos para el curso venidero –finalmente serán 15-, todo el engranaje se puso en marcha: construyeron una mentira consistente en asegurar que se iban a cargar la escuela concertada cerrando 28 aulas.

Los distintos altavoces (políticos, mediáticos…) alimentaron el embuste y consiguieron que miles de personas, encolerizadas por tan atroz agravio, salieran a la calle a manifestarse al grito de “¡libertad!”. Una mentira contada mil veces no se convierte en verdad, pero ha quedado claro que convence a mucha gente.

Decía José Luis Trasobares que la manifestación no fue “defensiva, sino ofensiva”. Y tiene razón. Allí estaban padres, madres, hijos, hijas, políticos, políticas, curas, monjas  o famosos empresarios… para advertir de que con ellos no se juega.

A la pancarta se arrimaron PP, PAR y Ciudadanos para exigir “justicia” e “igualdad”. Lo pedían los mismos (excepto los naranjas) que años ha cerraron 112 aulas públicas y mandaron a la calle a un buen número de docentes interinos. No se preocuparon, por cierto, de recolocarlos.

Gritaban “libertad” obviando que, si esta no existe, quizás sea porque solo en 20 de los 710 municipios de Aragón existe oferta de pública y concertada; o que únicamente 6 de los 83 colegios concertados están en localidades de menos de 10.000 habitantes. Allá donde el negocio no es rentable…

Y por si no fuera suficiente con tamaño despliegue, la Justicia (puede que divina) les echó la última mano pidiendo el Ejecutivo que diera marcha atrás en sus tropelías.

Unos días antes de la concentración, los mismos partidos que allí se personaron hablaban en el Pleno autonómico de defender siempre la educación sostenida con el dinero público. Toda, afirmaban, metiendo (ahora sí) a pública y concertada en el mismo saco. No lo hicieron antes. Dudo que salieran a la calle con las pancartas de Marea Verde.

Acusan a Podemos de atacar a la escuela concertada y al PSOE de ser sus obedientes adláteres. Es evidente que todo esto tiene mucho poso ideológico. Que se trata de apoyar a la pública. Lo absurdo es negarlo. Eso sí, es una apuesta infinitamente menos sangrante con la privada y la concertada, de lo que fue con la pública el envite de PP y PAR a favor de la concertada.

Entiende quien ahora gobierna que si no hay sitio para todas, debe primar la enseñanza pública. Porque la concertada nació en 1985 para reforzar; pero con el paso del tiempo se ha desvirtuado hasta convertirse en la anomalía que supone una educación privada sostenida con fondos públicos. No tiene nada que ver con esa libertad exigida, en tanto que esta será real siempre que haya colegios públicos y privados. Y eso no va a cambiar.

Si la escuela concertada quiere jugar en esta liga, deberá hacerlo con las mismas reglas que el resto. No caben más “donaciones voluntarias”, tampoco cobrar por el comedor mucho más de lo establecido por el Gobierno para los centros públicos. No es de recibo obligar a hacer extraescolares (mucho menos Religión),  o segregar a los alumnos.

De esto no se habló en la manifestación.

Inmatriculaciones

La Iglesia ha estado pluriempleada. A la desvergüenza de la concertada, se sumó la última ocurrencia de esos ateos peligrosos que son los miembros de Movimiento Hacia un Estado Laico (Mhuel), que no tienen mejor momento que este para intentar devolver al pueblo lo que del pueblo fue.

Al menos hasta que, ladino, el arzobispo Elías Yanes inmatriculara, en 1987, la catedral de Zaragoza (La Seo) y la iglesia de La Magdalena. Maniobra con la que, según Mhuel, incurrió en “más que posible fraude de ley”, ya que los inmuebles dedicados al culto no pudieron ser inmatriculados hasta la reforma de la ley hipotecaria propugnada por el Gobierno de José María Aznar en 1998.

A la fiesta se sumó el Ayuntamiento de Zaragoza que, con Zaragoza en Común al frente, anunció que acudiría a los tribunales (ya lo ha hecho) para tratar de recuperar la titularidad pública de estos templos y de dos más: las iglesias de Santiago el Mayor y San Juan de los Panetes.

A pesar de que, tanto unos como otros, se afanaron por dejar claro que no se discutía el uso eclesiástico de estos inmuebles. Aunque explicaran con suma pedagogía el argumento basilar sobre el que sostenían que la Iglesia se apropió de manera irregular de dichos templos; la maquinaria  volvió a ponerse en marcha.

De nuevo se construyó una mentira. Se habló de expropiación. De podemitas que querían acabar con las iglesias y usarlas a su antojo. Otra vez el conservadurismo político se alineó y comenzó a trabajar.

Y repitiendo estrategia (¿por qué cambiarla si funciona?) soslayaron que la Iglesia recibe ingentes millonadas de dinero público para sostener estos templos. Que, a pesar de eso, cobran por acceder a los mismos y que es absolutamente imposible saber cuánto ganan porque los billetes que se dejan en las taquillas no tienen fiscalización posible.

De esto tampoco se hablará en la manifestación. Que no ha tenido lugar de momento, pero lo hará si es preciso. Ahora, el tema duerme también en el juzgado. Parece complicado que llegue a puerto siendo la Iglesia la que está enfrente. Muy acostumbrada a salir incólume y expiar sus culpas por la gracia del confesor. O de la Justicia.

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