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AVALL rechaza la imposición de un crucifijo en la mesa prsidencial de Les Corts Valencianes

Comunicado de Prensa
AVALL RECHAZA LA IMPOSICIÓN DE UN CRUCIFIJO EN LA MESA PRESIDENCIAL DE LES CORTS VALENCIANES
Valencia, 11 de junio de 2011

La Asociación Valenciana de Ateos y Librepensadores, AVALL, siempre ha respetado las creencias de los  demás y jamás, como ateos, agnósticos o librepensadores, hemos querido imponer nuestra visióncosmogónica. Nos hemos limitado a exigir respeto a nuestra forma de entender la vida y el universo en que se desarrolla.

El día en el que se constituyen Les Corts Valencianes se debería respetar la ley, al menos la Constitución vigente. Puede parecer algo irrebatible, pero en la Comunitat Valenciana hace mucho tiempo que hay que pelear por lo obvio. Y todavía es más grave si quien menoscaba ostentosamente la ley es  precisamente el presidente de la Cámara, el segundo cargo en rango institucional de la Comunitat Valenciana.

La Constitución, en el punto 3 de su artículo 16 sostiene: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. La ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa, en su artículo primero, punto tres, recoge exactamente la misma frase. Ambas leyes, al parecer, son papel mojado para el Sr. Cotino, un político de larga trayectoria. Ni siquiera se trataba de su primera medida en el cargo, pues todavía no había sido designado oficialmente presidente de Les Corts cuando ya había colocado su cruz y su biblia sobre la mesa presidencial.

El discurso de su toma de posesión pasará a los anales de los monumentos al cinismo. En dicho discurso pide que los 99 diputados que conforman el hemiciclo sean dignos de la confianza que han depositado en ellos los ciudadanos, cuando quien habla ya se ha mostrado totalmente indigno de tan alta responsabilidad.
En el discurso insiste en que los parlamentarios están para servir a cada uno de los valencianos y por ello hay que poner lo mejor de cada uno a su servicio y hacerlo con mucha cabeza y con mucho corazón, cuando quien habla ya ha desmentido con sus actos lo que pregona. En el discurso indica que accede al cargo con humildad, cuando en realidad sus actos muestran la arrogancia infantil de quien, porque su partido haya ganado unas elecciones, se ve impune de imponer los símbolos de sus creencias religiosas a una cámara que representa a más de cinco millones de personas. En el discurso defiende la pertenencia al proyecto común de España, el autogobierno, las libertades civiles y los derechos humanos, cuando el que habla desprecia la Constitución, el Estatuto de Autonomía, las libertades civiles y los derechos humanos. En el discurso advierte de que la diversidad de opiniones y la defensa firme de las convicciones personales no están reñidas con el respeto debido entre los diputados y el que le deben a cada uno de los valencianos, cuando el que habla no solo le ha perdido el respeto tanto a diputados como al conjunto de los valencianos, sino que con ese gesto ha diseñado esta auténtica provocación.

¿Qué mensaje nos quiere hacer llegar el Señor Cotino al imponer ese símbolo a la Cámara que representa institucionalmente a más de cinco millones de personas? ¿Que para ser valenciano hay que ser cristiano? ¿Quizá que los mejores valencianos son cristianos y que al resto es pertinente recordarles en  un día tan solemne su condición inferior o anómala? ¿Que va a utilizar su cargo pensando antes en sus creencias religiosas que en la responsabilidad política contraída? ¿Se considera más sabio que nosotros y con la autoridad política y moral suficiente como para indicarnos el recto camino? ¿Nos piensa como ciudadanos o como súbditos? ¿O acaso se cree nuestro pastor?

A la finalización del acto, y preguntado por su gesto, ha respondido: “Yo soy creyente” ¿Y qué nos importa a los demás si el Sr. Cotino cree en el dios católico, en el mahometano o en el de cualquier otra cosmogonía? Si en la próxima legislatura es nombrado su sucesor un musulmán y coloca en el  mismo lugar preeminente una media luna, ¿el Sr. Cotino estará a favor o en contra? ¿Y si es un judío y coloca un candelabro de siete brazos? ¿Y si es un friki de la saga de La Guerra de las Galaxias podrá colocar una figura de Darth Vader? ¿O el banderín del Real Madrid o cualquier otro símbolo partidista?  ¿Gozará del mismo privilegio que el Sr. Cotino o, dado que no coincide con lo que piensa, habría que censurar su gesto? La diferencia entre los que piensan como el Sr. Cotino y los que piensan como nosotros es que ellos contemplan como naturales todos los privilegios que pueda allegarse a su  religión, mientras que nosotros nos atenemos a la ley y a la razón al reservar cada cosa a su sitio. El espacio público pertenece a todos y por tanto merece
un respeto. ¿Tan difícil le resulta de entender?

Flaco favor le ha hecho al símbolo de su religión al tratar de imponérnoslo a todos. ¿Tan poca fe tiene en las bondades de sus creencias que necesita aprovechar cada ocasión para recordarnos a todos, venga o no a cuento, que el Sr. Cotino es un fervoroso partidario de ellas? Su gesto, y el Sr. Cotino lo sabía y por eso precisamente lo ha hecho, es una provocación. Su compañero de partido, Rafael Blasco, ha manifestado que el crucifijo refleja pluralismo, pero eso no es cierto. Los símbolos del islam también presiden el parlamento de Irán. Cada símbolo tiene un contenido muy concreto y un crucifijo no refleja precisamente pluralidad. No hace muchos años los sacerdotes de esta religión integraban los comités de censura y decidían qué libros se podían editar, qué noticias podíamos leer, qué películas podíamos ver, qué obras de teatro se podían representar, por poner unos ejemplos. Era una sociedad donde existían los informes de buena conducta para demostrar que se era católico y así poder obtener algunos trabajos, el pasaporte o el carné de  conducir. Una sociedad donde solo existía el matrimonio católico, donde era obligatorio bautizar a los hijos, etc. Una sociedad que seguramente el Sr. Cotino y algunos otros “compañeros de armas” añoran, aunque bien se dispuso la maquinaria, abundantemente engrasada en la Comunitat Valenciana, para que el poder nacionalcatólico de antaño se siga preservando en un sinfín de prebendas, privilegios y políticas de hechos consumados a favor de su convicción religiosa, por encima, o directamente en contra, de los derechos de los ciudadanos de otras convicciones Aun cuando, por desgracia, ya estamos acostumbrados a que muchos cargos políticos mezclen simbología religiosa en el desempeño de sus funciones (procesiones de semana santa, romerías, desfiles militares en actos religiosos, etc.) estimamos que una función tan sensible e importante como es la Presidencia de Les Corts está doblemente obligada a la más exquisita neutralidad en temas de una connotación ideológica tan importante. El cargo de President de Les Corts  Valencianes no es el de portavoz del grupo mayoritario, sino el presidente de todos los parlamentarios, donde mayoritaria o minoritariamente está representada toda la Comunitat Valenciana con sus muy diversas sensibilidades, sensibilidades que debe arbitrar desde la más estricta imparcialidad. Por tanto, precisa, por una parte, de una persona de perfil dialogante y, por otra parte, de alguien muy conocedor y muy respetuoso de las normas tanto de las propias Corts como del ordenamiento jurídico vigente. Nada obsta a que una persona creyente, faltaría más, ostente cualquier cargo en una democracia  laica. Pero de ahí a un fundamentalista religioso, agregado del Opus Dei y de misa diaria en coche oficial, esto es, pagado con el dinero de todos, media un abismo. Además, la trayectoria política del Sr. Cotino nos hace indicar que éste no es, desgraciadamente, un hecho aislado o anecdótico. El Sr. Cotino ha aprovechado la mínima ocasión para hacer proselitismo católico desde sus cargos anteriores, ha mostrado una gestión parcial con las personas de su generación que necesitan ayuda social, ha reaccionado de manera grosera ante una compañera de la Cámara, al hacerle referencias personales y familiares de muy baja catadura moral, y no ha dudado en no abstenerse en gestionar asuntos en los que su familia tiene importantes intereses económicos. Estas actuaciones confirman cómo el Sr. Cotino confunde intencionadamente su ideología, sus fobias y sus intereses personales con los de la diversidad existente en la sociedad. Ésta es, en definitiva, la antítesis del laicismo.

Algunos no nos resignamos a que nos sigan considerando sus súbditos, ni su rebaño. Merecemos ser ciudadanos. En cambio, el Sr. Cotino demostró el jueves que se merece menos que nadie representarnos a todos.

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