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Antonio Gómez Movellán, presidente de Europa Laica: “Hoy la iglesia, como corporación, tiene más poder que en el franquismo”

“La caridad de la Iglesia con los pobres es un factor decisivo a la hora de derechizar a la sociedad, política y socialmente”.

“Caudillo de España por la gracia de Dios” se leía en las monedas que, con la cara de Franco, circulaban en este país desde 1946. La Iglesia católica, que legitimó el franquismo calificando la guerra civil de “cruzada” y de “guerra santa”, fue recompensada con los privilegios suscritos en el Concordato que el dictador firmó con la Santa Sede en 1953. En la transición, los hijos del franquismo se apresuraron a renovarlo. Durante la elaboración de la Constitución de 1978, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, y el Secretario de Estado de la Santa Sede, Jean Villo, negociaron en secreto los acuerdos para mantener los privilegios de la Iglesia. Los firmaron el 3 de enero de 1979, cinco días después de la entrada en vigor de la Carta Magna. Se encargaron de dejarlo todo atado y bien atado. Y ahí sigue, atado, hasta que alguien tenga voluntad política para desatarlo.

Europa Laica nació en 2001 con el objetivo de acabar con esos privilegios: reivindican un Estado laico y la separación de la Iglesia y Estado. Antonio Gómez Movellán, licenciado en Historia y diplomado en Derecho Constitucional, fue uno de los fundadores de la organización, junto al ex-diplomático Gonzalo Puente Ojea, entre otros. Hoy es el presidente de Europa Laica, tomando el relevo a Francisco Delgado.

MUNDO OBRERO: Hay muchos parámetros para evaluar la calidad de la democracia de un país. ¿Se puede decir que el nivel de laicismo es uno de ellos?
ANTONIO GÓMEZ:
 El laicismo no es una ideología, es algo indisociable a la democracia. Tan indisociable como puede ser la separación de poderes o el principio de representatividad de los ciudadanos. Cuando una democracia es más oligárquica es menos laica y cuando es más popular es más laica.

M.O.: ¿Y en qué situación estamos en España?
A.G.:
 En España tenemos una democracia oligárquica poco laica. La Constitución española no hace una proclamación del laicismo estatal. Todo lo contrario. Dice que los poderes públicos están obligados a colaborar con la Iglesia católica y otras religiones, pero particularmente con la católica.

Hay que tener en cuenta que esa Constitución se hizo en momentos difíciles en que los poderes fácticos presionaban sobre el legislador. Además en esos momentos se firmó una prórroga del Concordato fascista de 1953 en lo que se llamó los acuerdos de 1979 por los que se prolongaron los privilegios que la iglesia tenía en el nacional catolicismo. Y ese sistema jurídico político basado en los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, no se ha cambiado nada desde entonces hasta hoy.

M.O.: Lo que sí ha cambiado, y mucho, es la sociedad; cada vez hay menos bautizos y bodas religiosos, y más jóvenes que se declaran no creyentes.
A.G.:
 La sociedad es mucho más secular. Y la mejor forma de medirlo estadísticamente es a través de los ritos de paso. Por ejemplo, sólo uno de cada tres matrimonios se realiza por el rito católico y el resto por el civil. Según las encuestas del CIS, en las sociedades más secularizadas, como ocurre en el País Vasco y Cataluña, entre el 68 o 70% de los jóvenes declara no creer en Dios o no tener ninguna religión. Aunque hay muchas desigualdades regionales, y no es igual en Murcia o Andalucía que en Cataluña, el promedio nacional de no creyentes o agnósticos es del 30%. En España, igual que ha pasado en otros países donde el catolicismo tenía un peso muy importante, como Portugal y Grecia, han cambiado mucho las mentalidades sociales.

M.O.: Entonces, ¿por qué la sociedad camina por un lado y la Iglesia por otro?
A.G.:
 Porque aunque la sociedad se vaya secularizando, la relación entre las instituciones y la iglesia ha evolucionado poco. Los poderes fácticos siguen pesando mucho. En la Transición, la iglesia católica hizo una especie de blanqueamiento para garantizar sus privilegios en la democracia. Los acuerdos con el Vaticano prolongaron esos privilegios, fundamentalmente en el terreno de la enseñanza y de la financiación.

Y ahora nos encontramos con una paradoja y es que la iglesia, como corporación, tiene más influencia hoy que en el franquismo. No me refiero a la influencia social ya que el nacional catolicismo, cuando el Estado dijo que la moral pública sería la moral de la iglesia católica, tuvo un coste social en las mentalidades del que todavía no nos hemos recuperado. Existe una responsabilidad histórica de la iglesia católica por el daño que produjo en la sociedad, al imponer su moralidad a todo el mundo.

M.O.: ¿Dónde ha reforzado su poder la iglesia?
A.G.:
 En los servicios sociales y en su influencia en la Universidad, en los estudios de posgrado universitarios y en los hospitales. En este sentido nunca ha tenido tanto poder en España. Controla prácticamente el 80% de la escuela concertada. Tiene además una influencia muy fuerte en la red hospitalaria privada. En la privatización de la universidad a la que estamos asistiendo, la iglesia controla más de la mitad de las universidades privadas. En los estudios de máster, sobre todo en los vinculados a la preparación de ejecutivos y de la banca española, la iglesia es el número uno con los jesuitas y el Opus Dei.

En los servicios sociales es impresionante. Los ayuntamientos los están derivando, desde hace tiempo, a los servicios sociales de la Iglesia, como Cáritas entre muchos otros. Por ejemplo, según el Ministerio de Trabajo hay cerca de 500.000 plazas en residencias de ancianos y aproximadamente 250.000 de esas plazas están en poder de las órdenes religiosas españolas. Es una vergüenza que tengan más plazas que todas las administraciones públicas, a parte del negocio que esto significa.

También hay personajes que llevan robando del erario público desde los años 60, como el famoso Padre Ángel. Todo esto genera una ideología reaccionaria al enfrentar la caridad a la solidaridad social. Es curioso que en los años centrales de la crisis, en 2011 y 2012, las imágenes que se mostraban eran básicamente dos: las colas ante los comedores de la iglesia católica y los desahucios. La iglesia intenta ser el portavoz de los más pobres frente al Estado.

Y también tienen mucha fortaleza en los medios de comunicación.

Como corporación ha ido ganando peso no solo en España sino en todo el mundo. Además, las legislaciones en los países occidentales favorecen a las organizaciones religiosas aplicándoles, por ejemplo, exenciones fiscales más favorables y desgravaciones fiscales a las donaciones, lo que a su vez abre vía para la defraudación y lavado de dinero negro de la Iglesia.

M.O.: Entre todos estos tentáculos que tiene la Iglesia, la educación, además del negocio que supone, desempeña un papel primordial en la formación y custodia de las conciencias. ¿Qué contrapone la escuela laica frente a ese modelo?
A.G.:
 La religión en la escuela es una aberración. Se dice que los padres tienen derecho a elegir la educación de acuerdo a las convicciones que tengan. Esto implica, de alguna manera, un reconocimiento explícito al adoctrinamiento de menores en una convicción e ideología particular. Además de ser una aberración pedagógica, desgraciadamente se ha introducido en los tratados de derecho internacional, incluida la Declaración de Derechos Fundamentales de la Unión Europea del año 2000. Es evidente que el lobby católico y de las religiones está siempre alerta para que sus intereses se reflejen en las normas de derecho internacional. Frente a esto, nosotros defendemos la educación laica como elemento emancipador de los particularismos religiosos, familiares y de las constricciones sociales de las niñas, niños y jóvenes.

La escuela laica también significa una escuela de igualdad de oportunidades para todo el mundo. En ese sentido no puede haber una escuela privada que sea laica. El sistema educativo en España está segregado, y cada vez más, de manera que, si no se cambia, va a haber unos colegios para clases medias y altas, que son los llamados concertados y privados, y la escuela pública para el resto.

La OCDE dice que en España, que es uno de los países donde más ha crecido la desigualdad en los últimos años, el segundo factor de desigualdad es el sistema educativo que tenemos, que genera una segregación social del alumnado. Y en eso está colaborando la Iglesia Católica. A parte de que la Iglesia está en todos los centros, a través de los más de 18.000 catequistas que tienen en el sistema educativo.

Ocurre en toda Europa, incluso en la laica Francia. La nota positiva la pone el partido laborista británico que en su último congreso aprobó acabar con la escuela privada.

M.O.: La religión más ultraconservadora se fortalece en diferentes rincones del mundo, desde la presidenta golpista de Bolivia que entra al gobierno con la Biblia en la mano, a los evangelistas empoderando a Bolsonaro en Brasil. ¿Qué está pasando?
A.G.:
 Se pensaba que el desarrollo científico-técnico iba a acabar con la religión, pero lo que hay es un repunte del encantamiento de la religión a nivel mundial.

Estados Unidos es una especie de teocracia donde la religión tiene muchísima importancia y, como hicieron las colonizaciones tradicionales, exporta esa religión al resto de América. Lo lleva haciendo desde los años 20 a través de fundaciones privadas que han ido implantando el evangelismo. Es el mismo evangelismo que se organiza y moviliza a masas en los periodos electorales.

Donde más se ve es en Brasil. Antes la izquierda tenía una acción política en los barrios pobres a través de la acción política y el sindicato, hoy te vas a Río de Janeiro, que está gobernada por un evangelista, y a quien te encuentras en los barrios pobres ya no es a la izquierda, están los evangelistas con sus obras de caridad. Ese es un factor decisivo a la hora de derechizar a la sociedad, política y socialmente.

También el islam político se ha convertido en un factor de política internacional y muchos países antes seculares y laicos han devenido en regímenes autoritarios de raíz islámica.

M.O.: Previsiblemente muy pronto tendremos un gobierno progresista. ¿Qué le va a pedir Europa Laica a este gobierno?
A.G.:
 Lo prioritario es la denuncia del Concordato, que es la única barrera jurídica que tiene la iglesia para mantener sus privilegios de financiación y en la educación. Lo segundo, la promulgación de una ley de libertad de conciencia junto a la derogación de la ley de libertad religiosa. Y en tercer lugar, la puesta en marcha de una verdadera reforma educativa.

En cuanto se constituya un gobierno de coalición de izquierdas, Europa Laica va a constituir una plataforma con organizaciones sociales y políticas para que ese gobierno denuncie los acuerdos con la Santa Sede.


Publicado en el Nº 331 de la edición impresa de Mundo Obrero dic 2019 – ene 2020

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