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Arabia Saudí, entre reformas y propaganda

Titulares recientes presentan a Arabia Saudí como un país que avanza hacia la modernidad: mujeres asistiendo a partidos de futbol y conduciendo, familias yendo al cine, turistas visitando sus playas. Estos y otros aligeramientos de restricciones características del país forman parte de un plan impulsado por el joven y ambicioso príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán (MbS), que reposa sobre tres pilares.

En el plano económico, el Plan Visión 2030 tiene como objetivo preparar al país para la era pospetróleo gracias a prioridades como dinamizar la economía, eliminar subvenciones e introducir impuestos, dar forma a un nuevo mercado laboral cuyo pilar sería la llamada ‘saudización’ y sacar a bolsa un 5% del gigante estatal de la energía para crear el mayor fondo soberano del mundo.

Nuevo contrato social

Va tomando forma así un nuevo contrato social que rompe con el modelo de redistribución sistemática de los ingresos petrolíferos y obliga a que los ciudadanos comiencen a apretarse el cinturón. Las mujeres juegan un papel fundamental. Tomemos por ejemplo la ‘pequeña revolución’ de las mujeres al volante, recibido con satisfacción tanto por activistas como por fabricantes de automóviles, compañías como Uber, familias saudís que ahora necesitan dos salarios para hacer frente a los gastos del hogar, o mujeres licenciadas de sobra preparadas para crear o modernizar empresas.

Las reformas económicas no están siendo tan exitosas como en un primer momento se preveía, y las autoridades saudís se han visto obligadas a reformular los planes de implementación del Plan Visión 2030, reconociendo que muchos de sus objetivos eran excesivamente ambiciosos y que unas reformas aceleradas podrían producir efectos perniciosos en el tejido económico y social. Un mayor precio del petróleo les ha garantizado en este sentido un margen de maniobra ampliado.

Ocio y entretenimiento

El segundo pilar del plan son reformas en el ámbito social. El Plan Visión 2030 añade a sus fines el crear espacios de ocio y entretenimiento. La mitad de la población tiene menos de 25 años y es ‘víctima’ de una tensión irreconciliable entre globalización y doctrina wahabí en ocasiones asfixiantes. La mayoría ha estudiado en el extranjero y sus expectativas son tremendamente altas. El objetivo es desviar su atención hacia actividades ‘occidentalizadas’ y evitar por todos los medios la politización que podría llegar de la mano de una mejor formación, una creciente conciencia social y un desapego hacia tradiciones encorsetadas.

Lejos del ‘reformismo liberal’ al que Thomas Friedman se refirió en un polémico artículo en el ‘The New York Times’, el estilo adoptado por MbS bebe del despotismo ilustrado del siglo XXI: un marco de liberalización autocrática marcado por una expansión de las libertades sociales y económicas populares entre los jóvenes, que al mismo tiempo estrecha el espacio para cualquier crítica o insuficiente apoyo. La represión desprende cierto aire populista y no entiende hoy por hoy de clases o color de la sangre: nadie está por encima de la ley (salvo quizá el propio MbS).

El tercer pilar de la estrategia saudí se basa en una campaña de gestión de imagen multidimensional y cada vez más sofisticada para desviar la atención de su fracaso en todas y cada una de sus incursiones extranjeras -Yemen, Qatar- y mantener satisfechos a gobiernos extranjeros e inversores, deseosos de relacionarse con una economía moderna de imagen exterior amable. La carta del cambio incremental sirve para justificar el inmovilismo flagrante en campos como el respeto a las libertades, la democracia o la tolerancia.

Futuro oscuro

La triste realidad es que ni hombres ni mujeres saudís son verdaderos ciudadanos de un país que parece no tener claro su futuro. Un país cuyo Príncipe Heredero no se ha mostrado todavía plenamente capaz de gestionar las expectativas propias y ajenas, y que en ocasiones parece no disponer de estrategia realista. Aunque varias de sus reformas son populares, un número no desdeñable de medidas no está produciendo los resultados deseados.

Los parches temporales no garantizan el futuro cómodo prometido a los saudís, sobre todo cuando se reduce el margen de maniobra para la cooptación. Mucho dependerá de los inversores extranjeros, que aún sopesan la conveniencia de arriesgar sus activos en una economía que no dispone de un sector privado suficientemente fuerte, o siquiera de la transparencia y estabilidad que las reformas proyectadas mientras el mundo sigue centrado en pequeños gestos.

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