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A 150 años de las Leyes de Reforma, urge consolidación constitucional

Así, el laicismo como noción fundamental en toda sociedad que se preste de ser democrática nunca estuvo en más peligro que en las dos administraciones panistas federales, la de Vicente Fox y Felipe Calderón.

Para Óscar Morales y David de Anda, defensores de los derechos humanos, recientemente agredidos y amenazados

La derrota del Partido Acción Nacional en las urnas el pasado 5 de julio fue también la derrota de los que proponían el regreso de la Iglesia católica por sus viejos fueros.

La derrota electoral del partido de la derecha debe servir ahora para consolidar de una vez por todas la separación Iglesia-Estado y confirmar constitucionalmente el carácter laico del Estado mexicano al cumplirse 150 años de las Leyes de Reforma impulsadas por el Benemérito de las Américas.

Posiblemente no haya mejor legado de Benito Juárez que esas leyes ni mejor homenaje para éste que completar su obra.

Laicismo arraigado, pero…

Con esas leyes, el mejor Presidente que haya tenido México, inició la conformación de una nueva República con base en el principio de la separación Iglesia-Estado y dejó asentado en la conciencia nacional de entonces como la de hoy, la necesidad de contar con un Estado laico y sólido como el principio de toda democracia auténtica que garantizara toda libertad civil y política.

No obstante, las reformas al artículo 130 constitucional y las leyes reglamentarias de Asociaciones Religiosas de 1990, con el arribo del PAN a la Presidencia “haiga sido como haiga sido”, quedó demostrado que no fueron suficientes para precisar la separación Iglesia-Estado ni para establecer mecanismos de sanción al quedar de forma ambigua la existencia formal de un Estado laico, además de que nunca se plasmó en la Constitución tal término. El concepto más cercano sólo se redactó en el artículo 3º Constitucional con la expresión “la educación que imparta el Estado será laica”, pero hasta ahí.

Con todo, el laicismo se ha arraigado de forma irreversible en la cultura mexicana, pero es necesario avanzar en su legislación.

Así, el laicismo como noción fundamental en toda sociedad que se preste de ser democrática nunca estuvo en más peligro que en las dos administraciones panistas federales, la de Vicente Fox y Felipe Calderón. Apoyados desde luego por numerosos gobernadores como Emilio González Márquez en Jalisco y Juan Manuel Oliva en Guanajuato, entre muchos otros, que impunemente se sometieron antes que a las leyes, a los cardenales y obispos de sus respectivas entidades.

En el asunto Fox y Calderón hicieron también lo propio. Este último señaló recientemente que los jóvenes “caen en las drogas por no creer en Dios”. Pero de haber sido más consecuente hubiera añadió que de creer en Dios “no se caería en el vicio del alcohol”, como parece ser su caso y del gobernador Emilio González Márquez (dicho sea a modo de paráfrasis).

De tal forma que algunos de los principios que pensamos eran fundantes del actual Estado mexicano, como son el Estado laico y la separación Iglesia-Estado, están todavía muy lejos de ser ciertos y efectivos. Así, la mayor parte de las instituciones de nuestro país que habíamos considerado democráticas y plurales se fueron erosionando: la discriminación por motivos religiosos se acentuó, el clero católico intervino abiertamente en las legislaturas estatales para establecer leyes conforme a sus criterios confesionales; la pederastia de parte de curas y sacerdotes se solapó; se intervino desde el púlpito en procesos electorales y se permitieron donativos y limosnas de Estado por doquier (culminando con el donativo de un millón de pesos del alcalde priísta de Vallarta) y el asesinato de líderes mormones en Chihuahua como resultado de un Estado fallido y un gobierno al borde del colapso donde la justicia se vende al mejor postor.

Independientemente del debilitamiento que han tenido numerosas instituciones políticas y jurídicas como resultado de una corrupción y una impunidad crecientes, encontramos ahora que es necesario frenar la tendencia a confesionalizar al Estado.

Muchos católicos, hartos porque los gobernantes utilizaron a su religión con fines electorales –como hacer lectura de La Biblia en casas de gobierno por ejemplo–, mientras en otros lugares saqueaban y extorsionaban desde los cargos públicos, emitieron su voto el pasado 5 de julio.

Pero el peligro subsiste si los priístas y los miembros de los demás partidos no realizan las acciones que permitan elevar a rango constitucional un principio más que defina al Estado mexicano como laico.

Si Juárez viviera…

Si Juárez viviera actuaría con justa ira contra los que ahora pervierten el Estado laico en afanes fundamentalistas y de manipulación. Si Juárez viviera se escandalizaría de ver todavía al indígena oprimido, ignorado y despojado, y a nuestra Nación sometida a una casta conservadora y retardataria; se avergonzaría de ver a funcionarios que buscan legitimarse al amparo de una religión o subordinados al poder del clero antes que al pueblo.

En teoría el Estado mexicano es laico. La realidad nos dice que esto no ha sido así. En teoría, el Estado mexicano está obligado a mantener y respetar un pluralismo religioso y la práctica de toda libertad de culto, pero la realidad nos dice que no es así (aquí en Jalisco hasta agrupaciones de derechos humanos guardan silencio ante la inminente expulsión de sus comunidades de indígenas huicholes evangélicos).

Hoy como nunca la figura de Benito Juárez se erige como un referente para consolidar las instituciones republicanas que con tanta urgencia necesitamos. Incluso, ante los exorbitantes salarios de funcionarios expresó: “No se puede gobernar con base a impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”.

Ahora es necesario que la nueva Cámara de Diputados de más pasos firmes encaminados a restablecer un pleno Estado de derecho y que apuntalen los principios históricos que le dieron origen al moderno Estado mexicano.

Una iniciativa para elevar a rango constitucional y definir al Estado mexicano como laico quedó en primera lectura y nunca se aprobó por la oposición de toda la bancada panista. Ahora es el tiempo.

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