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Bodas: Soraya marca tendencia

El vertiginoso crecimiento del número de matrimonios civiles, entre ellos el de la vicepresidenta del Gobierno, activa las alarmas de la jerarquía católica

Es probable que la tormenta desatada por las supuestas reticencias del arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, a que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, pronuncie el pregón de la Semana Santa por haberse casado por lo civil en vez de por la Iglesia no pase de un simple chaparrón. Ni el Arzobispado ni el Ejecutivo tienen interés en protagonizar un cuerpo a cuerpo, máxime cuando todo parece indicar que las discrepancias son fruto de una errónea interpretación de unas palabras de Blázquez durante una conversación informal con un grupo de periodistas. El arzobispo aclaró ayer que ignoraba que Sáenz de Santamaría hubiese contraído matrimonio sin pasar por la sacristía, un dato que salió a relucir en la charla por boca de un informador.
La desactivación de la polémica sobre la boda civil de la vicepresidenta del Gobierno no oculta la creciente preocupación de la jerarquía eclesiástica ante el vertiginoso retroceso de los matrimonios canónicos, hasta no hace mucho mayoritarios en España. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) desvelan que desde hace tres años hay ya más bodas laicas que religiosas y dejan entrever además una segunda variable, un descenso de la cifra de enlaces que es interpretado como una clara señal de que cada vez son más las parejas que viven juntas sin formalizar trámite alguno.
En 1996 solo una cuarta parte de los casi 200.000 matrimonios que se contraían al año en España se celebraba en los juzgados. La proporción fue disminuyendo hasta que en el 2008 los números quedaron prácticamente parejos: 99.104 enlaces católicos y 94.170 civiles. Un año después se produjo una inversión de los términos y por primera vez hubo más bodas civiles que religiosas. La tendencia se aceleró en el 2010 y en el primer semestre del 2011, el último chequeado por el INE, los matrimonios civiles doblaron a los religiosos. La secularización, como se ve, es un fenómeno que avanza a marchas forzadas y que dentro de muy poco podría colocarnos en una situación muy similar a la de Francia, donde las bodas religiosas ya representan solo el 30%.
«Lo que está pasando es que las primeras generaciones educadas lejos de las convenciones religiosas están llegando a la edad de la nupcialidad», analiza la profesora y doctora en Sociología María Teresa Laespada. «Son los descendientes de los matrimonios que empezaron a marcar distancias con las tradiciones de la Iglesia, los que iniciaron el proceso de laicismo que vivimos a día de hoy». El fenómeno, añade la socióloga, marca una ruptura con la forma tradicional de entender el matrimonio. «Asistimos a la quiebra del concepto de la pareja tradicional que se casaba para toda la vida y que se tenía que querer para siempre. Ahora los jóvenes son conscientes de que la mitad de los matrimonios acaban en divorcio y el compromiso que asumen es menos consistente: 'Hoy estamos enamoradísimos pero no sabemos lo que va a pasar dentro de diez o veinte años', te dicen».
Otro factor que ha contribuido al crecimiento de las bodas civiles es que han dejado de ser ceremonias desoladas gracias a las facilidades que proporcionan los ayuntamientos, que cada vez se esmeran más facilitando el acceso a opciones como la música o las flores. «Una ceremonia civil en un consistorio ha pasado a ser muy similar a la de una iglesia al menos en el orden estético y eso ha animado a muchos a escoger esa vía», reflexiona la docente.
Modelo familiar
¿Terminarán los matrimonios que pasan por el altar siendo residuales? «No lo creo porque aún hay una parte de la población muy afianzada en la religión, pero lo más probable es que siga creciendo la tendencia hacia la laicidad hasta que se estabilice en cifras similares a las de países de nuestro entorno», aventura Laespada. La profesora niega que el fenómeno vaya a traer consigo una ruptura del modelo familiar, tal y como pronostican los más agoreros. «Lo que hay son familias distintas de las que había antes», sostiene.
La convivencia previa es otra de las señas de identidad de las nuevas generaciones. «Ahora son muy raras las parejas que deciden casarse sin un periodo previo de convivencia». La boda se formaliza, añade la profesora, cuando surge el propósito de tener descendencia. Eso hace que la edad media de las españolas al contraer matrimonio -31,2 años- coincida prácticamente con la de la maternidad -31,3 años-.
Cada vez son más, no obstante, las parejas que deciden compartir su vida sin dar forma legal a su situación. En los últimos años los matrimonios han descendido a un ritmo anual del 6%. Eso explicaría que cada vez haya más niños que nacen sin que sus padres estén casados. Uno de cada cuatro nacidos ahora en España es de padres solteros, una proporción que en el norte de Europa es mucho mayor (dos de cada tres).
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