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Cine y medicina al final de la vida

La Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos (SOVPAL) ha organizado desde 1992 catorce cursos anuales sobre diversos temas relacionados con la terminalidad, y este año ha considerado oportuno dedicar su edición XV al cine y la medicina en el final de la vida. Los motivos son numerosos: el cine es un instrumento que, al retratar al ser humano en su entorno, con sus dramas y conflictos, contribuye al conocimiento de las personas, más aún cuando enferman y se enfrentan con la muerte. Como moviliza al afecto y a varios sentidos a la vez, permite entender mejor los dilemas éticos, filosóficos y médicos que surgen en la lucha por la supervivencia diaria, por lo que puede ser usado para preguntarse sobre los porqués del vivir y del morir. Además, ofrece la posibilidad de explorar la experiencia del acercamiento al otro, gracias al proceso de identificación, de la empatía, que todo espectador ha de realizar frente al film. Como fuente de cultura proporciona una potenciación de las posibilidades de la literatura para aumentar la impresión de realidad a través del impacto emocional que provoca, con lo que puede conseguir que el espectador cobre una aguda conciencia del problema y se sensibilice con lo real, con lo que nos une como una sola humanidad, sea cual sea nuestro origen. Reflejando el cotidiano ámbito de la deliberación y la decisión, el cine nos revela la estructura moral de los seres humanos.

Este libro contiene las ponencias presentadas en ese XV curso en el que, a partir de la proyección de fragmentos de películas selectas, se exploraron temas como la atención en el final de la vida, el testamento vital, el duelo y la superación de las pérdidas, los problemas éticos de la relación asistencial, la deontología del cuidador, la comunicación en la terminalidad, las necesidades emocionales del enfermo, el sufrimiento y el sentido de la vida, y otros más. Esta actividad se complementó con comunicaciones para investigadores y profesionales y una mesa redonda entre especialistas en filosofía, medicina y cine. La cinematografía es muy importante en la formación de las masas y de los futuros sanitarios, y nuestro esfuerzo a través de este curso va encaminado a resaltar las potencialidades docentes del cine para la adquisición de mejores actitudes ante la enfermedad y para el entrenamiento en las resolución de los numerosos dilemas que se van planteando conforme la sociedad progresa, con el apoyo de la bioética, la filosofía y la medicina paliativa. Al fin y al cabo, el cine tiene la virtud de abrir y propiciar el debate sobre estos dilemas sin tener que recurrir a la experiencia personal, en ocasiones muy dolorosa.

Donostia – San Sebastián es una ciudad especialmente adecuada para hablar sobre películas, pues cada año acoge un prestigioso Festival Internacional de Cine, el Zinemaldia. En su pasada edición, tras la proyección de Emmas Glück, el director Sven Taddicken explicó que su película trata el tema de la muerte desde un punto de vista diferente al habitual, pues “es un tema considerado tabú y cuesta mucho encontrar a alguien con quien hablar seriamente de él”. Quizá por eso, cuesta menos encontrar películas recientes que traten ese tema del ser humano ante su propio final; basta recordar las españolas Mar adentro y Mi vida sin mí, la francesa El tiempo que queda, o las norteamericanas Million Dollar Baby y Las invasiones bárbaras. Algunas de estas películas abordan también el polémico tema de la eutanasia, anticipando o sacando a la luz el debate sobre su legalización, y su principal problema ético: si el respeto a la autonomía de las personas puede conducir al derecho de un paciente a pedir a otros, especialmente al médico, que le quiten la vida.

Como organizadores de este encuentro, esperamos que ayude a clarificar este y otros debates, y estamos muy satisfechos de la respuesta que ha recibido en numerosos sectores. Profesionales de diferentes lugares de España han acudido a compartir su experiencia, y entre los participantes se encuentran profesores universitarios y de enseñanzas medias, médicos y personal de enfermería, psicólogos y terapeutas y, naturalmente, cineastas.

En esta última categoría, presentamos una película española estrenada este mismo año: Las alas de la vida, un largometraje documental que se ajusta perfectamente al tema del curso. Cuando el médico Carlos Cristos se enteró que tenía una enfermedad terminal, le pidió a su amigo Antoni Pérez Canet rodar los últimos años de su vida como un ejemplo de superación del dolor y una lección de amor a la vida. Como nos ha hecho saber uno de sus guionistas, Xavi Garcia-Raffi, es una película única en muchos aspectos: Primero, por la autenticidad del caso y el personaje, que es un hombre fuera de lo común. Segundo, por la insólita capacidad de reflexión sobre su propia dolencia y su condición de divulgador de la medicina. Tercero, por el ritmo visual con el que se han transmitido sus vivencias y su día a día. Cuarto, y muy importante, porque es el polo opuesto a Mar adentro: el personaje no desea morir, sino vivir. Se esfuerza, incluyendo la investigación y la automedicación, en luchar contra una enfermedad que no tiene remedio. Ahora bien, esa lucha es por vivir en condiciones suficientes de dignidad, para poder seguir disfrutando de sus inventos y de la vida. No se trata de vivir a cualquier precio. En esta lucha el dolor y su control es fundamental.

También estamos especialmente agradecidos a los compañeros que se han desplazado a San Sebastián para exponer sus trabajos, recogidos en su mayoría en este volumen. Entre otros, Luis Suárez y Covadonga Ramón abordan la relación entre la persona cuidada y la cuidadora en Mar adentro, y el equipo de Carmen de la Fuente nos presenta dos comunicaciones: en la primera examinan la enfermedad de Alzheimer a través del cine, en particular en la película Iris, basada en una historia real; y en la segunda abordan el duelo y la superación de las pérdidas con la película Tierras de penumbra (Shadowlands). En “Aprendiendo con el cine”, Ángel Corredera y su equipo de residentes de Medicina Familiar elaboran un guión docente útil para la formación en habilidades de comunicación y relación médico – paciente terminal – familia a partir de los contenidos de algunas películas. Con su análisis de Quédate a mi lado (“La madrastra” sería el título original), Roger Soto y colaboradores presentan algunos recursos de las familias para la promoción de actitudes saludables ante la muerte. Sin salir de San Sebastián, dos colaboradoras de la SOVPAL, M. Carmen Gallastegui y Marielo Espina nos presentan las películas Lorenzo´s oil (El aceite de la vida) y Otoño en New York, respectivamente, y el profesor Xabier Zupiria comparte su experiencia con la película Philadelphia en sus clases de primer curso en la Escuela de Enfermería de la Universidad del País Vasco.

Hasta ahora no existía en castellano una antología sobre estos temas, y por ello hemos hecho un esfuerzo para poder incluir en este volumen algunos trabajos muy valiosos que habían aparecido anteriormente en revistas especializadas. Gracias a la colaboración de sus autores y editores, podemos reproducir textos como “Cine, historia y medicina”, en el que Alfredo Menéndez y Rosa Mª Medina exponen las lecciones de su experiencia docente en la asignatura de Historia de la medicina. Carlos Almendro y colaboradores, especialistas en bioética de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria, nos ofrecen su “Metodología de utilización del cine-forum como recurso docente en bioética”, un trabajo reciente pero que ya ha sido citado por otros, incluyendo algunos incluidos en esta obra. Ramón Bayés, que nos ha honrado con su presencia en otras ediciones del curso, en ésta nos presenta su magnífico análisis de la película Wit (Amar la vida, en su versión castellana), basado en un trabajo empírico. Se presentan además dos artículos de Wilson Astudillo y Carmen Mendinueta sobre el cine como instrumento para una mejor comprensión del ser humano, y sobre el interés del cine en la docencia y en el final de la vida, para resaltar la potencialidad docente del cine con una revisión de películas de interés en cuidados paliativos y en el campo de la bioética, también abordado por el artículo de Antonio Casado sobre el reciente cine español. José Luis  Munoa completa este último tema con su artículo “Ética de la asistencia al paciente terminal“, en el que expone el problema de cómo tratar a los enfermos terminales o sin posibilidades de recuperación viable. Según Munoa, la sociedad actual ha optado, frente a la evolución irreversible de la biología, por ubicar a la mayoría de estos pacientes en hospitales, residencias y geriátricos; por lo delicado de la atención de estos pacientes y de sus familiares, el personal de estos centros sanitarios ha de poseer especiales cualidades profesionales y humanas. También tenemos el placer de poder contar con José Elías García Sánchez, codirector de la Revista de Medicina y Cine, que junto a sus colaboradores analiza las relaciones generales entre estos dos campos y analiza en particular la película Million Dollar Baby.

Hay otras dos ponencias que, por casualidad, aluden de manera independiente al mismo pasaje de David Copperfield, como una curiosa prueba de la mutua afinidad que caracteriza estas páginas, y a las que queremos prestar especial atención. A partir de un clásico como la película Vivir, Antonio Lastra resume su ponencia con una advertencia: quien en ella habla es un profano, un profano en los cuidados paliativos, un profano en la medicina, un profano en el cine. No un profano en la filosofía, en la medida en que en su presentación se dice que es doctor en Filosofía y profesor de Filosofía. En su acepción personal, dice el diccionario, el profano es aquel que “no demuestra el respeto debido a las cosas sagradas”; también el “libertino o muy dado a las cosas del mundo” y, naturalmente, el “que carece de conocimientos y autoridad en una materia”, un “ignorante”. Profanus, en latín, es sinónimo de “siniestro”. En la versión escrita de su intervención Lastra hace desfilar una tras otra todas estas acepciones. Por ejemplo, habla en un pasaje del “filósofo siniestro”, en referencia al que carece de un lugar natal, de un hogar. Creemos, sin embargo, que, a falta de conocimientos y de autoridad, el filósofo tiene el derecho a tomar la palabra cuando le interpelan. Lastra quisiera que entendiéramos sus palabras como una respuesta: tal vez no se habría atrevido a opinar sobre las relaciones del cine, la medicina y la filosofía en el final de la vida si no se lo hubiéramos pedido, y tal vez esta virtud —a la que Lastra llama responsabilidad— sea una forma de comprender la actitud del hombre ante el final de la vida. Como él mismo nos indica, “ante” o “antes” o “delante” es lo que la preposición latina “pro-” indica en la palabra “pro-fano”. Fanum era el lugar sagrado. Probablemente no haya nada más sagrado e incomprensible que la muerte (incomprensible, no inexplicable), salvo la propia vida. Lastra se resiste a creer que ante la vida y la muerte haya alguien que sea otra cosa que un profano, y con acierto supone que la inclusión del cine en este curso se  debe a que el cine ha mejorado nuestra condición de espectadores, de seres que están delante de cosas sagradas. Si las cosas sagradas son o no cosas de este mundo y si podemos tratar con ellas es uno de los temas de la ponencia del profesor Lastra, y también en su oficio la preposición es significativa: una traducción literal diría que el profesor “promete”, envía al futuro lo que dice o, simplemente, debe tener en cuenta las consecuencias de lo que dice y anticiparse a la respuesta. En esto consiste su profiteor philosophiam [“declararme filósofo”].

En la segunda ponencia que queremos destacar aquí, Iñigo Marzabal insiste en que la muerte sigue siendo un misterio. Poco o nada sabemos de ella, excepto que, algún día, también llamará a nuestra puerta. Porque, pese a la certeza de que todos moriremos, la muerte siempre se conjuga en tercera persona, siempre es otro quien abandona esta vida. De ahí que sea tan difícil hablar sobre ella. Pese a todo, el profesor Marzabal nos propone dos ámbitos en los que aspiramos a que la muerte tenga algún sentido. La medicina y su saber empírico-técnico, por una parte; la narración y su saber metafórico, por otra. Es de este último saber metafórico del que se ocupa en su ponencia. De la capacidad de las narraciones en general y de una narración audiovisual en particular de hablar de ese ser para la muerte que es el ser humano de forma oblicua, a través de metáforas. La narración elegida por él es El paciente inglés (The English Patient). A partir de las historias entrecruzadas de los diferentes personajes que pueblan esa narración y de las metáforas de las que se sirve el relato, Marzabal muestra que la experiencia narrativa puede constituir una verdadera experiencia moral. Pues en ella, se encarnan, se hacen carne, adquieren rostro, razones y emociones, aspiraciones generales y específicos proyectos de vida, objetivos colmados y deseos insatisfechos.  Por supuesto, no se trata de que derivemos de una película las normas de nuestro actuar moral, que ella nos diga cómo debemos comportarnos ante una situación determinada; más bien, lo que Marzabal pretende señalar es su capacidad para incrementar nuestra receptividad a la pluralidad, la singularidad y la dimensión emotiva de la(s) vida(s). Y de la(s) muerte(s).

El libro que tenemos entre manos combina aspectos teóricos y prácticos, avanzando de los temas más generales al análisis de películas particularmente indicadas para el curso. En definitiva, esperamos que este encuentro con el cine y la medicina en el final de la vida nos ayude a comprender mejor la dimensión narrativa de los cuidados paliativos y fomente el deseo de aprender a ver lo que no habíamos visto, porque no sabíamos verlo, aunque estaba allí, en esos rápidos cambios de escena, en esa mezcla de emoción y sensaciones que hacen que el cine esté más cerca de la vida.

Wilson Astudillo Alarcón y Antonio Casado da Rocha

El documento completo en el archivo PDF adjunto.

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