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Clérigos políticos y políticos clérigos

La visita del papa Francisco a nuestro país es un evento de la mayor relevancia. El jerarca supremo de la Iglesia católica, apostólica y romana asume en su investidura una enorme influencia entre una buena parte de la población mundial. Su influencia es, especialmente, en el ámbito de lo religioso pero sus opiniones y sus acciones tienen impacto en el terreno de lo político, de lo social y, desde luego, de lo económico. Su liderazgo tiene impacto multifactorial y global.

Por ello mismo, es que el PRD debiera darle una cordial bienvenida a nuestro país, como igual debiera darla a otros liderazgos religiosos y políticos que, como es el caso de Francisco, se hicieran presentes en México.

Sin embargo, el presidente nacional del PRD y el Comité Ejecutivo Nacional también debieran advertir que nuestra Constitución Política establece como uno de sus principios fundamentales que el Estado mexicano es laico y, por lo tanto, no hay y no podría existir religión oficial alguna, tampoco la católica, aun cuando fuese ésta la que profesara la gran mayoría de las y los mexicanos.

Esto es importante mencionarlo y recordarlo siempre debido a que la historia de México registra eventos que han costado grandes pérdidas a la nación, invasiones militares extranjeras a nuestro territorio, guerras civiles que han significado la pérdida de la vida de millones de mexicanas y mexicanos, y todo ello para garantizar la libertad de creencias, la no discriminación por profesar o no religión alguna, la separación de los asuntos políticos de las creencias religiosas, y la convivencia civilizada y democrática entre todas y todos los mexicanos al margen de la pluralidad religiosa existente en nuestro país.

Siempre recordarlo, pero quizás más ahora, cuando resurgen tentaciones para que preceptos y dogmas religiosos de algunos —por lo demás muy respetables— se conviertan en leyes civiles para todos. Esto podría suceder en regímenes políticos teocráticos o en sistemas de gobierno con fundamentos absolutistas. Pero estos extremos no podrían ser admisibles en una República que se precia de democrática y en un país como el nuestro,  que se enorgullece de su historia y de su enorme y rica pluralidad étnica, social, racial, cultural, política… y religiosa.

Algunos clérigos en nuestro país se empeñan en tratar de imponer sus creencias y dogmas particulares a la totalidad de la población, y existen políticos partidistas y candidatos independientes que vulgarmente aprovechan convicciones religiosas de la población para obtener réditos en votos.

Ambos desprecian la condición laica del Estado mexicano. Unos, los que son clérigos, insisten en asumir funciones de agentes y dirigentes del Estado y otros, que siendo dirigentes partidarios y activistas políticos, se empeñan en aparecer como clérigos enarbolando símbolos religiosos como la Virgen Morena, como elpez de la Biblia o en el extremo del oportunismo, arrogándose la facultad deperdonar a los pecadores.

En 1860, Benito Juárez decía que “las leyes protegen el ejercicio del culto católico y de los demás que existan o se establezcan en nuestro país, como la expresión y efecto de la libertad religiosa, que siendo un derecho natural del hombre no puede tener más límites que el derecho de tercero y las exigencias del orden público. En todo lo demás, la independencia del Estado, por una parte, y las creencias religiosas por otra, es y será perfecta e inviolable…”.

Esto es el sustento de un Estado laico y, por ello, todos los partidos políticos y los funcionarios del Estado debieran adoptar las medidas necesarias para que nadie pretenda obtener provecho político-partidario de la presencia del papa Francisco en México. Pero si no lo hicieran, existen leyes que sancionan a quien no cumpla con los preceptos constitucionales, incluido el de preservar la laicidad del Estado mexicano.

Y por cierto, las autoridades eclesiásticas de México y las del propio Estado vaticano debieran impedir que empresarios sin escrúpulos y muchos medios de comunicación, a propósito de la visita del Papa, hicieran grandes negocios particulares con ganancias que son totalmente terrenales, como las de dinero. Estos debieran ser expulsados del templo.

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