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América Latina: el Papa Francisco y el reto de las iglesias evangélicas

El nuevo Papa Francisco viene de la región con más católicos del mundo pero también de donde con más fuerza están creciendo los seguidores de las iglesias evangélicas. Ese es uno de los retos del actual pontificado: evitar la decandencia de fieles en el principal semillero de creyentes.

Este fenómeno no es algo nuevo. Ya lo anunciaba el académico David Stoll en los 90 cuando se preguntaba si “¿está América Latina convirtiéndose al protestantismo? Desde México hasta Argentina, las formas de religión impuestas por la conquista española están atravesando por una reforma de gran trascendencia”.

La actitud del nuevo Papa no parece ser de rivalidad con los evangélicos tal y como asegura el pastor evangelista Luis Palau: “Me encontré con el ahora papa Francisco varias veces durante nuestras visitas a Argentina. Siempre, siempre pide que se ore por él. Así que no es sorpresa para mí lo que hizo desde el balcón de la plaza del Vaticano … Lo más sorprendente para mí fue que también es un gran amigo de los evangélicos. Él tiene un gran respeto por los evangélicos”.

La pujanza evangélica en América latina

Con más de 560 millones de fieles —107 de ellos en América Latina y el Caribe— los evangélicos representan un 25% de los cristianos en el mundo, según el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS).

Las iglesias evangélicas están creciendo cada vez más,  si en 1900 existían cerca de 50 mil protestantes en toda Latinoamérica, ya en 1930 ascendían a un millón. Luego se fueron duplicando por décadas: 5 millones en 1950, 10 millones en 1960, 20 millones en 1970, y 50 millones una década más tarde.

Se calcula que en el año 2000 los protestantes/evangélicos rondaban los 100 millones. Y hoy, en Latinoamérica y el Caribe el 20% de sus 600 millones de habitantes serían evangélicos.

El movimiento evangélico posee un gran dinamismo y pujanza aunque su talón de Aquiles es su división interna y su característica es la heterogeneidad.

De todas formas, gracias a que los evangélicos tienen una estructura horizontal, y no jerárquica como la iglesia católica, esto ha contribuido a extender su influencia.

En cuanto a su heterogeneidad interna, una rama como la de los pentecostales en América Latina han pasado de ser considerados periféricos y hasta contrarios a la familia protestante a transformarse en la principal vertiente de la misma que representa en torno al 75%.

La heterogeneidad evangélica

Sin embargo, en América latina no existe un solo tipo de evangélicos. Michelle Escamilla, miembro de una de las iglesias protestantes más grandes de Guatemala, Casa de Dios, habló a Infolatam sobre las distintas ramas de su religión. En primer lugar, hay dos grandes divisiones: los tradicionales y los carismáticos. En los primeros se encuentran los bautistas quienes “se caracterizan porque su doctrina es muy solemne. Adoran a Dios con himnos. Es la más tradicional que hay.” Un ejemplo es la Iglesia Galilea.

Del otro lado, en la división de los carismáticos están los pentecostales y los neo pentecostales. “Los pentecostales vuelven a traer la idea del bautismo en el Espíritu Santo”.

Mientras que los neo pentecostales también creen en el Espíritu Santo y su manifestación. Sus cultos están hechos para el día al día y por lo general promueven la prosperidad de las personas. A esta última pertenece la iglesia Casa de Dios.

Quizás el auge de evangélicos se deba a qué parecen responder a las necesidades de las personas. Escamilla dice que en su familia su padre era católico y su madre evangélica. Tras asistir a misas, finalmente se decidió por convertirse en evangélica.

En cuanto a por qué cree que las personas se están convirtiendo a esta religión asegura  “que es porque en otras religiones no encuentran un mensaje que los motive o se adecue a su situación. Eso me llenó a mí porque se puede tener una relación directa con Dios, sin intermediarios”.

Auge en Guatemala, Brasil y Chile

La penetración evangélica en América latina es generalizada aunque disímil. Es muy fuerte en países como Guatemala, Brasil, Chile, o México y menor en otras zonas como Argentina y Uruguay, aunque en algunos países como Colombia ronda el 20%.

El estudio “El Crecimiento de las Iglesias Evangélicas en Guatemala: Una Mirada Socio-religiosa”, realizado en 2010 por el reverendo guatemalteco Vitalino Similox Salazar señala que de 1882 a 1940 la población evangélica solo  representaba el 2 por ciento de los guatemaltecos.

Pero para el año 1978 se calculaba en casi un 18%. En 1980, los evangélicos ya representaban más del 19% de la población, mientras que en 1982, la cifra estaba ya en el 22.34%.

En 1986, el 30 por ciento de los guatemaltecos ya se consideraba evangélico y durante los 90 la cifra pasó al 21%, llegando en 2001 al 25%.

Finalmente, la cifra se situó en 30.76 por ciento en el 2006. Esto refleja un crecimiento acelerado de creyentes evangélicos, principalmente a partir de las décadas de los 70 y 80.

Monseñor Bernabé de Jesús Sagastume, secretario general de la Conferencia Episcopal de Guatemala, no oculltaba en su día el reto que esto representa para el catolicismo: “nos preocupa, como obispos, el hecho de que siga en aumento la existencia de las iglesias evangélicas, pero no podemos frenarlas o tomar acciones en contra, más que trabajar en la evangelización. La Iglesia no va a conquistar feligreses siguiendo los criterios de ellos, de engaño, de ofrecimiento de víveres, de trabajo o de dinero, que después es cobrado con el diezmo”.

Frente a la visión amable de un movimiento evangélico que estimula la participación del creyente e incluso tiene más capacidad para alejarle de determinados vicios como el alcoholismo, se alza la otra cara, menos amable, de los evangélicos.

El propio Similox, pastor evangélico, señala que muchas iglesias se han convertido en fachadas de otros negocios: “veo grandes construcciones, grandes edificaciones, y en un país tan pobre ¿De dónde viene ese dinero? ¿Quién a manos llenas anda regalando, diezmando y haciendo edificaciones millonarias? ¿De dónde vienen esos recursos?, y en algunas de las expresiones de los líderes dicen: hemos hecho esta construcción al estricto contado”.

Pero no solo Guatemala ha experimentado este auge evangélico, que algunos aseguran que alcanza al 50% de la población, sino que otros países como Chile van por el mismo camino.

“En Chile hay dos instituciones que están en todas partes. Esté donde esté, siempre va a encontrar un retén de Carabineros y una iglesia evangélica”, comentó a Efe Jorge Muñoz, presidente de la Agrupación Intercomunal de Pastores de Chile (Agripach).

Si en 2002,  el 69 por ciento de la población chilena se declaraba católica y el 16 por ciento, evangélica, en 2012 pasó  a un 67,37% de católicos. Esta disminución es menor a la prevista, lo cual no desvanece la preocupación de la Iglesia.

Para el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, “la cifra del catolicismo ha bajado 2,7 puntos y, naturalmente, no es para cantar victoria … teníamos la sensación, por lo que nos decían otras investigaciones, de que la caída iba a ser mucho mayor (…). Eso nos da una visión de lo que la gente vive, más allá de la percepción que puedan tener algunas encuestas”.

Basil, la gran potencia católica sudamericana (con 191 millones de habitantes, es el país con la mayor población católica del mundo: 123 millones), ha visto crecer en su seno igualmente a las iglesas evangélicas.

Este grupo pasó de representar el 15,4% de la población en 2000 (26,2 millones), al 22,2% en 2010 (42,3 millones).

“Los evangélicos están muy presentes en términos de ocupación geográfica, en las favelas, en el campo y en los suburbios de las ciudades. Tienen una comunicación muy fluida con la base social y por eso son muy buscados por las diferentes fuerzas políticas”, señala Roberto Romano, profesor de ética y filosofía de la Universidad Estatal de Campinas, autor de “Brasil, Iglesia contra Estado”.

El censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal) mostró una caída de casi diez puntos porcentuales en el número de católicos en una década, entre 2000 y 2010.

De 74% pasaron a ser el 64,6% en ese período, dijo a la AFP Claudio Crespo, investigador del IBGE: “en los años 70, el 92% de la población brasileña era católica, actualmente es el 64%, es decir, una caída de 28 puntos porcentuales con respecto al 2010. En relación a los ‘70, uno de cada cuatro católicos dejó de serlo”.

Esa pérdida de fieles católicos ha ido unida a un crecimiento de los evangélicos pentecostales, que pasaron del 15,4% de la población en 2000 (26,2 millones) al 22,2% en 2010 (42,3 millones).

Un aumento de unos 16 millones de personas en 10 años, lo cual lleva a concluir a José Diniz, profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas de Rio de Janeiro, que hacia 2030 los católicos deberán ser menos del 50% de la población brasileña.

Tendencia creciente en México, Argentina y Colombia

Lo que ocurre en el gigante sudamericano se repite en el norteamericano, México. Un estudio realizado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha revelado que la población cristiana evangélica ha tenido un aumento del 72% en los últimos 10 años.

Según el informe elaborado por el INEGI, en el año 2000 la población evangélica representaba el 5,26% de la población mexicana pero en 2010 esta cifra se elevó a 7,68%, lo que viene a ser un aumento del 72,19%.

En cifras esto representa un aumento de 3,2 millones de creyentes en el país, o lo que es lo mismo, un salto de 4,4 millones, hasta alcanzar 7,6 millones de fieles.

El peso demográfico de los evangélicos en México es muy heterogéneo y se da fundamentalmente en el sur indígena pues es muy fuerte en Chiapas (24.5 por ciento), Tabasco (22.2), Campeche (18.2), Quintana Roo (16.2) y Yucatán (11.6).

Otros países de la región empiezan a mostrar cifras que ya son significativas: desde el 20% de evangélicos en Colombia, al 9% en Argentina y Perú se puede comprobar que la tendencia no es nacional sino regional.

Con el nuevo Papa la relación entre la Iglesia y los evangélicos no va a ser de conflicto, pero claramente el nuevo Pontífice tendrá en cuenta todos los cambios que están ocurriendo en la región a fin de respaldar los movimientros de regeneración que ya están teniendo lugar en la Iglesia latinoamericana.

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