Asóciate
Participa

¿Quieres participar?

Estas son algunas maneras para colaborar con el movimiento laicista:

  1. Difundiendo nuestras campañas.
  2. Asociándote a Europa Laica.
  3. Compartiendo contenido relevante.
  4. Formando parte de la red de observadores.
  5. Colaborando económicamente.

Catherine Nixey: «Los primeros cristianos eran fanáticos muy parecidos a los yihadistas actuales»

La historiadora y periodista británica cuenta en «La edad de la penumbra» cómo el cristianismo se impuso mediante la violencia y destruyó el mundo clásico

La edad de la penumbra (Taurus) es un sorprendente y polémico ensayo de Catherine Nixey en el que relata cómo el cristianismo se implantó en Europa y Oriente Medio, en los siglos IV y V, mediante la violencia. La autora muestra a los cristianos de aquellos tiempos como unos fanáticos que destruyeron templos y bibliotecas y arrasaron el legado del mundo clásico, lo que dio paso a siglos de adhesión incondicional a «una sola fe verdadera». Hija de monjes católicos que colgaron los hábitos para casarse, Nixey, de 37 años, estudió Historia Clásica en Cambridge, ejerció la docencia y trabaja en la sección de cultura de The Times.

-¿La destrucción fue ordenada desde arriba?

-Es algo que discuten los académicos, porque por un lado había individuos como San Agustín o San Martín que instigaban la destrucción. Pero lo crucial es que nunca habría pasado si desde el centro mismo del imperio el emperador no lo hubiera permitido, haciendo la vista gorda o alentándolo, como hizo Constantino.

-¿Cuál es el balance de esa destrucción, qué legado se perdió?

-Sabemos que se perdió lo que quedaba de la gran biblioteca de Alejandría, que alojaba todo el conocimiento del mundo antiguo; el templo más hermoso del mundo, el de Serapis, que fue arrasado; o la estatuas de mármol del centro del Partenón, que se molieron para construir iglesias cristianas. Fue la mayor destrucción de la historia del arte que ha visto la humanidad. También se perdió el 90 % de la literatura griega y el 99 % de la latina.

-¿Por qué es tan poco conocida esta violencia que usted relata?

-Hubo una época en que la Iglesia se aseguró de que los que se alzaban contra ella aparecieran en el índice de libros prohibidos. Las obras de filósofos como Porfirio o Celso fueron destruidas. Hasta 1871 en Inglaterra había que proclamar tu fe cristiana para ser profesor en Oxford o Cambridge. No se podía escribir sobre estos pasajes oscuros de la Iglesia. Hoy sí, pero perdura la idea de que el cristianismo es mejor, o menos malo que otras creencias, y nadie quiere escribir o leer sobre aquello. Además, la historia la escriben los vencedores.

-Su libro empieza en el año 380 con la destrucción del templo de Atenea de Palmira por bandas de barbudos vestidos de negro que venían del desierto. Esto recuerda mucho a los yihadistas del Estado Islámico (EI). ¿Se parecen?

-Sí, mucho, el paralelismo es enorme. Es la misma escultura de la diosa Atenea en Palmira, que fue decapitada y mutilada entonces y, siglos después, por el Estado Islámico en el 2016. Cuando lees los relatos sobre aquellos cristianos fanáticos que iban destruyendo templos es imposible no pensar en los yihadistas actuales. Son muy parecidos. Como hoy, el fanatismo se dio predominantemente en el norte de África y regiones como Siria. Los fanáticos del Estado Islámico destruyen las estatuas porque les parecen demoníacas, exactamente el mismo argumento que utilizaban aquellos cristianos. Lo del martirio también tiene similitudes. Los cristianos iban en misiones suicidas para conseguir una recompensa eterna en el cielo.

-Los cristianos prohibieron actividades como la música, al igual que el EI en sus territorios.

-La similitud da miedo. No les gustaba la música. Si te veían con un instrumento lo rompían. Su obsesión era controlar las mentes con su idea de un Dios que todo lo ve y lo juzga. Ningún otro dios de la Antigüedad se metía en tu cabeza ni en tu corazón ni te observaba todo el día.

-También hubo quemas de libros.

-Fue dramático, irrumpían en los hogares y quemaban todo lo que les parecía satánico, pero lo peor fue el alejamiento de la literatura por considerarla innecesaria o maligna. Instigaban a la gente a espiar a sus vecinos, los hacían responsables ante Dios.

-Pero los cristianos también fueron duramente perseguidos bajo el Imperio romano.

-Sí, pero mucho menos de lo que nos han contado. La persecución que hicieron los cristianos fue más salvaje y efectiva. Cuando perseguían a los paganos entraban en sus casas buscando pruebas de su enfermedad y si las encontraban los agredían o ejecutaban inmediatamente, mientras los romanos los llevaban a juicio. A ellos les daba igual el alma y lo que creía la gente, no buscaban mártires, lo único que querían es que obedeciesen la ley.

-Desmitifica a santos tan importantes para la Iglesia católica como San Agustín.

-Es el gran pensador de la Iglesia, pero decía cosas como que había que destruir todo lo pagano porque era la voluntad de Dios e instigaba con sus prédicas a sus parroquianos cristianos a destruir templos e instituciones paganas y a manifestarse violentamente. Sentó en sus escritos las bases para la persecución de todo lo que no fuese cristiano; en ellos afirmaba que había que traer al redil a los que estaban fuera quisieran o no, obligarlos a abrazar la fe. Tomaba frases de la Biblia para justificar la violencia física contra los paganos que no creyeran en el Dios verdadero. Decía que si alguien actuaba con violencia no estaba siendo cruel con el agredido, sino salvándolo, porque era mejor para él que le dieran cuatro palos ahora que arder en el infierno por toda la eternidad. Hablaba del paganismo como una enfermedad que había que erradicar, cortar la pierna antes de que la gangrena se comiera todo el cuerpo.

-Su libro termina en la Atenas del 529, cuando el último filósofo de la Academia de Atenas, una de las más importantes de la historia, abandonó la ciudad.

-Los últimos filósofos que quedaban en Atenas tuvieron que huir, no solo para salvar el pellejo, sino también el conocimiento. Con el cierre de la escuela de Atenas murió una era. Supuso que lentamente se iban apagando las voces disidentes, eliminando a los que defendían la antigua sabiduría, el conocimiento que la humanidad había acumulado hasta entonces.

-¿Qué lección podríamos sacar de lo que cuenta en su libro?

-Los romanos no fueron tan autoritarios e intolerantes como los cristianos. Durante trescientos años de Imperio romano, se permitió que los cristianos crecieran y se multiplicaran hasta constituir un 10 % de la población, mientras que cuando el cristianismo tomó el control se encargó de eliminar y arrasar las demás religiones y la proporción se invirtió en menos de cien años. La lección es que la retórica sí importa y sí importa lo que se dice, el discurso, no únicamente lo que se hace. Cuando solo se ofrece a todas las preguntas una sola respuesta es muy limitante. La pluralidad de voces es muy saludable.

Total
0
Shares
Artículos relacionados
Total
0
Share