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[Colombia] Impuestos, laicidad y religiones

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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Algunos han cuestionado la propuesta de eliminación de los privilegios tributarios de las iglesias como una medida antirreligiosa. Pero no lo es. Es una defensa del principio de laicidad, que protege no solo a la política de la indebida influencia de las religiones sino también a las religiones de la indebida influencia de la política. Es entonces una medida que protege la espiritualidad religiosa, contra su contaminación por la política y por el dinero.

Es relativamente claro cómo la laicidad protege a la política democrática de la indebida influencia de una determinada religión. Al establecer una separación entre el Estado y las confesiones religiosas, la laicidad impide que exista una religión oficial. Esto reduce los riesgos de persecución de quienes no sean de esa religión, ya sea porque siguen otros credos o ya sea porque son ateos o agnósticos. La admonición de Albert Camus sigue entonces siendo válida: la política no puede ser religión porque termina siendo inquisición.

Menos claro para muchas personas pero igualmente importante es que la laicidad protege a las religiones de la indebida influencia del Estado y de la política. Al estar separadas del Estado y del poder, las religiones preservan su autonomía y en esa forma resguardan su espiritualidad y la libertad de los creyentes. La laicidad es verdaderamente un escudo protector de la espiritualidad religiosa.

Este papel de la laicidad como principio protector de la espritualidad religiosa ha sido destacado por algunos teólogos cristianos. Por ejemplo, Cornel West, el profesor de teología estadounidense, ha sostenido que lo peor que le pasó al cristianismo fue que el emperador romano Constantino lo volviera religión oficial pues le hizo perder la espiritualidad del cristianismo primitivo, profundamente vinculado a la búsqueda de la justicia y la defensa de quienes sufren. El “cristianismo constantino”, como lo califica West, que surge de la imposición por el poder estatal de las ideas cristianas, debilitó así al “cristianismo profético”, que era el verdaderamente genuino y espiritual. Por eso, siguiendo estas visiones de autores como West, puede uno sostener que el primero en defender la laicidad sería Dios, como lo sostuve en una columna de hace unos diez años.

La eliminación de los privilegios tributarios de las iglesias no es entonces una medida antirreligiosa sino todo lo contrario: protege la verdadera espiritualidad religiosa ya que evita que proliferen organizaciones religiosas solo para obtener esos beneficios económicos. Por eso las iglesias deben declarar y pagar impuestos en forma semejante a otras organizaciones sin fines de lucro. Esto es, si realizan labores de interés social, que puedan ser desarrolladas por organizaciones laicas, como apoyar a la niñez, deben recibir exactamente los mismos beneficios que las organizaciones laicas. Pero que no reciban beneficios por el culto religioso como tal ni que amasen fortunas que no paguen impuestos.

La eliminación de esos privilegios tributarios a las iglesias es entonces una medida buena por donde se la mire. Beneficia al Estado, que recogería mayores recursos para cumplir sus funciones. Y no son dineros menores. Un cálculo de la revista Portafolio estimó en 2018 que los ingresos tributarios suplementarios podrían ser del orden de 1,6 billones de pesos. Esa medida elimina además la discriminación que esos privilegios significan para quienes no pertenecen a ninguna religión. Y finalmente defiende la verdadera espiritualidad religiosa, que no debería estar contaminada ni por la política ni por el afán de lucro. ¿Quién puede entonces oponerse a tal medida?

* Investigador en Dejusticia y profesor de la Universidad Nacional.

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