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Abortar: “pro- según qué vida” (2/3)

El éxito de la idea machista y conservadora de limitar el derecho al aborto como parte de una estrategia que permita restablecer el orden social perdido, tras la transformación inspirada y propiciada por el feminismo para erradicar la desigualdad construida sobre la superioridad de los hombres, está en crear un mensaje “resultón” que presente de forma gráfica la idea sobre la que articular su mensaje ideológico. Sin duda, la que más ha triunfado en ese sentido a nivel mundial es la de “pro-vida”.

El mensaje aparece claro, quienes están a favor del aborto están a favor de la muerte, y quienes están en contra lo están a favor de la vida, de ahí su auto-denominación como “pro-vida”. Pero no es así.

En EE.UU. hay 27 Estados que tienen establecida la pena de muerte como respuesta de la justicia ante determinados delitos. Son Estados que entienden que es ético, lícito y legal matar a una persona como castigo a unos determinados hechos cometidos en un momento determinado, y como lección para que otras personas no actúen de forma similar. Es decir, que están a favor de la instrumentalización de la vida humana dándole muerte para defender sus objetivos políticos.

De esos 27 Estados “pro-muerte”, 23 se consideran “pro-vida” en la penalización del aborto, sólo cuatro (California, Montana, Nevada y Oregón) que tienen la pena de muerte no limitan el aborto. También hay 6 Estados que limitan el derecho al aborto y no tienen la pena de muerte, concretamente Virginia del Oeste, Wisconsin, Iowa, Illinois, Michigan y Dakota del Norte.

No se trata de una cuestión de vida o muerte, sino de su instrumentalización para manipular a la población y defender una ideología particular que imponga su modelo a toda la sociedad y que esta no pueda elegir, tan sólo acatar

No se trata de una cuestión de vida o muerte, sino de su instrumentalización para manipular a la población y defender una ideología particular que imponga su modelo a toda la sociedad y que esta no pueda elegir, tan sólo acatar. Y ese modelo no es algo casual, sino que es el mismo que crea una estructura y unas dinámicas sociales en las que los hombres tienen el poder y una serie de privilegios a costa de la limitación de los derechos y libertades de las mujeres.

Hay varios ejemplos que demuestran que quienes limitan el derecho al aborto no están a favor de la vida. El primero de ellos es entender el embarazo como proceso dirigido en todo caso al nacimiento de un niño o una niña, cuando, tal y como recoge la bibliografía científica, en el 10-25% de los embarazos se produce un aborto de forma espontánea, un problema que aumenta a partir de los 30 años de edad de la mujer, y de manera especial a partir de los 40. Por lo tanto, no se puede afirmar que toda interrupción voluntaria de un embarazo supone la pérdida de una vida, porque en un 10-25% de los embarazos la vida se perdería de manera espontánea por causas naturales.

El otro ejemplo, y muy gráfico, es el silencio existente alrededor de la vida de los embriones generados por técnicas de reproducción humana asistida, embriones sobre los que no se dice nada ni se limita su producción, en gran medida porque hay importantes beneficios económicos alrededor de dichos procesos, dinero muy valorado por un sistema capitalista neoliberal que sostiene al modelo androcéntrico de sociedad.

En España hay más de 500.000 embriones congelados y, probablemente, en EE.UU. habrá millones sin que nadie ponga el grito en el cielo ni la ley en la Tierra, cuando la gran mayoría de ellos terminarán sin ser viables y, por tanto, “abortados”. Pero estos embriones, como no están en el útero de una mujer y no pueden ser utilizados para someter y dominar a las mujeres embarazadas y no embarazadas, no importan. Y no lo hacen porque la idea esencial a la hora de regular contra el aborto no es defender la vida de los embriones, sino limitar la de las mujeres; la regulación que prohíbe la interrupción del embarazo sólo es una parte de esa línea de acción.

El objetivo es someter a las mujeres para que permanezcan dentro de la referencia esencial que define su identidad bajo el modelo cultural androcéntrico, que es la maternidad.

No se trata de defender la vida por medio de características biológicas de una persona que puedan ayudar a mantener la vida de otras, por eso no se obliga a nadie a donar órganos que puedan salvar vidas. Del mismo modo que, por ejemplo, no se puede obligar a personas del grupo sanguíneo AB-, que sólo lo tiene el 1% de la población, y del grupo B-, que son el 2%, a que donen sangre contra su voluntad cada mes para ayudar a otras personas, cuando en estos casos ni siquiera tendrían la limitación de la calidad de vida que sí padecerían las personas sometidas a la “donación forzosa” de un órgano. Nadie entendería que se llevaran a cabo este tipo de medidas cuando es evidente que se producirían importantes beneficios en la vida de otras personas.

Todo ello demuestra que la manipulación es objetiva: la vida de los embriones fuera del útero de las mujeres no importa, ahí no hay “pro-vidas” que la defiendan. Como tampoco importa la vida de personas que podrían salvarse por medio de que otras personas con determinadas características biológicas se vieran obligadas a compartir sus órganos y sangre, como se obliga a las mujeres a continuar el embarazo bajo el argumento de defender la vida del embrión.

Lo único que importa en estas decisiones políticas e institucionales es controlar a las mujeres para defender el modelo cultural que las define como inferiores, y establece que deben ser sometidas. Cualquier día de estos veremos a los “pro-vida” pedir la pena de muerte para las mujeres que interrumpan su embarazo, esa es la coherencia que tienen sus planteamientos.

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