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Batallas navideñas

Los conservadores cristianos de EEUU denuncian un despiadado ataque a la fiesta tradicional Critican que se quieran mezclar símbolos de otras religiones con los suyos

Pocos árboles han recibido más atención este año que los 14 abetos de plástico del aeropuerto de Seattle-Tacoma, en el estado de Washington. El pasado día 8 de diciembre, la autoridad aeroportuaria decidió retirarlos después de que un rabino pidiera que se colocara también una menorah (candelabro sagrado). Aunque el lunes los árboles navideños volvieron a aparecer en las instalaciones (y no hay señales de la menorah), el publicitado caso ha servido para reavivar en Estados Unidos una discusión que cada año se hace en estas fechas tan inevitable como la publicidad de regalos: ¿Vive el país una guerra contra la Navidad?

Teoría conservadora
La respuesta es afirmativa si se escucha a los sectores más conservadores de un país donde los fieles de religiones cristianas son mayoría. Y para entender su teoría basta mirar, por ejemplo, el libro que publicó John Gibson, presentador de la ultraconservadora Fox, titulado La guerra contra Navidad: como la trama progresista para prohibir la sagrada fiesta cristiana es peor de lo que usted pensaba. Su colega de la Fox Bill O'Reilly llegó a decir que "la guerra a la Navidad" es parte de la "agenda secular progresista" que incluye "la legalización de las drogas, la eutanasia, el aborto y el matrimonio homosexual". George Soros está, en su opinión, detrás.
Si se escucha, sin embargo, a quienes abogan por hacer más efectiva la separación entre Iglesia y Estado, no hay tal guerra, sino aplicación de la ley. Aunque el Tribunal Supremo determinó que está permitido el uso en propiedad gubernamental de decoraciones cristianas si se incluyen de otras religiones o de la cultura secular como la menorah o los renos, hay quienes creen que ninguna debería tener cabida. En declaraciones a USA Today, Barry Lynn, director de Americanos Unidos por la Separación de Iglesia y Estado, aseguraba que "las autoridades han llegado a reconocer que América tiene, literalmente, 1.500 religiones diferentes y 20 millones de no creyentes, y poner los símbolos de un solo grupo sería insensible".
La expresión "guerra a –o contra– la Navidad" se popularizó en EEUU en 1999, pero el fenómeno que representa no es nuevo. Como recordaba la conservadora publicación The New American, fueron los cristianos puritanos los primeros en oponerse a la Navidad en EEUU –y llegaron a prohibir su celebración en Massachussetts en 1681–. El unitarismo también rechazaba la encarnación y fue uno de sus practicantes quien compuso Jingle bells. El propio Ronald Reagan, republicano que con su esposa Nancy envió en 1982 una felicitación desde la Casa Blanca deseando "feliz Navidad", un año más tarde sustituyó la expresión por "felicidad en las fiestas".
El caso más llamativo este año ha sido el del aeropuerto de Seattle. En cuanto saltó a los medios, el rabino Elazar Bogomilsky empezó a recibir mensajes amenazantes y llenos de odio, aunque él no había pedido que se retiraran los árboles sino que se incluyera la menorah y estaba "horrorizado", en palabras de sus abogados, por la decisión de quitarlos. Pero no ha sido la única polémica. En Chicago se ha criticado la petición de las autoridades a los responsables de la película La Natividad de no anunciarse en un festival en una plaza pública. Donde unos han visto un ataque contra la Navidad la ciudad asegura que solo hay un intento de evitar el márketing demasiado agresivo de una distribuidora.

Intereses económicos
Con otros casos se ha demostrado que en esta guerra, como en el resto, hay intereses económicos. Wal Mart, la mayor cadena de grandes superficies de EEUU, ha anunciado que permitirá a sus empleados felicitar a los clientes diciendo "feliz Navidad" y ha anunciado que el 60% de los productos se están reetiquetando con la palabra "Navidades". El año pasado optó por el "felices fiestas" y varios grupos cristianos llamaron al boicot.
Mientras, otras casas como Crate & Barrel y Best Buy siguen prefiriendo el genérico, y eso ha desatado las iras de O'Reilly. "Siguen ordenando a su gente que no digan 'Feliz Navidad' –dijo en noviembre en su programa, aunque las dos casas han negado que sea un imperativo–. Es el peor tipo de fascismo que podrías tener".
La diferencia en las palabras no es baladí. Según una encuesta de Zogby, el 95% de los estadounidenses no se sienten ofendidos por el "feliz Navidad" pero al 46% de los encuestados sí les ofende que le digan "felices fiestas".

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