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Carbón de los Reyes Magos

Hasta donde me llega la memoria, creo recordar que nunca me llegaron a gustar las fiestas de Navidad. Ahora sé los motivos concretos, que serían muy difíciles de explicar en pocas líneas, pero, en síntesis, no soy muy dada a ese disfrute que no es sincero, sino amañado, ni a ese amor al prójimo ficticio que es, a todas luces, un simulacro que esconde la falta de amor y de solidaridad que suele ser la nota común, para muchos, el resto de los días del año. Y en estos tiempos de penuria y de grave retroceso ideológico y social se percibe de manera más que evidente.

Por otra parte, la navidad y esa falsedad, que en la infancia intuía y ahora sé como cierta, es una época realmente triste para millones de familias y de personas de todo el mundo; … porque han perdido a seres queridos, o porque carecen de recursos, o porque viven solas, o porque son ancianos desatendidos, o por muchos y diversos motivos más. Si hacemos cálculos, no son la mayoría las familias que pueden disfrutar con alegría y abundancia de las fiestas navideñas. Sin embargo, por supuesto, en la infancia había una excepción para mí en estos días de excesos y matasuegras tan automatizados, el día de los Reyes Magos.

Imagino que todos recordamos con especial cariño esa noche de emoción y de inocencia, en que la adrenalina no nos dejaba casi dormir pensando que los tres reyes magos comerían de los trocitos de turrón que les habíamos preparado, o beberían en nuestros vasos, antes de descargar los regalos que les habíamos encargado. Nunca olvidaré a mi padre poniendo, ante mis súplicas, una gran jarra de agua para el camello, y tres vasos de licor a rebosar (el mío siempre era para Melchor), porque los reyes llegarían cansados y muy sedientos de un viaje tan largo y un trabajo tan duro para una sola noche.

Más tarde llega la decepción. Descubrimos una gran mentira. Y desaparece la magia y la ilusión, pero aprendemos a justificarla en nuestra mente, porque en ella no cabe la miseria de que alguien quiera engañarnos o modelarnos a su antojo. Y reprimimos la desilusión, y la normalizamos en nuestra conciencia. Más adelante vendrán otras grandes mentiras y otras grandes desilusiones, mucho más duras e hirientes, pero ya habremos aprendido la pauta de que hay mentiras de las que no se habla, que son parte de una “norma” que no somos quién para cuestionar. Y descubriremos que ni siquiera los reyes magos son originales del cristianismo, y que ya en la antigua cultura egipcia existía una tradición que hablaba de unos reyes llegados de Oriente que homenajeaban con metales preciosos el nacimiento del dios Horus.

Y llega el momento en que en nuestras neuronas, confusas, se entremezclan tradiciones, costumbres, mentiras y verdades, y muchos deciden que no merece la pena desenmarañar una madeja que ya forma parte irrebatible de nuestros esquemas y de nuestra realidad. Porque seguir al rebaño es más fácil que ser valientes y buscar la verdad. Otros, los menos, eligen cuestionar los dogmas y modelar sus ideas y sus creencias en base a los conocimientos que van adquiriendo, porque valoran la autenticidad, a sabiendas de que el mundo está ahí para descubrirle, conocerle y disfrutarle, no para sufrirle yertos, sumisos e inánimes.

Y voy al grano, que de eso se trata: el pasado día 29, por iniciativa de la Plataforma de Defensa del Patrimonio Navarro, se llevó a cabo la 3ª Concentración frente al Arzobispado navarro exigiendo la devolución de los miles de bienes públicos que la Iglesia lleva años inmatriculando a su nombre en los registros de la propiedad, no solo de Navarra, sino de toda España. El lema de la concentración era “Mientras haya expropiación os traeremos carbón”. Hicieron una representación paródica de la llegada de los reyes de Oriente cargados de trozos de carbón para esos que, mientras predican la austeridad, se apropian de los bienes del patrimonio público, es decir, de los españoles.

Es curioso y muy significativo que las mismas esferas que promueven con ahínco ciertas tradiciones, inoculando su imaginario en los demás, sean las que más le ignoran e incumplen. Porque los Reyes Magos traen regalos a los que se portan bien, pero traen carbón a los que se portan mal, sobre todo a los que hablan de amor y caridad, de moral y de humildad, pero sólo de cara al escaparate. ¿Tradición? No sé los demás, por encima de la tradición mi compromiso vital está con la razón, con la decencia, con la ética y con la verdad.

Coral Bravo es Doctora en Filología

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