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“Antes dejo a mi marido que quitarme el hiyab”

Libia apoya un colegio musulmán en Madrid con un centenar de alumnos

En la entrada del colegio de Al Fateh Árabe, en Madrid, un gran mapa verde de las 22 naciones de la Liga Árabe cubre una pared del recibidor, por el que pasan a diario sus 90 alumnos. A su lado está el retrato de Muamar Gadafi. El colegio, que depende de la embajada de Libia en Madrid, es uno de los dos centros con más alumnos musulmanes de la capital, junto al de la Mezquita de la M-30, este financiado y dirigido por Arabia Saudí.

A pesar de ser una de las cunas islámicas de la capital, en el colegio libio apenas llevan pañuelo 13 de sus cerca de 50 alumnas. La mayoría alega que no son lo suficientemente mayores para ponérselo. Pocas admiten que sea por falta de religiosidad o porque el pañuelo sea un símbolo de sumisión de la mujer que rechacen.

13 de las 50 alumnas se ven bastante "mayores" para llevar pañuelo

Los alumnos y profesores de este centro llevan una semana escandalizados por el veto impuesto a la menor Najwa Malha para llevar el hiyab en el IES Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón (Madrid).

Rania, de 14 años y alumna de 3º de ESO, cubre su pelo con un pañuelo desde hace cerca de un año. Recuerda que en su anterior colegio le prohibían practicar gimnasia y natación con él puesto: "Así que me fui", asegura, antes de los ensayos musicales de la semana cultural del colegio.

"En casa, mi familia lo lleva"

"Me lo puse hace un año para matar la curiosidad", dice Nora, de 12 años

La mayor de las 13 chicas que llevan hiyab en el colegio es Sara, española de 18 años. Mientras se ajusta su pañuelo negro, da su opinión: "A Naj-wa le tendrían que dejar más libertad y, si lo quiere llevar, que lo lleve. Es una prenda cuyo uso depende de cómo sienta el islam cada una".

La más pequeña, Samrae, de nueve años, se lo puso por primera vez hace tres. "En casa, las mujeres de mi familia lo llevan", explica, encogiéndose de hombros. Otra de las chicas, Nora, argelina de 12 años, cruza corriendo el patio del colegio y se suma al corrillo: "Yo no sé si lo llevaré en el futuro. Me lo puse hace un año, para matar la curiosidad, pero me sentía un poco pequeña".

Entre los alumnos, de 13 nacionalidades distintas, apenas hay católicos. Durante esta semana, dedicada a las culturas árabe y española, llevarán platos gastronómicos típicos de sus países cocinados en sus casas por sus familias. En las paredes de las clases, cuelgan los trajes regionales con los que vestirán los próximos días. Los libros de texto del colegio están en árabe, excepto los de clase de español e inglés. El título que reciben está reconocido por el Ministerio de Educación desde 1980, explica el director, Hassan Salama, que reside en España desde hace 26 años.

"España nos mira con extrañeza, no con rechazo", opina el director

Las profesoras rechazan que la sumisión de las mujeres a los hombres sea el motivo principal por el que utilizan el pañuelo, aunque haya "casos puntuales". "Si mi marido me obliga a elegir entre él y el hiyab, antes le dejo que quitármelo, el pañuelo es algo entre Dios y yo", asegura Benbiga, marroquí de 40 años y maestra de Ciencias Naturales.

Otra de las docentes, Nagla, egipcia de 39 años, luce una gruesa melena morena. Se puso su primer hiyab en 1989, pero se lo quitó en 2005, dos años después de llegar a España, por la discriminación y las agresiones que sufrió. "Esta semana me han dado ganas de ponérmelo otra vez por solidaridad con Najwa", reconoce antes de retomar las clases con sus alumnos de Primaria. Sin la cabeza tapada, asegura sentir que le falta "algo".

A diferencia del ayuno durante el mes de Ramadán o la obligatoriedad de practicar cinco rezos diarios, llevar el pañuelo no es uno de los pilares del islam, por lo que su práctica es más flexible.

Musulmanas sin pañuelo

Fuera del centro, gran parte de las mujeres musulmanas adultas que rechazan el uso del hiyab repiten el argumento de no vestirlo "por no estar preparadas todavía para llevarlo". Muchas empiezan a utilizarlo al contraer matrimonio o durante la adolescencia.

El colegio está construido en el área diplomática de Madrid, donde se concentra la mayoría de las embajadas. Entre sus alumnos, hay hijos de diplomáticos, "pero también de obreros", asegura el director del centro.

A su juicio, la polémica de estas últimas semanas sobre el hiyab se debe al desconocimiento del mundo árabe: "El pueblo español nos mira con extrañeza, no con rechazo". De acuerdo con el Corán, "una buena musulmana sólo debería de llevar a la vista el rostro y las manos. Pero si no lo hace, no pasa nada", explica.

Respecto al uso del burka, asegura que no tiene que ver con el islam: "No estamos de acuerdo con su uso porque impide a la mujer realizar una vida normal".

En la acera de enfrente del colegio, hay una escuela privada dirigida por monjas. A las 13.30 horas, un autobús aguarda junto a la puerta, de donde salen dos chicas con uniforme. "Es sólo para niñas, nada de chicos", explica una de las madres que espera a su hija. Desde el centro árabe, el director reflexiona: "El hiyab es una forma de protección de la mujer. Separar a niños y niñas en el colegio, como hacen las monjas, también lo es. Aunque nos llamen radicales, hay una diferencia importante: nosotros no lo imponemos".

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