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Castellio contra Calvino

«Tolerancia frente a intolerancia, libertad frente a tutela, humanismo frente a fanatismo, individualismo frente a mecanización, conciencia frente a violencia… Todos estos nombres expresan una opción que en última instancia es la más personal y la más íntima, la que para todo individuo resulta de mayor importancia: lo humano o lo político, la ética o la razón, el individuo o la comunidad.» Con estas palabras sella Stefan Zweig uno de sus libros más sugestivos e inquietantes, Castellio contra Calvino, revisión histórica de una controversia que trasciende las circunstancias de una época—las de un siglo XVI dominado por tensiones teológicas y abusos de poder que cristalizan en el asesinato de Servet—para convertirse en el planteamiento de una cuestión genérica y constitutivamente humana: la defensa de la libertad espiritual frente a la violencia ejercida desde el poder.

"Buscar y decir la verdad, tal y como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le debe obligar a creer. La conciencia es libre."
"Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre."
(Sebastian Castellio, 1551).

Introducción

Cuando Castellio, como teólogo, escribió estas palabras a mediados del S. XVI, fueron una provocación extrema para los poderosos. Además, razonadas como estaban de forma irrefutable, los poderosos de aquella época no supieron hacer otra cosa que prohibir su publicación.

Los textos de Castellio sobre las raíces humanas del cristianismo y su argumentación en favor de la libertad de conciencia y fe son únicos en aquel tiempo del Renacimiento en Centroeuropa, en la cual el naciente protestantismo intentaba consolidar su poder frente a la Iglesia católica por todos los medios. Como, por ejemplo, la lucha contra cualquier foma de disidencia. En Ginebra, el teólogo Calvino había conseguido hacerse con el poder con el fin de crear una ciudad de dios. Toda la vida, en la familia, la escuela, la ciencia, la política y la economía debía estar consagrada al servicio divino. Así existían reglas muy estrictas en todos los ámbitos y severos castigos para los ciudadanos que las violaran.

El punto álgido en el castigo de otras formas de pensamiento y comportamiento frente a la ortodoxia calvinista fue el proceso ejemplar contra el teólogo español, filósofo de la ciencia y médico, Miguel Servet (nacido en 1511 en Navarra), que fue condenado a muerte por hereje y quemado en la hoguera de una forma extremadamente sádica.

Aunque Castellio sabía que nunca podría ganar, decidió enfrentarse a Calvino, solo, ya que ninguno de sus amigos, que pensaban de forma parecida, tuvieron el valor de expresarse públicamente.

Así refutó un escrito de Calvino que justificaba la ejecución de herejes. Castellio defendía normas de tolerancia y calificó el asesinato de disidentes de crímenes. El conocimiento de los textos de Castellio fue impedido por Calvino. Su obra "Contra libellum Calvini" no pudo ser impresa en vida del autor. Se publicó solo en el siglo XVII en los Países Bajos. Su procesamiento inminenete lo pudo evitar sólo porque su corazón dejó de latir. Su entierro se convirtió en un acto triunfal para Castellio, puesto que todos los que habían tenido demasiado miedo durante su vida para apoyarle, querían mostrarle su afecto y simpatía. No obstante, su obra y su valentía cayeron casi totalmente en el olvido.

 Stefan Zweig se encontró con este gran desconido en 1935 gracias a una carta de un cura calvinista de Ginebra, Jean Schorer, el cual le propuso escribir algo sobre Castellio. Zweig no lo dudó ni un momento: "Pocas veces una personalidad me había fascinado de tal manera y había despertado mi simpatía."

Cuando este libro se publicó en 1936, fue muy bien acogido por los representantes de la cultura alemana. Para muchos la obra fue un aliento contra la injusticia fascista. Aunque Zweig se esforzó por ser justo con la persona de Calvino, a pesar de rechazar su política, su libro se encontró con el escepticismo de los círculos religiosos tras la segunda guerra mundial.

Consideramos que todavía hoy Castellio merece ser descubierto, puesto que sus escritos son gran literatura. Nos alegramos de que en España haya aparecido en 2002 una nueva traducción muy cuidada, cuya lectura recomendamos, lo mismo que la de los originales en alemán.


EXTRACTOS DEL LIBRO

El derecho a la libertad de conciencia

La profesión de fe ligada al mundo siempre sobrevivirá a la doctrinaria y agresiva. Pero, sobre todo desde el punto de vista ético, el coraje ejemplar y sin precedentes de este hombre olvidado debe ser un modelo para las generaciones venideras. Cuando Castellio -enfrentándose a todos los teólogos del mundo- califica a Servet, asesinado por Calvino, de víctima inocente; cuando rechaza todos los argumentos de Calvino con estas inmortales palabras: "Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre", cuando en su manifiesto en defensa de la tolerancia -mucho antes que Locke, Hume, Voltaire, y mucho más brillantemente que ellos- proclama de una vez por todas el derecho a la libertad de conciencia, este hombre empeña su vida a cambio de sus convicciones. Sin embargo, no se trata de comparar la protesta de Castellio por el asesinato legal de Miguel Servet con las mil veces más famosas de Voltaire en el caso Calas y de Zola en el asunto Dreyfus, pues semejantes comparaciones no alcanzan ni de lejos la altura moral de su acción. Voltaire, cuando emprende la lucha en favor de Calas, vive ya en un siglo más humano. Además, el mundialmente célebre escritor cuenta con la protección de reyes y príncipes. Del mismo modo, tras Emile Zola, como un invisible ejército, cierra filas todo un mundo: la admiración de toda Europa. Con su acción, ambos arriesgan su reputación y su comodidad en aras de un destino ajeno, pero, y ésta sigue siendo la diferencia fundamental, no su propia vida, como hace Sebastián Castellio, quien en su lucha en pro de la humanidad sufre la inhumanidad de su siglo con toda su mortífera violencia…


La fuerza de los vencidos

Pues la Historia no tiene tiempo para hacer justicia. Enumera, como los fríos cronistas, sólo los éxitos, rara vez en cambio los mide con criterios morales. Sólo se fija en los vencedores, dejando a los vencidos en la sombra. Sin el menor escrúpulo, estos "soldados desconocidos" son enterrados en la fosa común del olvido. Nulla cruz, nulla corona -ninguna cruz, ninguna corona- celebra su olvidado, su estéril sacrificio. Aunque, en realidad, ningún esfuerzo emprendido con verdadera convicción puede ser calificado de estéril. Ninguna movilización de fuerzas morales se pierde del todo en el universo. Incluso como vencidos, los derrotados, los que con sus ideales intemporales se adelantaron a su época, cumplieron con su misión, pues una idea está viva en la tierra con sólo ganar testigos y adeptos que vivan y mueran por ella. Desde el punto de vista del espíritu, las palabras "victoria" y "derrota" adquieren un significado distinto. Y por eso es necesario recordar una y otra vez al mundo, un mundo que sólo ve los monumentos de los vencedores, que quienes construyen sus dominios sobre las tumbas y las existencias destrozadas de millones de seres no son los verdaderos héroes, sino aquellos otros que sin recurrir a la fuerza sucumbieron frente al poder, como Castellio frente a Calvino en su lucha por la libertad de conciencia y por el definitivo advenimiento de la humanidad a la tierra 


¿Cuál es el verdadero cristianismo?

Aparentemente, con ello se habría dado con la definición definitiva, pero, y ésta es una pregunta crucial, ¿cuál es el "verdadero" cristianismo entre todas sus diversas interpretaciones? ¿Cuál el comentario "correcto" de la palabra de Dios? ¿La exégesis católica? ¿La luterana? ¿La de Zvinglio? ¿La de los anabaptistas? ¿La de los husitas? ¿La calvinista? ¿Existe realmente una seguridad absoluta en cuestiones religiosas? ¿Es, en efecto, siempre clara la palabra de las Escrituras? Castellio, a diferencia del fanático Calvino, tiene el valor de responder con un discreto "no". Él descubre en la Sagrada Escritura lo comprensible junto a lo incomprensible. "Las verdades de la religión-escribe este espíritu profundamente religioso son por naturaleza misteriosas, y desde hace más de mil años constituyen la materia de una inagotable controversia, en la que la sangre no dejará de correr hasta que el amor no ilumine los espíritus y tenga la última palabra." Cualquiera que interprete la palabra de Dios, puede equivocarse y cometer errores, y por ello nuestro primer deber sería el de la tolerancia recíproca. "Si todas las cuestiones fueran tan claras y evidentes como que sólo hay un Dios, todos los cristianos podrían tener fácilmente una sola opinión sobre todas estas cuestiones, así como todas las naciones están de acuerdo en reconocer que sólo hay un Dios, pero como todo está oscuro y confuso, los cristianos no deben juzgarse los unos a los otros. Y si somos más sabios que los paganos, seamos también mejores y más compasivos que ellos."

De nuevo, Castellio ha dado un paso más en su investigación: se llama hereje a aquel que reconoce las leyes fundamentales de la fe cristiana, aunque no en la forma exigida autoritariamente en su país. El de herejía no es, por tanto, y he aquí al fin la distinción más importante, un término absoluto, sino que es relativo. Está claro que un calvinista es un hereje para un católico, E igualmente, un anabaptista para un calvinista. El mismo hombre que en Francia es considerado ortodoxo, en Ginebra es un hereje. Y viceversa. El que en un país es quemado como un criminal, para el país vecino es un mártir: "Mientras que en una ciudad o región pasas por ser un verdadero creyente, en el siguiente eres considerado por lo mismo un hereje, de modo que si uno quiere vivir hoy día sin ser molestado, debería tener tantas convicciones y religiones como ciudades y países hay en el mundo." Así, Castellio llega a su formulación última y más atrevida: "Al reflexionar acerca de lo que en definitiva es un hereje, no puedo sino concluir que llamamos herejes a aquellos que no están de acuerdo con nuestra opinión."


¡ Oh, Cristo! ¿Ves tú estas cosas?

" ¡Oh, Cristo, Creador y Rey del mundo! ¿ves estas cosas? ¿Te has convertido realmente en otro distinto del que eras? Cuando viniste a la tierra, no había nada más apacible, nada más bondadoso que Tú, ninguno que soportara las ofensas más indulgentemente. Insultado, escupido, burlado, coronado con espinas, crucificado entre ladrones, en medio de la más profunda desesperación rogaste por aquellos que te infligieron todos aquellos agravios e injurias. ¿Es cierto que has cambiado? Te lo ruego, por el sagrado nombre de Tu Padre: ¿ordenaste Tú realmente que aquellos que no siguen todos Tus preceptos y mandamientos tal y como postula Tu enseñanza, fueran ahogados, desgarrados con tenazas hasta las entrañas, sus heridas espolvoreadas con sal, mutilados con espadas, quemados en un pequeño fuego y torturados hasta la muerte tan lentamente como fuera posible y con todo tipo de suplicios? Oh Cristo, ¿realmente apruebas esas cosas? ¿Son realmente Tus siervos quienes disponen tales carnicerías, quienes de ese modo desuellan y descuartizan a la gente? Y cuando ponen Tu nombre por testigo, ¿estás Tú realmente en esas atroces matanzas como si tuvieras hambre de carne humana? Si Tú, Cristo, ordenaras realmente estas cosas, ¿qué le quedaría entonces a Satán? Oh, terrible irreverencia, creer que Tú podrías hacer esas cosas, las mismas que él. Oh, audacia infame de los hombres: atribuir a Cristo lo que sólo puede ser voluntad e invención del demonio." atribuir a Cristo lo que sólo puede ser voluntad e invención del demonio."

"Ah, vuestra doctrina sagrada"

"…¡cómo habrá de abominar de ella Cristo en el Día del Juicio Final! Pedirá cuentas por la conducta, no por la doctrina, y cuando le digan "Señor, estuvimos contigo, hemos predicado siguiendo tu ejemplo", él les contestará: "¡Fuera de mi vista, criminales! "

"¡Ay de vosotros, ciegos! ¡Ay de vosotros, obcecados! ¡Ay de vosotros, farsantes sanguinarios e incorregibles! ¿Cuándo reconoceréis por fin la verdad? Y, ¿cuándo dejarán los jueces de este mundo de derramar ciegamente la sangre de los hombres para complaceros?"

Fragmentos de la obra tomados de Castellio contra Calvino, Stefan Zweig, ed. El Acantilado, Barcelona, 2002.

libro Castellio contra Calvino

Ficha técnica:

Título Castellio contra Calvino: Conciencia contra violencia
Autor Stephan Zweig
Editorial El Acantilado
Páginas 252
P.V.P. 17,50 €
Encuadernación 13×21 cm, rústica
Traducción Berta Vias Mahou
ISBN 978-84-95359-56-8

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