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Argumentos materialistas contra la existencia (y la esencia) de Dios

Cuando un comunista, que coherentemente ha de ser marxista y materialista en lo filosófico, se posiciona respecto a Dios como ateo, no lo hace para enfrentarse a los creyentes y religiosos en el momento de desarrollar la acción política de unificación de masas contra enemigos comunes de clase, políticos y económicos, que incluso pueden ser ateos también o profesar la misma confesión religiosa de la mayoría de sujetos que se quiere ganar. Y, aunque hay personas que asumen buena parte del materialismo filosófico y político que el marxismo ha conseguido elaborar durante generaciones como doctrina aún siendo creyentes (como cuando el Partido Comunista de España durante la última etapa de la dictadura franquista y la Transición vio un aluvión de creyentes ingresando en sus filas), el comunista ateo tiene que tener argumentos de sobra, a pesar de todo lo dicho, para negar a Dios, y se le niega de verdad no solo negando su existencia, sino también su esencia.

Digo esto porque, desde hace mucho tiempo, prácticamente desde mayo de 1968 y el desarrollo de todo el postmodernismo filosófico y del postmarxismo actual, el ateísmo y el racionalismo más radical, que no debe ser confundido con el cientificismo ni con la sustancialización de la Razón pura que denunció Kant ni con el idem de cualquier disciplina del conocimiento (Economía Política, Filosofía, Politología, Sociología, Historia, Derecho, Física, Química, Antropología, etc.), ha quedado en un segundo plano como parte fundamental de la doctrina de toda concepción materialista de la vida política, esto es, de las acciones, configuraciones, construcciónes y producciones que hacen los sujetos racionales en toda sociedad política, produciéndola al mismo tiempo que ella les produce a ellos, y esta recíproca producción de significantes y significados, de instituciones, es la esencia dialéctica de toda sociedad política, y por tanto, de todo campo disciplinar más o menos cerrado, difuso y vasto que los sujetos políticos (los zoon politikon de Aristóteles) construyen, y son (re)(de)construidos por ellos de manera conjugada. Entre esos campos están las religiones, conjuntos complejos de instituciones cuya esencia, aquello que hacen que sean lo que son más allá de las ceremonias e instituciones racionales que siempre tienen y que les han permitido perdurar en muchos casos durante milenios, es la creencia en lo espiritual.

El comunista, un materialista práctico

El comunista, que es un materialista práctico como afirmaron Marx y Engels en La ideología alemana, tiene la obligación de poder contestar con contundencia a las ideas espiritualistas de otras corrientes doctrinales filosóficas o teológicas. Ya que aunque algunas estén más elaboradas que otras, todas giran en torno a lo mismo: la creencia en que es posible la voluntad y la racionalidad en seres infinitos y no necesariamente corpóreos, esto es, no necesariamente vivos ni muertos (y no hablamos de zombies, criatura hipotética que no está viva ni muerta, pero sería corpórea y finita).

Por todo ello, este artículo se justifica, a pesar de su apariencia académica,  para recordar que “el suspiro de la criatura agobiada”, “el corazón de un mundo sin corazón”, “el opio del pueblo” que dijo Marx sobre las religiones, es todo eso en muchas ocasiones, pero también es mucho más. Cuando el 95% de la población mundial es religiosa, cree en uno o varios dioses, incluso masivamente en países comunistas como la maoísta China o Cuba (donde hace poco se celebró un lamentable congreso de espiritistas) no basta con decir que ese 95% de la población mundial vive “sedada”, y menos cuando las religiones han sido fundamento también de revueltas y revoluciones políticas de bastante calado a la hora de subvertir un sistema sociopolítico injusto. Y que cada Partido Comunista debe contar en su nación con esa mayoría social religiosa para realizar cambios políticos trascendentales, pues esa mayoría social nacional religiosa es un espectro de la mayoría social religiosa a escala universal. Pero ello no es óbice para que desde una doctrina muy concreta (la concepción materialista de la vida política -la historia, la dialéctica, la cultura, la filosofía, estarían incluidas en esa vida política-) se plantee la negación absoluta de la esencia de aquello en lo que cree sin dudas ese 95% de la población. Y debe hacerlo en tanto que el comunismo ha sido, y todavía aspira a ser, un movimiento social y político masivo a escala universal a la misma escala que otras ideologías políticas masivas (liberalismo, socialdemocracia, conservadurismo) y también las religiones. De ahí que el balance entre la coherencia doctrinal y la masificación política y social de nuestro movimiento tenga que ser norma en el actuar nuestro siempre. Es decir, ha de haber un balance coherente entre nuestras acciones sociales y políticas y lo que pensamos sobre la idea de Dios.

Muchos tipos de ateísmo

El ateísmo no es una doctrina homogénea. Hay muchos tipos de ateísmo, enfrentados entre sí. Unos tienen más argumentación que otros. A mi juicio, el ateísmo, la negación de Dios y de dioses, debe ser en lo filosófico materialista, es decir, a entender que lo material es la totalidad de las cosas. Y no en sentido corporeísta-físico, sino mucho más radicalmente. El materialista no ha de “creer en lo que ve” única y exclusivamente, eso es muy burdo. La Realidad, todo lo que hay, abarca más allá de lo que podamos ver o sentir, pero que eso sea así no implica admitir la espiritualidad siquiera como posibilidad. La materia no es solo, como dije, lo físico-corpóreo, pues hay eso y hay otras materialidades, otros géneros de materialidad. En el Mundo existen más cosas que lo físico-corpóreo. El Mundo es la parte de la Realidad que conocemos, aprehendemos, comprehendemos y, sobre todo, producimos y nos produce a nosotros, y este Mundo no se ciñe solo a nuestro Planeta Tierra, sino a todo aquello que conocemos a nivel microscópico y macroscópico, a nivel sensorial-ideal y a nivel esencial-conceptual y filosófico-ideal, que no idealista. Lo que implica materialidades no solo físico-corpóreas. Habría unas materialidades espaciales y temporales, donde se encontrarían las materialidades físico-corpóreas pero también otras categorizadas en las distintas disciplinas científicas. Habría también unas materialidades aespaciales y temporales, como los pensamientos y sensaciones internas a cada sujeto, que son tan materiales como los órganos y el cuerpo del sujeto que los tiene (es evidente que no puede tener pensamientos y sensaciones un sujeto incorpóreo-espiritual, porque las sensaciones y los pensamientos implican voluntad y finitud). Y existen también unas materialidades aespaciales y atemporales, como son las propias de disciplinas como la Lógica, las Matemáticas (el número 3 no es físico-corpóreo, no va por la calle saludándonos, pero es tan material como un coche, un hueso o un planeta gasesoso), la Geometría o la Historia (tan materiales como las reliquias del pasado son los relatos de aquellos sucesos que ya no son pero que fueron).

Todas estas materialidades conforman el Mundo, producido y aprehendido por nosotros, sujetos materiales y racionales que durante generaciones lo hemos construido porque todos participamos de un Yo lógico y trascendental que nos ha permitido hacerlo. En esa dialéctica entre nuestro Yo lógico y trascendental y el Mundo hay un tercer elemento que desde una posición materialista no se puede desdeñar, y es aquella parte de la Realidad que no conocemos, que está por ser “conocida”, comprehendida y producida y, en algunos casos, que no conoceremos jamás. La Realidad abarca mucho más que el Mundo y nuestro yo lógico y trascendental, siendo ese Mundo una parte ínfima de la realidad, y nosotros un sujeto productor del Mundo al mismo tiempo que estamos insertos en él de manera necesaria e inevitable, pues en la producción del Mundo ese mismo Mundo nos limita sobremanera, pues no podremos jamás cubrir con nuestras operaciones racionales ese Mundo, y menos aún la Realidad misma, aún habiendo esa dialéctica dentro de la Realidad entre Mundo, Yo lógico-trascendental operatorio y esa parte de la Realidad inabarcable como idea-límite que Gustavo Bueno llamó “materialidad ontológico-general”.

Sobre estos fundamentos ontológicos materialistas se asentaría mi ateísmo, pues en esta concepción de la Realidad no caben en absoluto los seres espirituales como los dioses, ni en el Mundo, ni en nuestro Yo (hay que calificar como estúpida la idea de Descartes de que el alma está en la glándula pineal, que asumen crédulos como Eduardo Punset en pleno siglo XXI en su libro El alma está en el cerebro) ni en la “materialidad ontológico-general, en la cual hay algo pero entendido como “idea límite”, es decir, ni hay dioses, ni hay espiritualidad, ni no hay “nada” (la idea de “nada” es una idea límite que solo tiene sentido si se la compara específicamente con la idea de que había ahí algo concreto antes o con otro lugar donde hay algo concreto). Esta es la primera pata de mi ateísmo: no hay ni un solo lugar de la Realidad (Mundo, materialidad ontológico-general o Yo lógico-productor trascendental) en el que quepa Dios, porque el fundamento de todas las partes de la Realidad es la materia en cada una de sus especificidades antedichas. Por eso soy materialista, porque no concibo lugar alguno en la Realidad (idea tremendamente vasta e inabarcable en la imaginación aunque sí comprensible filosóficamente) en el que quepa lo espiritual, y solo lo material.

Nada más allá de la realidad

Si concibo lo espiritual como imposible, no puedo concebir la existencia de Dios, de satán, de ángeles, de demonios o de fantasmas. No niego que en el Mundo pasen cosas raras sin explicación, pero no les doy connotación espiritual, sino que deben caber otras explicaciones, y si no las hay, pues no pasa nada. Es decir, no puedo creer en un “más allá de la realidad” en sentido esotérico-espiritual, pues no hay nada más allá de la Realidad, es imposible, pues la Realidad es todo lo que hay, incluidos esos fenómenos extraños que, insisto, pueden tener y tienen explicación, y si no la tienen la Realidad va a seguir siendo. ¿Esto significa que solo puedo admitir los fenómenos del Mundo, de la Realidad, explicados racional y científicamente? Desde luego, sí, pero no del todo, no necesariamente. Las ciencias no pueden explicarlo todo, y deben limitarse a sus campos propios de funcionamiento. Pero sí creo que la Razón, la racionalidad más radical, debe tratar de intepretar las cosas. En las religiones como ya dije hay mucho de racionalidad, y creo que de ahí su éxito histórico. Pero tenemos otras disciplinas: la filosofía, el derecho, la Historia, la antropología, luego está la filosofía mundana de cada uno (el llamado “sentido común”).

Hay dos ideas, dos patas más, sobre Dios y los dioses que me parecen determinantes para negar su existencia, e incluso la esencia misma de Dios. Una más importante que otra, eso sí. Esta sería lasegunda pata. Si yo defino esencia como “aquello que hace que una cosa sea la que es en distintos contextos espacio-temporales”, me pregunto, ¿cuál es la esencia de Dios? Pues ahí cada religión nos dirá una cosa, aunque lo que todas tienen en común es que es un Ser con voluntad propia y es infinito. Yo niego que la voluntad implique infinitud, porque para tener voluntad todo ser debe tener limitación espacial y temporal (corpórea). Algunos aducirán que al negar a Dios dentro de la Realidad puede estar fuera, pero yo digo que no hay nada fuera de la Realidad. Y otros dirán que admito la existencia de materialidades atemporales y a espaciales, y que no incluyo a Dios ahí. Evidentemente, la aespacialidad y atemporalidad de esas materialidades implica que no son físico-corpóreas, ni son meras sensaciones internas de cada sujeto(sensaciones que, para producirse, implican corporeidad y finitud). Pero esas realidades aespaciales y atemporales son también producciones objetivas, concretas e históricas, solo que trascendentales, dentro del Mundo, un Mundo que, aunque lo “trasciendan” en sentido ontológico y lógico-operatorio, es finito, algún día acabará. Y con ese fin, llegará el fin de todas las materialidades, incluidas las aespaciales y atemporales (las esencias platónicas son parte del Mundo, y no pueden escapar de él).

Claro que esta es la crítica menos importante. A un creyente le da igual que la voluntad implique finitud y corporeidad, pues el espiritualismo implicará la idea de que hay seres con voluntad y racionalidad incorpóreos e infinitos, que además existen sin causa exterior a ellos que haya provocado su existencia. Y ahí entra la otra crítica, la tercera pata, y que a mi juicio es la de más peso para combatir el deísmo en cualquiera de sus facetas.

La crítica de Spinoza

La más importante crítica a Dios la realizó el filósofo judío-holandés de orígen hispano-portugués Baruch Spinoza. En su libro Ética afirma que la sustancia es “aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa” (Parte Primera -De Dios-, Definición III). Spinoza define a Dios como “un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita” (Parte Primera, Definición VI). Y causa de sí la define como “aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza solo puede concebirse como existente” (Parte Primera, Definición I). En esta Primera Parte (De Dios) de la “Ética”, Spinoza define a Dios, pero al hacerlo lo que realmente hace es indefinirlo, es decir, destruir la idea de Dios. ¿Por qué?

Para Spinoza, y para todo materialista que se precie (también un comunista coherente), esencia y existencia tienen que estar conjugadas. Si Dios es una sustancia, y la sustancia existe en sí y se concibe por sí, además de deber tener voluntad e infinitud, no puede existir, porque no puede existir algo infinito y con voluntad que se conciba en sí y por sí sin el concepto de otra cosa, porque no puede existir nada que no tenga influencia de algo fuera de ese algo que existe. Ergo Dios no puede existir, y además no tiene esencia porque no puede existir en distintos contextos.

Dios no existe ni tiene esencia porque:
  1. No cabe la existencia, ni por tanto, la esencia de algo infinito y concebido por sí mismo y a causa de sí mismo dentro de ningún lugar de la Realidad, de todo lo que hay en el sentido que hemos dicho en esta entrada, porque la esencia de todo lo que hay, la totalidad de todas las coas en la Realidad, es material en cada una de sus posibles variedades. Y la materialidad implica infinitud genérica pero también finitud específica. De ahí la acusación de panteísta a Spinoza, pero la idea de Dios nunca ha sido material (salvo cuando Dios se hizo corpóreo en la figura de Cristo, pero esto es teología, y además es imposible), y por tanto, no cabe en ninguna religión organizada mayoritaria ni asomo de panteísmo, en tanto que, además, el panteísmo solo abarcaría, en teoría, al Mundo, y no a la totalidad de la Realidad que nosotros hemos definido.
  2. No cabe la existencia, ni por tanto, la esencia de algo infinito y concebido por sí y a causa de sí mismo que tenga voluntad y sea racional. Todo sujeto racional es finito, corpóreo y su racionalidad está determinada causalmente por otros sujetos racionales corpóreos, por el Mundo donde está inserto y por las operaciones aprehendidas, comprehendidas y “perfeccionadas” que este sujeto pueda desarrollar. Y toda voluntad y racionalidad implica limitación espacio-temporal dentro de la Realidad y dentro del Mundo, y nunca “a través de la Realidad” o “más allá de la Realidad”. Quien piense eso está ya en el campo de la metafísica espiritual, que el materialismo ateo niega.
  3. No cabe la existencia, ni por tanto, la esencia de algo infinito y concebido por sí y a causa de sí mismo porque no hay nada en la Realidad que se haya concebido por sí y sea en sí, no hay nada en la Realidad que no haya precisado el concepto de otra cosa. No hay nada en la Realidad que tenga esencias eternas e infinitas (quizás solo la Realidad misma, si se entiende que la esencia de la Realidad esta en Ser Realidad), porque ninguna esencia es eterna e infinita, ni como atributo ni como sustancia. No hay nada en la Realidad, además, que sea causa de sí y que tenga esencia, pues la esencia, finita siempre, implica existencia, finita también siempre. En conclusión, no tiene cabida Dios en la Realidad, ni la tiene fuera porque no hay un fuera de la Realidad, y además Dios no es la Realidad, la cual es material, genéricamente “infinita” pero específicamente finita en cada una de sus partes, sobre todo en el Yo lógico-productor trascendental y en el Mundo, partes necesarias para entender tanto la materialidad ontológico-general como la Realidad misma. No hay comprensión de la Realidad sin nosotros y el Mundo, pero no hay, al mismo, tiempo, un nosotros y un Mundo si no hay Realidad.

Estos argumentos ateos y materialistas los he expuesto con un propósito: devolver, en la medida de lo posible, a la actualidad del siglo XXI el debate sobre la Razón y la racionalidad al campo materialista práctico del revolucionario comunista. Y, por ende, que este materialismo práctico, político, siendo consciente de cómo son las sociedades donde ha de moverse y evolucionar, tener argumentos necesarios para enarbolar de nuevo la lucha contra el oscurantismo y la “magia”. Pues en esa magia se incluye, esencialmente, la idea de Dios (una paraidea en definitiva). De ahí este texto.

Santiago Armesilla  Doctor en Economía por la UCM en el programa de Economía Política y Social en el Marco de la Globalización

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