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Argentina, el paraíso de las devociones populares

La creencia afirma que vuelve invulnerables a sus devotos a daños, maleficios y desgracias, además de atraer la buena fortuna y el amor.

Casi 700 mil fieles se congregaron ante el santuario del Gauchito Gil en Corrientes. A nivel regional, nuestro país tiene una gran cantidad de íconos y supera a Brasil, México y Perú, cuyas expresiones de fe se vinculan con los pueblos originarios.

Hoy, miles de personas se congregarán en los distintos santuarios levantados por todo el territorio argentino en homenaje al Gauchito Gil. Es el domingo que le sigue a la fecha en que los fieles del santo de los pobres lo recuerdan. Un 8 de enero, Antonio Mamerto Gil Núñez fue asesinado salvajemente y ese mismo día también realizó su primer milagro. Nada menos que a favor de su verdugo. Mejor dicho, de su hijo enfermo.

Hay más certezas acerca de los milagros que puede hacer este santo profano que de su historia o de la historia que originó semejante devoción y que lo instaló en la cultura popular sudamericana. Entre el 1º de enero y el 8 pasaron por la ciudad correntina de Mercedes unos 700 mil fieles. Sólo el martes “unas 200.000 personas se congregaron frente al santuario del santo pagano”, afirmó La Nación.

Aunque son varias las versiones que la transmisión oral hizo perdurar por estos 135 años, todas poseen su componente popular. Se dice que se amaron con Estrella Díaz de Miraflores, una rica estanciera que era pretendida por el comisario, y que por eso tuvo que huir a la Guerra del Paraguay. Una de las versiones afirma que desertó allí y no después, como cuenta otro relato. Se dice que fue un peón rural explotado y luego se volvió un gaucho matrero. Pero siempre acusan delincuencia los comisarios no correspondidos. También se dice que en su cuatrerismo robaba a los ricos para dar a los pobres. Incluso, que conformaba una banda organizada a tales fines, la que estaría ensañada con los liberales, víctimas eternas de la historia política argentina.

A su regreso de la Guerra de la Triple Alianza se encontró con que su provincia, Corrientes, atravesaba una guerra civil. No eligió cuando lo reclutaron los del Partido Autonomista para pelear contra el Partido Liberal. El partido Autonomista era una escisión de los viejos unitarios que se había formado para oponerse a la federalización de Buenos Aires. Gil, que siempre fue federal, no estaba del lado que más quería y esta sería la historia que justifica la deserción de la otra versión. Como sea, la cosa termina que es capturado por la partida que lo buscaba por una u otra deserción, es colgado de las piernas y degollado. Algunos dicen que no le dispararon porque el gauchito era devoto de San la Muerte y existía la superstición de que su figura, que colgaba invariablemente del cuello de Gil a modo de talismán, lo protegía de las balas.

Antes de ser ejecutado, quien también se conoce como Curuzú Gil (curuzú es cruz en guaraní), le advirtió al comandante Salazar que iba a matar a un inocente y que cuando llegara a su casa encontraría a su hijo muy enfermo, pero le aseguró que si rezaba en nombre suyo, sanaría. Así sucedió. Entonces el oficial volvió al lugar donde habían abandonado el cuerpo y le dio cristiana sepultura.

El culto al Gauchito Gil dejó de ser de exclusividad de la provincia de Corrientes para pasar a ser patrimonio del resto del país. Se lo venera fuertemente en el Chaco, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y hasta en Tierra del Fuego. En la ciudad de Buenos Aires hay un santuario en el barrio de Chacarita, en la plaza que está justo frente al cementerio, como si aún tuviera vedado el ingreso al campo santo, igual que tiene al universo iconográfico de la Iglesia. También está muy extendida su presencia en territorio bonaerense. En Marcos Paz, Cañuelas, Merlo, Florencio Varela y Alejandro Korn, por ejemplo, a donde la migración interna llevó a muchas familias litoraleñas, esta semana se celebró al ritmo del chamamé con asado y empanadas. Pero también se espera hoy una gran convocatoria de fieles en José C. Paz y La Matanza. Desde el anteaño pasado, una ordenanza del Municipio de Berazategui denominó “Gauchito Gil” al tramo de la calle 21A que va de la Ruta 36 hasta la avenida Dardo Rocha.

Pero no es sólo el gauchito, son muchos los santos, mitos y leyendas populares que existen tanto en la Argentina como en el resto de la América latina. Por ejemplo, San la Muerte, uno que está fuertemente ligado a Gil, ya que muchos devotos de uno lo son del otro.

Si la figura del gauchito reúne el padecimiento de la injusticia como el del abuso policial y el de los hacendados, la representación de un Robin Hood correntino y la ética de negarse a pelear contra sus hermanos, la de San la Muerte se asienta en un sincretismo que congrega sus raíces guaraníes con elementos de la fe católica, venidos de la misiones jesuíticas, y con creencias africanas aportadas por los esclavos. Igual que el Gauchito, este santo esquelético, de capucha negra y que porta una guadaña, no es reconocido por la Iglesia católica. Sin embargo, para que los amuletos con su imagen tengan el atributo protector deben ser bendecidos por un cura católico. Cosa que sus fieles hacen ocultando el amuleto debajo de una estampita que ningún sacerdote se negaría a bendecir. Lo que se conoce como “bendiciones robadas”. Después, hay que llevar el objeto durante siete viernes consecutivos a siete iglesias distintas.

Se le asigna ser el santo de narcos, pandilleros, sicarios y ladrones. La creencia afirma que vuelve invulnerables a sus devotos a daños, maleficios y desgracias, además de atraer la buena fortuna y el amor. Se le piden gracias o daños para los enemigos. A cambio, se le promete una ofrenda cuyo incumplimiento es fatal. Se le suele obsequiar golosinas, whisky, cigarrillos o flores. Otro de sus atributos es conceder la gracia de una larga vida pero, a cambio, el santo se lleva algún ser querido antes de tiempo.
Sus devotos se concentran en Paraguay, en el noreste de Argentina, Corrientes, Misiones, Chaco y Formosa y en el sur de Brasil (Paraná, Santa Catarina, Río Grande del Sur). Hace más de medio siglo que se ha extendido por algunas zonas de la provincia de Santa Fe y de la Capital Federal pero, especialmente, se ha arraigado en el Gran Buenos Aires. No hay acuerdo entre las diferentes regiones sobre el día del año asignado a su celebración. Según el lugar se festeja en su honor todos los 13 de agosto, en otros, los 15 y hay donde se lo celebra los 20 de agosto. Para el culto a San La Muerte, además, son muy importantes los Viernes Santo y el Día de los Fieles Difuntos.

Tan milagrosa como el Gauchito Gil y propagada a lo largo y a lo ancho de nuestro país es la Difunta Correa. Y, como aquel, también sufrió los avatares de la política argentina.

Deolinda Correa murió de sed bajo el sol furioso del desierto sanjuanino, cerca de la ciudad de Caucete, cuando salió con su bebé en brazos a buscar a su marido que había sido tomado prisionero en el marco de los enfrentamientos entre unitarios y federales. Cuenta la historia que, cuando la mujer se sintió morir imploró a Dios que salvara a su hijo, el que fue encontrado a los tres días por unos arrieros que no supieron explicarse cómo sobrevivió el niño mamando de los pechos vivos de su madre muerta.

Los arrieros primero y los camioneros después fueron los responsables de difundir este culto que lleva 172 años. Pequeños altares, oratorios y nichos atestados de botellas de agua pueden verse en todas las rutas argentinas. Su santuario principal está ubicado en Vallecito, Caucete, en medio de un desierto de arena y piedra, a un lado de la Ruta Nacional Nº 20, en el km 62, donde se une la ciudad de San Juan y las provincias de La Rioja y Catamarca.

La celebración principal es en Semana Santa, cuando se congregan varios miles de fieles, pero también es multitudinaria la asistencia el Día de las Ánimas, y para la Fiesta de los Camioneros y la de los Gauchos, que duran varios días. Los camioneros suelen hacer una caravana desde la ciudad de San Juan y llegando a Caucete empiezan a tocar bocina hasta tocar el Santuario, que está abarrotado de ofrendas de todo tipo. Entre cartas, fotos, sables, instrumentos musicales, vestidos de novia y ropa de bebés se puede encontrar un pantaloncito que perteneció a Carlos Monzón, un casco de Luis Di Palma, una camisetas de Vélez firmada por todos los jugadores o los guantes de Nicolino Loche. Sin embargo, un documento rubricado por el Episcopado Argentino el 19 de marzo de 1976, declara a este fervor “ilegítimo y reprobable” y, tras el golpe de Estado, la Junta Militar prohibió el culto e intervino la fundación que lo administra.

No termina ahí la lista de los santos populares del sur americano. Argentina es prolífica en la materia. Está, por ejemplo, el culto a Pancho Sierra, a Antonio María y a Curuzú José; a los gauchos Juan Francisco y Olega; a los angelitos Adrianita, los Lucas Hallao, Miguelito y Pedrito Sangueso y, entre muchos más, también hay que contar a los ídolos canonizados por el pueblo, como las santas Gilda y Evita o, en menor medida, Gardel, Rodrigo y Garrincha. La fama de este último, a pesar de ser brasilero, trascendió a los países vecinos, sobre todo a la Argentina. Motivo por el cual en 1985 dejó Uruguayana y se instaló en Buenos Aires.

La fe de latinoamérica. En el resto de la región latina son pocos los santos que penetraron en la población. Predominan los personajes míticos de la cosmovisión de los pueblos originarios. Las fiestas en homenaje a San Juan se celebran en todos los países de Latinoamérica, por ejemplo. San Cayetano y Santa Rosa de Lima también están bastante extendidos. De las deidades más importantes en todas las regiones con predominio cultural de pueblos originarios hay que contar a la Pacha Mama. Su santuario es la Apacheta, un montículo de piedras ante el que los fieles del noroeste argentino, Perú y Bolivia dejan ofrendas y piden salud y que aleje las desgracias.

En el noroeste argentino y en Bolivia, otra deidad es el esposo de la Pacha Mama, el Huayra Tata, que es el dios de los vientos y los huracanes. Bolivia también comparte con Chile la creencia en el Gualicho, el genio del mal. Para los mapuche chilenos y argentinos, una araña vieja llamada Llalin Kushe es la Nguen (dueña) del hilado y del tejido, protectora de las tejedoras. En el país trasandino también existe el Nguenechen (dueño o dominador de la gente), que es la voz mapuche para nombrar al Dios cristiano. Y la Pincoya, protectora de los mariscos y peces de la costa.

Brasil tiene la leyenda amazónica del Tamba-Tayá, un árbol que creció en el lugar en que un indio tupí se enterró vivo junto a su amada fallecida. Muy parecida a la leyenda de Anahí, una joven aborigen presuntamente quemada en la hoguera por los españoles y su martirio la transformó en la Flor del Ceibo. Paraguay cree en Jasy Jatere, al que se considera el Cupido guaraní y portador de la fecundidad. En ciertos lugares de la Sierra ecuatoriana, los campesinos practican un ritual de fertilidad que consiste en vestir papas como si se tratara de muñecas, y las indias suelen entonces dormir con estas muñecas para ser fecundas.

La gran divinidad del cielo en México y América Central es Tlaloc, el de un solo ojo, quien rige las nubes y las lluvias y guía los rayos. Parecido al Chiqui, dios peruano que fue adoptado en el noroeste argentino y produce precipitaciones en abundancia.

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