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Benedicto XVI respalda la escuela laica

Título chocante donde los haya. Espero haber llamado tu atención, querido lector y te ruego que me disculpes por ello. A veces la realidad supera nuestros deseos y nos brinda en bandeja una oportunidad que no podemos dejar de escapar.

Por eso insisto, no hay mejor abogado para la defensa de la escuela laica que el propio pontífice ejerciendo de filósofo de la Ciencia y martillo de evolucionistas. Una promoción gratuita para nuestra causa, que, sin querer, nos brinda la máxima autoridad eclesiástica. Y es que con sus recientes declaraciones sobre la Ciencia y la Evolución, realizadas en  Ratisbona (Alemania), no hace otra cosa que echar tierra encima a la causa de la religión en la escuela, un privilegio intocable de la Iglesia en España, que le permite ejercer su influencia en nuestras aulas, con cargo a los presupuestos del Estado “aconfesional”. 

En un artículo anterior,  titulado “11 razones para desnudar a un santo", expuse que los programas de la asignatura de religión en los diferentes niveles no son elaborados por  las administraciones educativas, sino por las autoridades religiosas. La idea, defendida por muchos, se resume en pocas palabras: algunos contenidos y valores religiosos (no sólo los católicos) podrían colarse sin censura en los diseños curriculares, atentando contra los derechos de la ciudadanía (sexismo, homofobia, sumisión de la mujer, sexualidad reducida a la procreación, prohibición del uso del preservativo contra las ETS, etc.) o se enfrentan abiertamente a la razón y a la ciencia (existencia del alma inmortal, milagros, etc.). Todo lo contrario del ideal de escuela educadora, es decir,  integradora, humanista y científica.  

La homilía papal corrobora el argumento anterior y nos evoca la incompatibilidad de estas reflexiones con el conocimiento científico. Para comprenderlo,  invito al lector/a a imaginarse a un alumno/a de la ESO en clase de Biología y Geología, estudiando el origen del universo o la Teoría de la Evolución de Darwin, sin recurrir a Dios, como es obvio, ya que los científicos ilustrados lo destronaron como principio de todo y los libros de texto lo ningunean sistemáticamente, al menos en España. Así pues,  el Todopoderoso es "superfluo" en las explicaciones científicas, en  palabras del propio Ratzinger. Y es así por el carácter propio de la Ciencia y de la educación basada en los valores científicos: racionalidad, duda metodológica, escepticismo, etc.  

Traslademos ahora a este alumno/a a la clase de religión (si es que no ha desertado tras la primera comunión), donde su catequista le explica las palabras del Papa en torno a estos temas: “Sin Dios las cuentas no cuadran para el hombre, para el mundo y el universo”, como si el creador actuase “tapando agujeros”, cuando la Ciencia no encuentra explicación a un determinado fenómeno. O que “la evolución sin Dios es irracional”, como si se necesitase un “ingeniero” para dirigir la “gran obra” y conducirla hasta el ser humano. O que “la fe es fruto del alma y no del cuerpo”, como si la primera no fuese un producto del cerebro (neuronas que se comunican a base de  electricidad y de química).   

La postura de la Iglesia  me recuerda la siguiente conversación entre un arzobispo anglicano y su esposa: Querido, ¿será verdad eso de que el hombre desciende del mono, como dice Darwin? (…) Esperemos que no sea cierto y si lo es, recemos para que nadie se entere.

 

Publicado en Diario Córdoba el 16-09-2006

http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=271362

Ha llovido mucho desde entonces. La Ciencia ha demostrado que el hombre/ la mujer no han sido hechos a imagen y semejanza de Dios y que compartimos con los gusanos un elevadísimo porcentaje de genes. Pero hay algunos que se empeñan en que nuestros niños/as no  se enteren. O si se enteran, que se confundan, que es lo mismo que mantenerlos lejos del conocimiento y de la verdad objetiva. 

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