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Argentina: El peligroso cruce de religión y política en época de elecciones. El obispo de Cáritas en un acto del Frente de Todos

La preservación de la imparcialidad es clave para la Iglesia. Por eso, la presencia del obispo Carlos Tissera en un acto del Frente de Todos generó controversia.

Los clérigos, por definición, son fuente y signo de unidad en la comunidad. Se parte, claro, de que la creencia debe estar por encima de las diferencias partidarias, precisamente porque las fuerzas políticas son una parte, no el todo (dicho sea de paso: bienvenido el pluralismo). Una partidización de los clérigos o, peor aún, de una religión rebajaría su mensaje y le quitaría universalidad. Además de que no la volvería confiable para toda la sociedad.

Por eso, es tan importante para su salud espiritual y el bienestar de la comunidad que vuele alto. No solo ser independiente, sino parecerlo. Ello implica tomar recaudos. Entre otros, estar bien lejos de las campañas políticas en tiempos electorales. Eso sí: cada partido tiene derecho a decir lo que le plazca respecto de las religiones y sus demandas, siempre que sea con respeto. Y las religiones, a recitar sus premisas. Punto.

Esta cuestión cobró vigencia en los últimos días con motivo de la asistencia del obispo de Quilmes y presidente de Cáritas, Carlos Tissera, en un acto en el que el candidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández, presentó un plan contra el hambre que, en caso de ganar las elecciones, se propone llevar adelante, y que incluye el concurso de diversos sectores, incluidas las confesiones religiosas.

La presencia de Tissera suscitó críticas que lo obligaron a salir al ruedo para aclarar su situación. Por lo pronto, el titular de Cáritas consideró que la convocatoria no fue partidaria, sino para presentar un programa sobre una cuestión social relevante y que su institución decidió asistir por la temática y porque fueron invitadas las principales confesiones religiosas.

Subrayó, además, que “no se trata de estar del lado de un partido político porque la iglesia no hace opciones partidarias”, sino que su opción son “los más débiles y desprotegidos”. Y consideró que “en una emergencia debemos superar la mirada partidaria”. Por lo demás, dijo que también respondió en los últimos años a convocatorias del gobierno nacional y bonaerense.

Más allá de las buenas intenciones de Alberto Fernández y del obispo Tissera, el acto se inscribió en las acciones de campaña. De hecho, en este tiempo los candidatos hacen propuestas (con frecuencia, bastante pocas) y revelan planes sobre las más diversas problemáticas. Y está muy bien. El votante debe saber qué quieren hacer y cómo lo harán si ganan.

Mientras tanto, los clérigos deben estar lejos. Después, si el que gana los convoca para colaborar por ejemplo en la lucha contra el hambre, podrán ser de la partida, siempre cada uno desde su papel específico. El acuerdo de 1966 que rige las relaciones entre el Estado argentino y la Iglesia católica establece el principio de autonomía y cooperación.

Tampoco es bueno en tiempos electorales que los candidatos aparezcan en celebraciones religiosas (Macri fue el mes pasado por primera vez como presidente a la festividad del Señor y la Virgen del Milagro, en Salta), recibió en Olivos imágenes religiosas y rezó con pastores evangélicos (además de pronunciarse por las dos vidas).

También en estos casos uno puede creer en las buenas intenciones del candidato, pero la duda de que lo haga ahora por conveniencia electoral es fuerte. Y dar la impresión de que se está usando lo religioso con fines políticos es penoso. Daña al candidato y a la confesión religiosa.

En el caso de la Iglesia católica en la Argentina, la preservación de la imparcialidad es clave ante la eventualidad de que deba jugar un papel apaciguador ante un conflicto, como ocurrió tantas veces en el pasado. Pero para eso, todos los actores deben confiar en ella.​

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