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«ABC» responde a las críticas de Escolar contra los beneficios de la Iglesia con un artículo «en clave»

«Gente distante de la preocupación religiosa monta en cólera por aquello que ni le va ni le viene», afirma el decano de la caverna

La columna de Nacho Escolar ayer sobre las ventajas fiscales de la Iglesia, en evidencia con el caso de la Mezquita de Córdoba, que los obispos se apropiaron por 30 euros en 2006, de la que se hizo eco ELPLURAL.COM, ha tenido una curiosa respuesta hoy en ‘ABC’, como relata el propio Escolar en su blog Escolar.net.

“Mi columna de ayer sobre La Mezquita de Córdoba ha levantado ampollas. Hoy en la edición local de ABC me dedican un curioso artículo: 500 palabras llenas de falacias ad hominem, donde ni siquiera explican al lector de qué ‘homine’ están hablando”, aseguraba hoy Escolar en su blog.

Gente a la que ni le va ni le viene
El curioso artículo, firmado por Luis Miranda, ignora el nombre de Escolar y no hace referencia expresa al artículo publicado en su blog, pero critica eso sí que “gente distante de la preocupación religiosa monta en cólera por aquello que ni le va ni le viene y encima suspira por dárselo a aquellos que no tendrían contemplaciones en colgarlos de una viga o correrlos a cantazos, literalmente, si lo que dicen con el áifon fuese incómodo”. “Es probable que cuando aprovechen algún puente para ir de viaje tengan más interés en el vino, las tapas y los escaparates que en las fachadas y piedras que les enseñan los guías, critica el autor

¿Qué habría sido de este edificio sin la Iglesia?
Según el artículo de ABC, “mejor estaría pensar qué habría pasado con ese edificio maravilloso si la Iglesia no se lo hubiera quedado e imaginarse una historia de mutilaciones, cambios de uso, venta de fracciones en momentos de apuros económicos y hasta conversión en fábrica de armas o almacén de mercería en el siglo XIX”.

——————————– Artículo en ABC ——————————————-

¡Ay, mi Mezquita!

Luis Miranda, ABC, 01-03-2012

Es la niña de sus ojos, el «happy end» de sus mejores sueños, la estampa bucólica de sus desvelos, el edén melancólico al que quisieran regresar si no se lo impidiera una pandilla de curas ladrones y malvados, dicen ellos, que se apropian de lo que no es suyo y encima le dan el uso que no corresponde. Nunca se les escuchó preocuparse por el patrimonio y es probable que cuando aprovechen algún puente para ir de viaje tengan más interés en el vino, las tapas y los escaparates que en las fachadas y piedras que les enseñan los guías.

Pero con su Mezquita es diferente. «¡Ay, mi Mezquita de Córdoba!», lloriquean con el mismo deje que el Azarías de Miguel Delibes y Francisco Rabal tenía para decir «Milana bonita». No han leído demasiado del Islam —no han leído demasiado, en general— y no les importa mezclar churras con merinas, así que en los castillos en el aire que les vienen a la cabeza en las mañanas de poco trajín se imaginan un gigantesco hormiguero de trajes blancos que peregrinan a un patio con naranjos, cipreses y palmeras.

Por los rincones de Internet, como una bola del viejo «pinball» que va rebotando por esquinas, luces y barreras chirriantes, fue circulando ayer un texto que hablaba sobre ella —«¡Ay, mi Mezquita de Córdoba!»— aunque en realidad fuera mucho más elocuente sobre quien lo escribía. Con un titular de esos que ahora justifican atropellos porque hay muchos desocupados que pinchan y miran, aunque ni el más pintado sea capaz de acabar el segundo párrafo, el gazpacho de letras y mentiras tuvo su minuto de gloria durante todo un día y hasta los más descreídos —«¡Milana bonita!»— se encendían como chorizos al infierno con un texto que con un poco más de gracia sería de esos que recopilan los errores como catedrales, con perdón, que se dan a veces en los exámanes.

Ridículo sería entrar a corregir las equivocaciones y las mentiras, que son más o menos una por línea, porque lo que más irrita es cómo gente más bien distante, en su perfecto derecho, de la preocupación religiosa, monta en cólera por aquello que ni le va ni le viene y encima suspira por dárselo a aquellos que no tendrían contemplaciones en colgarlos de una viga o correrlos a cantazos, literalmente, si lo que dicen con el áifon fuese incómodo. Mejor estaría pensar qué habría pasado con ese edificio maravilloso si la Iglesia no se lo hubiera quedado e imaginarse una historia de mutilaciones, cambios de uso, venta de fracciones en momentos de apuros económicos y hasta conversión en fábrica de armas o almacén de mercería en el siglo XIX. Se ve que preferirían un nuevo claustro de San Francisco con sus yerbas aromáticas. Otro sueño posible es que nunca hubiesen entrado los cristianos, pero con la decadencia de aquella civilización haría mucho tiempo que los pocos arcos supervivientes fuesen un cementerio de cabras.

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