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Benedicto XVI y la laicidad

El Papa Benedicto XVI, fue uno de los Papas que se preocupó de la laicidad en la sociedad. Su reflexión comienza al preguntarse:

Que plaza debe ocupar la fe cristiana en una sociedad impregnada de categorías de pensamiento inspiradas por las filosofías del Siglo de las Luces” La posición del Papa es la de refutar una concepción estrecha de la Razón que excluye Dios de la sociedad y al mismo tiempo acoge la enseñanza de los derechos fundamentales de todo ser humano”. “Se trata por tanto de la actitud que la comunidad de fieles deben adoptar a las convicciones y a las exigencias que se afirman en la filosofía del Siglo de las luces. Por una parte debemos oponernos a la dictadura de la Razón que excluye Dios de la vida comunitaria y de la organización pública”

El siglo de las Luces

El Siglo de las Luces, representa un acontecimiento histórico que ha marcado la civilización occidental y una etapa más en la historia del laicismo. El Siglo de las Luces, es una reacción al obscurantismo de la religión revelada y a las costumbres y formas de vida de los grandes de la Iglesia. Vivían en el lujo y en la pompa de una corte aristocrática. Se alojaban en palacios como los príncipes y sus costumbres morales eran ligeras y contrarias a lo que se les exigía, en las predicaciones a los creyentes. Este fue el panorama social y religioso que preparó la llegada del Siglo de las Luces.

La sociedad de este tiempo, en particular la clase burguesa, poseía una educación y una instrucción que no se había conocido hasta entonces. Esta clase social era muy crítica con el absolutismo de la Monarquía y de la Iglesia. Descartes, que introduce el racionalismo en el pensamiento de la época, influencia la utilización de la racionalidad en los escritos de pensadores y filósofos. Lo que no era posible de demostrar por la razón era sujeto a la crítica, como por ejemplo los relatos de la biblia que para ser aceptados como verdades solo se exigían la fe y las creencias sin necesidad de justificarlos con argumentos.

El racionalismo, que acompaño al pensamiento filosófico, significó un cambio fundamental en las mentalidades de los hombres. Un movimiento intelectual se desarrolló rechazando todo lo extraordinario de lo sobrenatural, como los milagros y tantos relatados de la Biblia, considerándolos inconsistentes para la razón humana. Una separación se producía entre la fe y la razón, entre lo civil y lo religioso, lo que en definitiva se traduciría en la laicidad y en una sociedad laica. La vida de los hombres y la vida de los personajes de la Biblia eran si diferentes y tan alejadas de las realidades terrestres, que solo se podían considerar como mitos y como historias imaginadas por los hombres, pero no como auténticas historias correspondientes a las antiguas civilizaciones.

La Iglesia reaccionará mal a la filosofía de las Luces y al Modernismo. La Iglesia se enfrentaba a molinos de viento de racionalidad con argumentos solo basado en creencias sin poder demostrarlos racionalmente. Impotente a la fuerza de la razón, y al progreso del modernismo, su reacción de defensa es de encerrarse en sí misma y en los principios de siempre, en vez de abrirse a los nuevos tiempos, y en una radicalización sin precedentes, convirtiéndose en un clericalismo excluyente y violento.

Benedicto XVI y su concepción del laicismo

El Papa llama a oponerse a la dictadura de la Razón que excluye Dios de la vida comunitaria. La razón no puede ser autoritaria, la razón es ser simplemente la razón. La razón, son los argumentos del rigor científicos y no las creencias como lo exige la fe. Dios, pertenece a las creencias ya la fe, y la fe se define como la aceptación incondicional de aquello que no puede demostrase. Siguiendo la misma lógica, la fe es más autoritaria que la razón, ya que exige al entendimiento aceptar lo que no se puede demostrar y ni comprender racionalmente y, además exige sumisión y aceptación de lo imposible a comprender por el entendimiento. El laicismo, tiene sus fundamentos en la racionalidad humana y en los derechos del hombre, como valores universales. El laicismo es democrático y no excluya a Dios de las creencias individuales, mientras que estas no violen los derechos de otros grupos sociales y también respeten las convicciones de los otros. La religión no puede presentarse como el juez de todos los hombres y la que decide del bien y del mal de la humanidad. Que el catolicismo considere que su Dios es el verdadero, no es una razón suficiente para imponerlo. El que cree en Dios no está excluido de la vida social y comunitaria en un Estado Laico.

Es un malentendido de la parte del Papa, atribuir al laicismo y a la razón juicios erróneos de apreciación.

La organización de la vida pública es una prerrogativa del Estado, lo que el mismo Papa admite, pero el Papa desearía que la Iglesia Católica tuviese privilegios para ocupar el espacio público para que Dios estuviese siempre presente en la vida y el corazón de todos los ciudadanos. Deseo un poco meloso para lo que son los tiempos. Los creyentes en nuestra sociedad son cada vez menos y los no creyentes son cada vez más numerosos, por lo que el espacio común a todos tiene que mantener la neutralidad y no dar preferencia a los creyentes. La misma presencia en el espacio público también la querrían otras religiones, convirtiendo el espacio público en un mercado de religiones, haciéndose la competencia con propagandas y adoctrinamientos, para convertir ciudadanos en adeptos de una de las religiones. El espacio público, para que sea de todos tiene que ser neutro, para preservar la paz y la convivencia y que las convicciones y creencias dejando a cada uno sus preferencias ideológicas en el seno de sus conciencias.

Nadie excluye a Dios de la vida comunitaria, cada religión puede tener el Dios que mejor conviene a su comunidad religiosa. Cuando el Papa habla de Dios se refiere al Dios de la Iglesia católica, pero no es único, incluso en los grupos religiosos cristianos. Cada grupo religioso cristiano a modelado su Dios a su forma y maneras, con sus características y diferencias para distinguirlos de los de los otros grupos también cristianos. Pues en estas diferencias están el distintivo e identidad de cada comunidad religiosa.

No el mismo Dios, el de los católicos que el de los protestantes, tampoco lo es el Dios de los testigos de Jehovah, ni el de las iglesias evangelistas, y aún menos el de la Iglesia de la cientologia… Pues, si fuera el mismo no hubiesen sido necesarias tantas divisiones. Si dejamos salir al espacio público a todos esos profetas con sus respectivos dioses que ellos exaltan como el Dios único y verdadero, podríamos llegar a situaciones muy similares a las de las guerras de religiones. Lo único evidente de todas estas escisiones es que cada grupo religioso quiere administrar su propio negocio.

El Vaticano debe de comprender, aunque le cueste, que en el mundo de las religiones, los Dioses son diversos y que los hombres en sus aspiraciones transcendentales han creado aquel que mejor les conviene y si existe un dios único este ha permitido la variedad en las religiones y dioses. Que el mundo de los cristianos es el del mundo occidental principalmente, que en Oriente nacieron otras religiones más acordes con sus culturas y con sus civilizaciones y que si mucho más tarde conocieron el cristianismo fue a causas de los misioneros, ya que Dios permitió la existencia de otras creencias que las cristianas. Así fue como se creó el mundo, con todas sus variedades, incluidas las religiones y sus dioses.

Lo clerical y lo anticlerical

El Papa puede pensar que el laicismo es anticlerical, otro malentendido más, el laicismo no es anticlerical porque el laicismo es democrático. Ello no excluye que exista el anticlericalismo en ciertos grupos, como también existe el clericalismo en grupos dentro de la misma Iglesia católica. Pero para que exista el anticlericalismo ha sido necesario que antes existiera el clericalismo, es decir que el anticlericalismo es el resultado del efecto a una causa, ya que no hay efecto sin causa. El anticlericalismo no es uno de esos fenómenos de la teoría de la generación espontánea, de la que ya hablo Aristóteles, y que más tarde fuese demostrado que esa teoría era falsa, quedando demostrado que el anticlericalismo no hubiese existido sin el clericalismo.

Laicidad o Laicismo

Los efectos negativos de la ideología laicista son evidentes, tienden a excluir la fe cristiana del espacio público y a promover una cultura separada de sus raíces profundas.”

Con estas palabras el Papa hace referencia al preámbulo de la Constitución Europea en la no figura la mención a Dios, ni a las a las raíces cristianas de Europa.

Que el Papa desee que la referencia a Dios hubiese figurado en la Constitución Europea, se comprende, siendo él mismo el representado de Dios sobre la tierra. Pero la referencia a Dios, a una época, en la que en la sociedad está prácticamente dividida entre los que todavía son creyentes y los que no lo son o todos aquellos que no se interesan ni a los dioses ni a la religión, mencionar a Dios no se justifica ni tiene sentido en una Constitución que debe de ser neutral en asuntos de creencias y de religiones.

Dios se lleva, lo dice la Iglesia, en los corazones de los creyentes, dejemos pues, que Dios sea representado en el espacio público por los corazones de los ciudadanos creyentes. No será el laicismo el que excluirá esos corazones del espacio de todos. Sería imposible, y poco razonable el ver a Dios en los corazones de los creyentes, sabemos que según las tradiciones en el corazón se llevan los sentimientos del amor y del odio, dejando verse en los comportamientos, y serán estos los que pueden ser juzgados y apreciados en el espacio público. La experiencia no ha demostrado, que muchos de esos corazones con Dios, no reflejan la caridad cristiana, ni el amar al prójimo del evangelio, sino que destilan rencores y odios hacia otros ciudadanos, y esto sí que es obligación del laicismo de observarlo y de denunciarlo. Y, la obligación del Santo Padre, es que su Iglesia no se produzcan comportamientos de las parte de sus representantes estás manifestaciones extremas y vejatorias hacia otros ciudadanos por ser diferentes, pero que cumplen con las leyes de las naciones.

La Constitución europea si no hace referencia a Dios es por qué es una Institución civil, separada de las religiones. No tiene ninguna obligación religiosa y su misión es el respeto a todos sus ciudadanos, independientemente de sus creencias. La pluralidad de la sociedad, y la neutralidad religiosa son principios que la democracia tiene que respetar.

Para el Papa, no reconocer las raíces cristianas de Europa, es un proceso de exclusión: “esta cultura abandona conscientemente sus propias raíces históricas, se priva con ello de las fuerzas fecundas en la que ella misma nació, abandona lo que lo que se puede llamar la memoria fundamental de la humanidad, sin la cual la razón pierde su orientación.

Las raíces cristianas de Europa que reclama la Iglesia católica no es un hecho histórico en la civilización occidental. La dominación de la Iglesia y su influencia, comienza en el siglo IV o V, cuando Constantino reconoce el cristianismo. Pero Europa ya existía siglos antes de este acontecimiento. Las raíces de la cultura occidental proceden de la civilización griega, cinco siglos antes de la llegada de Cristo.

La influencia y dominación de la Iglesia sobre Europa ocurre en el periodo medieval. En este tiempo, de tristes recuerdos para los que no eran cristianos, La Iglesia los había centrado para los hombres, en Dios. Con la llegada del Renacimiento se produce un cambio radical, y las preocupaciones se centran sobre el hombre. Uno nuevo remplaza al religioso, el Humanismo. La evolución de las mentalidades y la llegada de la Época Moderna, prepararán la llegada del Siglo de las Luces que llevo si mal a los fundamentos de la religión, contestando la veracidad de los relatos de la Biblia como verdad histórica, y considerándola como in relato más de los mitos del pasado. Por lo que se puede decir que las raíces cristianas se fueron reduciendo considerablemente desde el Renacimiento.

Lo que no impide reconocer los hechos religiosos de la religión cristiana en una parte de nuestra historia, pero siempre limitados en el tiempo y en un contexto particular.

Los hechos religiosos y las raíces son dos concepciones diferentes, los primeros se sitúan en una cultura y en un espacio de tiempo, mientras que los segundos son el fundamento y el comienzo de una civilización, la occidental. El hecho religioso nadie lo niega, ni la laicidad ni el laicismo. Pero el punto de vista de la Iglesia y del Papa son percepciones que solo a ellos le pertenecen, pero que no pueden imponerlo a la verdad de la historia.

El Papa insiste sobre la intolerancia del laicismo al negar la referencia a Dios, considerándola como la expresión de una conciencia que quiere ver borrado definitivamente a Dios de la vida pública de la humanidad…

Las afirmaciones de Benedicto XIV no es que su visión personal llevada al extremismo. No es tanto Dios el que molesta en la convivencia democrática como lo es la Iglesia Católica Vaticana. Parece que el Papa haya olvidado la historia de la Iglesia católica y la de los Papas. La Iglesia Católica ha sido una institución de lo más intolerante que ha existido en el curso de la historia. La Iglesia católica ha perseguido a todos aquellos que no compartían sus concepciones ni sus principios. La Inquisición ha matado, torturado, quemado… a judíos, musulmanes y a tantos otros considerados heréticos. Y todo ello con una conciencia cristiana tranquila.

El Vaticano y los Papas no soportaban otra ideas que las suyas, cuando afirmaban que lo dicho o lo escrito no era la idea que ellos dictaban, pronunciaban con solemnidad las excomuniones, exilios y castigos ignorando la caridad evangélica, ni la piedad cristiana, ni ningún otro miramiento humano.

El obscurantismo y la soberbia estaban por encima de las realidades de la ciencia. Todo comienza con Copérnico, cuando descubre que es la tierra la que gira alrededor del sol, marcando así una nueva era para la Iglesia, la negación de la ciencia por el inmovilismo de la fe y de las creencias.

La sana laicidad o la santa laicidad

Aun manteniendo sus críticas hacia los excesos del laicismo, Benedicto XVI no duda de la posibilidad de crear en nuestra sociedad moderna una “sana laicidad” que comporte obligaciones mutuales al Estado y a la Iglesia.

El Estado no puede considerar la religión como un simple sentimiento individual que se limita al solo espacio privado. Al contrario, la religión estando organizada en estructuras visibles debe ser reconocida como presencia comunitaria pública.

La laicidad no se opone a la presencia de Iglesias en el espacio público. Los edificios religiosos, como las Iglesias y tantos otros en los que reconocemos su pertenecía a una religión, son las estructuras visibles reconocidas de la presencia de la región en el espacio público. Se reconocen la existencia de las comunidades de fieles pertenecientes a una religión y que son lugares de culto.

La presencia más visible de la que hace alusión el Papa, en Europa depende de las naciones y sus influencias culturales. La laicidad tiene un role regulador para que no se convierta el espacio público en una invasión de las religiones y suprima la identidad laica del Estado.

Teniendo también en cuenta que además de la Iglesia Católica llegan otras religiones que reclaman los mismos derechos. ¿Cómo reaccionaría la Iglesia Católica, si otras religiones, con su presencia, le arrebataran el protagonismo al que considera ser el suyo?, y que como en otros tiempos se reproduzcan las querellas propias a las religiones entre creyentes por la defensa de su Dios y su religión. La laicidad busca la convivencia pacífica entre ciudadanos y la paz en las sociedades.

En nuestro país, las procesiones son parte de nuestra cultura, significando la tradición y las fiestas populares al mismo tiempo. ¿Qué es lo más importante para los ciudadanos, el sentimiento religioso o la fiesta¿. Puede que para algunos los dos, aunque todo está organizado dando preferencia a la fiesta y al espectáculo. Se quiere atraer a visitantes y a turistas para fortalecer el comercio local.

Nada nuevo sobre la tierra. Este mismo fenómeno ya se produjo en los tiempos remotos de la historia. Procesiones y fiestas paganas (ya que todavía no existía el cristianismo)se organizaban con esculturas representativas de un dios, o de un becerro de oro que permitía divertirse y para los sacerdotes la ocasión de recibir ofrendas para los dioses que estos guardaban para su propias necesidades.

El Papa refiriéndose a las obligaciones del Estado declara: “La Iglesia, de su parte, evita toda injerencia en las prerrogativas del Estado. No es a la Iglesia de ocuparse o indicar la organización pública y social, es el pueblo quien decide libremente la mejor y más adaptada organización para la vida pública.”

Los declaraciones son importantes al admitir la misión del Estado y de reconocer que el pueblo el que decide libremente. Sin embargo cuanto a las injerencias de la Iglesia no corresponden a la realidad, en algunas naciones, de lo que el Papa afirma. Hay Estados en los que las injerencias de La Iglesia son muy importantes, ya que son apoyadas por algún partido político, en el que miembros de la misma Iglesia son ministros del Gobierno. El Vaticano no puede ignorarlo, pero nunca interviene ya que lo más importante para ella son los privilegios lo que importan y sus influencias.

Todos los creyentes tienen el deber de elaborar un nuevo concepto de la laicidad, que reconozca a Dios, a su moral ya la Iglesia en la plaza que le corresponde en la vida individual y social y que respete “la legitima autonomía de las realidades terrestres, entendiendo que “Las cosas y las mismas sociedades tienen sus leyes y sus valores propios al hombre que poco a poco tiene que aprender a conocer, y utilizar y a organizar”.

El Papa desea un nuevo concepto de la laicidad, la existente no le conviene a sus intereses. Según él, la laicidad tiene que ser sana. Por lo que se puede entender que la laicidad existente está enferma. La nueva laicidad de la Iglesia será la que ella decida, será una laicidad que convenga a sus feligreses pero obligatoria para todos los ciudadanos. El Estado tendrá que adaptarse a ella por ser católica y vaticana.

Si la Iglesia quiere elaborar su propia laicidad sana, puede hacerla, pero quedará solo al interior de su Iglesia y con sus feligreses y será un laicidad privada. El espacio de todos, la democracia será el único principio que se aplicará a todos los ciudadanos, creyentes o no… La laicidad es solo una y todas las otras versiones que se quieren imaginar para favorecer a grupos sociales y religiosos no tendrán ningún valor en los Estados democráticos. La igualdad de todos los ciudadanos es inviolable y los privilegios e intereses particulares no pueden tener una plaza en un sistema de gobierno democrático.

La laicidad no es una invención de última hora, sino el proceso de madurez de las mentalidades de los hombres que se ha ido consolidando durante siglos de nuestra historia. La laicidad es una consecuencia de las religiones, en particular la católica, que quiere imponer su moral y principios en contra de las libertades de conciencia de cada ciudadano. En un mundo cada vez más racional y dependiente de los avances de la ciencia, las creencias religiosas tal y como son presentadas no son las referencias del modo de vida de los hombres. No es la laicidad la que busca las confrontaciones, lo que no se puede decir de ciertos grupos caracterizaros por su intolerancia y beligerancia. Como ya se dijo que el anticlericalismo es el efecto del clericalismo, la laicidad es el efecto de las religiones al querer imponerse a todos los hombres, cuando manifiestan su extremismo radical a las libertades individuales proclamadas en los Derechos Humanos universales.

La laicidad comenzó a manifestarse en la historia en el pueblo griego, cuando éste comienza a construir la democracia como sistema de gobierno, separando lo que es lo civil de lo religioso. Lo religioso, los griegos comprendieron que nada tenía que ver con lo civil, que eran dos entidades distintas que no debían confundirse, que cada una debía ocupar una plaza diferente en la sociedad humana.

El Santo Padre, al hablar de la legítima autonomía de las realidades terrestres, explica: “Las cosas y las mismas sociedades tienen sus leyes y sus valores propios al hombre que poco a poco tiene que aprender a conocer y a utilizar y a organizar”. Compartimos lo que dice su Santidad pero las interpretaciones y las finalidades de la Iglesia están muy lejos significar los mismos de aplicado al concepto civil y laico que al católico.

¿La Fe y la Razón son compatibles?

Benedicto XVI, propone un dialogo inteligente entre la Fe y la Razón. La inteligencia de este dialogo tiene sus exigencias: “La razón tiene que renunciar a sus pretensiones autoritarias y la Fe cristiana tiene que reconocer las capacidades de comprensión racional que tiene ella misma”

La Razón tiene que renunciar a sus pretensiones autoritarias pero la Iglesia no. La Iglesia tiene unas responsabilidades fundadas en el universalismo cristiano. Para la razón el universalismo es el entendimiento humano.

El Papa dice lo que el mundo de hoy necesita:

Aquello de lo que tenemos más necesidad en este momento de la historia es que los hombres con una Fe clara y viva, hagan en este mundo que Dios sea creíble. El mundo necesita hombres inteligentes iluminados por la Fe de Dios, y que Dios abriendo su corazones de manera que la inteligencia hable a la inteligencia de los otros (los no creyentes), y el corazón (delos creyentes) abra el corazón de los no creyentes.”

Con un poco de ligereza se puede decir que el mundo no está hecho para tontos y que el asunto son los corazones. Una inteligencia que habla a otra inteligencia, suponiendo que la primera es más inteligente que la segunda. Qué la primera tiene que convencer a la segunda de su superioridad ya que la primera está protegida por Dios. Un asunto complicado que está lejos de las realidades para que los hombres sencillos puedan entender lo que necesita el mundo de hoy.

Más fácil de comprender es que cuando el Papa dice que Dios tiene que ser creíble está admitiendo que Dios no lo es en la actualidad. La culpa se la atribuye a la inteligencia de los creyentes, lo que se puede considerar bien posible, incluyendo en el grupo de los creyentes a la jerarquía católica en su mayoría sin olvidar al Vaticano. Presentan a un Dios que no se comprende, ni en sus discursos ni en los ejemplos de una vida en la que codicia y lujo de tantos jerarcas escandalizan. En vez de la pobreza y la caridad evangélica, se complace en sus situaciones de privilegios y sus predicaciones son condenaciones y vejaciones hacia grupos de ciudadanos por una sexualidad diferente a la de la mayoría, y ocultando los escándalos sexuales y abusos al interior de la misma Iglesia católica. Si desde hace tiempo que Dios no es creíble, la causa está en la Iglesia, en el Vaticano y en los jerarcas católicos. Son ellos los que le han echado del templo y no los laicos ni el laicismo.

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