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Cobardes y demagógicas propuestas arabo-socialistas

En eso estamos. En vez de que sean los que emigran a España o a Europa quienes se integren tanto en el país como en el partido político que les da la gana, se les estigmatiza como grupo aparte, se les comunitariza y, además, debemos ser nosotros los que tenemos que aceptar sus peculiaridades, sus comportamientos sociales y religiosos, puesto que son comportamientos debidos a su “Tradición" y a su “Religión", que será practicada en sus esquemas medievales por la mayoría de los que han llegado y de los que llegarán.

¿Debemos aceptar y tolerar comportamientos probablemente intolerables e inaceptables desde el punto de vista de los derechos humanos, por ser tradiciones "diferentes"? Se les pone una etiqueta, se establecen unos foros de "debate e intercambio" (una definición lo suficientemente nebulosa como para marear la perdiz) y todo se vuelve perfecto y correcto, siendo los iniciadores de esa polí­tica gentes que se dicen “socialistas”.

En Francia, en Bélgica, en Alemania… allá ¡donde los "árabes" o musulmanes mejor dicho son mucho más numerosos que en España, no se le ha ocurrido a ningún partido una maniobra tan grotesca; es cierto que se han incorporado a las listas electorales municipales del mes pasado en Bélgica numerosos inmigrantes de segunda o tercera generación, teniendo en cuenta que los extranjeros no europeos pudieron también votar por primera vez. En Francia, principalmente en el PS, pero igualmente en otros partidos, incluso de derechas, pueden encontrarse candidatos con nombres magrebís, debido a sus orí­genes familiares, pero son inmigrantes de segunda, tercera o cuarta generación, y están presentes en los partidos y son militantes franceses "À part entière" (De pleno derecho) como cualquier otro ciudadano francés.

No debemos olvidar que en Francia, hasta ahora, la gran mayorí­a de los ciudadanos ha pasado por la gran mezcladora de culturas que es la escuela laica, integradora por excelencia de las diversas oleadas de extranjeros que han llegado a refugiarse a este país. A la salida se convierten en ciudadanos valedores de los principios republicanos y laicos, como por ejemplo el Alcalde de Evry y diputado socialista Manuel Valls, nacido en Barcelona, o el primer teniente de Alcalde de Paris, Anne Hidalgo (socialista), hija de inmigrantes económicos españoles, nacida en San Fernando (Cadiz) en 1959, o Nicolás Sarkozy, nacido en Francia en el 55, ministro del interior, candidato a la Presidencia de la República, hijo de un padre aristócrata húngaro que huía el comunismo en 1951 y de una madre judía sefardí­ griega.

No son inmigrantes colocados deprisa en una lista (en la cola, para que no salgan de preferencia) con objeto de lavar la conciencia y de impactar con una buena imagen.

Después de “Cristianos por el PSOE”, ahora tenemos el “PSOE-Árabes” ¿por qué no se atreven a llamar a las cosas por su nombre, puesto que es obvio que de lo que se está tratando es de intentar poner en pié un montaje que enfoca y desea domesticar el aspecto religioso que debería llamarse “PSOE-Musulmanes”? Porque, de lo contrario, como se justifica que se recluya en un gueto interno del PSOE a una etnia específica de trabajadores inmigrados? Si se justifica por el número de individuos que este colectivo representa en España, que conste que los ecuatorianos son más numerosos y no se le ha ocurrido al PSOE crear un grupo federal ecuatoriano-socialista. Y como la mayoría son de etnia indígena de los Andes o de la selva, ¿por qué no crear un grupo de “incas-PSOE”? Ecuador produce también petróleo; tal vez habría que escarbar por ese lado para no entregarse maniatados entre las manos de una pandilla de camelleros.

La verdad es esa: unos cuantos barriles de petróleo a cambio de una permisividad cultural y/o religiosa para los súbditos que profesan esa religión en España; o tal vez aún más claro: abdicar de los principios de la laicidad, que en realidad nunca se han aplicado con ganas en la España post-transición, tolerar una permisividad invasora acerca de las practicas y exigencias religiosas de ciertos inmigrantes, a cambio de no tener que sufrir otro 11-M.

Los verdaderos problemas que existen para el gobierno, detrás de toda esta parafernalia, con posibles consecuencias gravísimas a medio plazo para España, podrían ser los siguientes:

1) El gobierno se planta y define por fin una polí­tica migratoria con una línea de conducta coherente, exigiendo que todos los inmigrantes, sean cuales sean sus orígenes, religiones y creencias, vayan integrándose poco a poco en la sociedad española. En ese caso, un puñado de islamistas radicales desde el exterior o el interior del paí­s deciden enfrentarse al gobierno de España con todos los medios a su alcance y conseguir una crisis diplomática mayor entre España y los paí­ses árabes productores de petróleo, cuyas consecuencias soportarían los ciudadanos españoles. Con esto, uno pierde cualquier elección. No pidas a un elector aún más cobarde que tú que te vote cuando esta tiritando de frío en casa y no puede salir de fin de semana.

2) El gobierno, ví­a el PSOE, introduce la presencia arabo-musulmana en las estructuras del poder y en los circuitos de las influencias políticas mientras que los españoles “de a pie” debaten en el bar de la esquina sobre el partido de fútbol de turno. No quieren enterarse de las consecuencias a medio y largo plazo de tal polí­tica, y por eso el gobierno cree que ha realizado una jugada maestra desde el momento en que los españoles lo votan y no se le echan encima. Es la política del avestruz y del “ya veremos más adelante”, cuando ya no se podrá hacer nada para evitar un enfrentamiento entre comunidades.

Todo eso por unos barcos de petróleo y un crecimiento económico que reposa hoy por hoy sobre los hombros de la inmigración, clandestina o no. ¡Que vergüenza!

El mero hecho de que los coordinadores del Grupo Árabe Socialista, Kaoutar Boughalala y Amin Mohamed, subrayaren durante el acto de presentación la importancia de abrir “espacios de reflexión” que contribuyan a un mayor entendimiento de "las dos culturas" demuestra que la intención del grupo ¿Árabe? ¿Musulmán? es la de mantenerse a toda costa apartados de la sociedad y/o cultura española, y que deberemos contar con su presencia como tales… ¿hasta cuando? ¿Hasta que sean mayoría?

No pretenden integrarse dejando nacer un mestizaje cultural que se convertiría en la futura cultura española, como sucedió con los moros que se quedaron en España a raí­z de la expulsión de los que no quisieron renunciar a su fe, o como nació también en América latina una cultura criolla producto de la mezcla de varias culturas y creencias. En este caso no se trata de expulsar ni de imponer nada a nadie, ni en un sentido ni en otro.

Cuando uno piensa que simplemente para viajar a Arabia Saudita hoy por hoy es obligatorio presentar una partida de bautismo, sea cual sea tu religión (como ateo nunca pisaré ese país), que si eres mujer debes taparte el rostro aunque seas europea, y que no puedes conducir un vehículo, ni ponerte un bañador en la piscina… Todo les ofende. ¿Y ellos no ofenden? ¿Ustedes creen que si por cualquier razón miles de europeos tuvieran que emigrar a países árabes les permitirí­an practicar sus cultos, tradiciones, costumbres, abiertamente en público, o difundir su atei­smo? Todos los extranjeros que viven en Arabia lo hacen en guetos, de lujo tal vez, pero en guetos, en urbanizaciones privadas, lejos de todo contacto con los habitantes fuera del trabajo.

Señores del gobierno: se comportan ustedes como gente que nunca ha salido de su pueblo y que tiene un complejo de inferioridad ante un interlocutor más poderoso, más rico; vean las cosas como son y díganles a sus interlocutores que en España bienvenido sea el que venga para trabajar o para disfrutar, siembre y cuando acate las leyes, y respete a las personas, las creencias y las costumbres de nuestro país, y que dejen de presionar para imponer e importar sus credos y creencias personales. Porque los asuntos religiosos son convicciones í­ntimas, privadas y estrictamente personales, que no deben interferir para nada, y aún menos provocar disturbios o enfrentamientos en la sociedad democrática que intentamos construir. Esto vale también para los señores de la conferencia episcopal que no cesan de organizar tentativas de enfrentamientos de la sociedad civil porque hay leyes que son votadas por la mayoría del congreso y del senado que no les gustan.

Queremos un Estado aconfesional y no multiconfesional. El Estado casi mono-confesional que nos toca de por sí­, ya sobra.

Parece que les gusta a todos entablar en solemnes intercambios y diálogos culturales, mientras que uno de los dos esta fornicando todo lo que puede, preparando así­ su bomba de relojería demográfica para dentro de unas décadas, (en 50 años los musulmanes se hicieron con el Kosovo) con la esperanza de que para entonces seremos lo bastante débiles como para financiarles a ellos también una red escolar coránica, para que los churumbeles no se contaminen en la escuela pública de los impuros infieles, si es que no se la cargan mientras tanto…

Es un poco tardío el súbito despertar de nuestro gobierno para desarrollar una polí­tica de cooperación en África, cuando ya los africanos llegan a Canarias y a nuestras costas por millares por no haber recibido en su debido tiempo y en sus países, la ayuda de los países ricos que precisaban. La práctica postcolonial europea se había acomodado con la aplicación sistemática de la caridad cristiana generalizada delegada masivamente a miles de ONGs, cuyos objetivos no siempre han sido muy transparentes y desinteresados. Los Estados escurrieron el bulto en lugar de llevar una política de solidaridad y de cooperación institucional, de Estado a Estado, abandonando millones de personas recién independizadas a su suerte a la merced de dirigentes en muchos casos canallas y bandidos cómplices de las multinacionales que continúan a explotar las antiguas colonias. Es obvio que este sentimiento de sentirse abandonado sin saber a donde ni a quien dirigirse para sobrevivir, inmerso en una desesperante miseria, sin esperanza, es un potencial sin fin de seres humanos disponibles para cualquier aventura místico religiosa, tanto en su tierra como en otra parte del mundo.

Los islamistas lo saben y tienen los recursos de los petrodólares manejados por sus ONGs para canalizar tanto en África los desvalidos y desesperados, y en Europa los descontentos, y los pobres, con la ayuda de universitarios amargados o místicos, todos disponibles para rehacer una reconquista musulmana del planeta.

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