El arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, fue nombrado presidente de la Conferencia Episcopal Argentina hace unos días, luego del retiro del cardenal Jorge Bergoglio. Poco debería importarnos esta noticia si no fuera porque este nombramiento exclusivamente interno a la Iglesia Católica (y ni siquiera de gran importancia dentro de la misma, excepto en el nivel político) transformó a Arancedo en el vocero de las opiniones de la corporación religiosa más grande del país y la única que es, según como se la mire, parte del Estado.
Una de las primeras tareas de Arancedo en su nuevo puesto, entonces, fue responder a la invitación de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a la Casa Rosada para… bien, no sabemos muy bien para qué. Recibido Arancedo con las mismas formalidades, supongo, que otros líderes corporativos (sindicalistas o empresarios), habrá habido el habitual intercambio de frases hechas, y luego Arancedo habrá quizá puesto sobre la mesa el tema que ocupa la mayor parte de los afanes de la Iglesia hoy, vale decir, asegurarse que las mujeres continúen reproduciéndose sin control mientras les sea físicamente posible. Arancedo salió satisfecho de su entrevista, proclamando que la presidenta le manifestó su total oposición a las iniciativas legislativas abortistas que han pasado recientemente por el Congreso, refrendando sus dichos de otros tiempos.
"La Presidenta, como mujer, me comunicó su posición contraria a la aprobación del proyecto de ley de despenalización del aborto", señaló el Prelado según la agencia AICA, al comentar la reciente visita de la Comisión Ejecutiva de la CEA a la mandataria.
Estas declaraciones fueron ratificadas por Mons. Arancedo al diario El Litoral el 14 de noviembre. "La Presidenta es clara en que no es una mujer pro-aborto. Al contrario, es una mujer pro-vida, como actitud. Es un tema que presenta dificultades, pero la postura de ella ha sido clara", señaló el Prelado.
Cristina Fernández de Kirchner tiene ciertamente defectos, pero decir lo que no desea decir no parece ser uno de ellos, por lo que suponemos que Arancedo preguntó sabiendo lo que iban a responderle, y la respuesta fue totalmente libre. Esto no debería dar lugar a la desesperanza total entre los seguidores de Cristina que además son pro-derechos reproductivos (una intersección de tamaño considerable, al menos según mi impresión, pero no claramente en mayoría), pero espero haga reflexionar a todos sobre el grado de cambio revolucionario que el kirchnerismo está dispuesto a producir en las relaciones entre el estado y las corporaciones. Si la visita de Arancedo y su triunfal salida son indicadores de algo, es de que ese cambio no va a llegar, en este caso particularmente desagradable de injerencia corporativa, muy lejos que digamos.
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