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Entrevista con Mariano Narodowski: “Desde 2003 la escuela privada [argentina] aumentó un 25% su número de alumnos y la escuela pública perdió el 10%”

El experto en temas educativos Mariano Narodowski, autor del libro “El colapso de la educación”, fue parte de la columna de José Thomas en el programa “Uno nunca sabe” por MDZ Radio.

Narodoswski, exministro de Educación porteño, opinó sobre el plan mendocino de que vuelvan a leer los niños en las escuelas. “Me parece una idea interesante”, dijo. “En muchos aspectos de la vida argentina tenemos que volver a lo básico -acotó- y no solo en la educación. Hay varias cosas que pasan en la economía, en la política, en la vida social. Hay que volver a lo básico”.

– Tu libro básicamente transcurre hablando de la política educativa de los últimos 50 años, que calificás como “la privatización de la educación”. Explicanos si es una ironía o es así.

– No lo digo irónicamente: es una política de Estado, con consensos básicos de los núcleos del Gobierno, por el que pueden pasar distintos funcionarios, distintos partidos políticos de distintos regímenes. De hecho en Argentina la privatización de la educación arrastró a los radicales, a los peronistas, al PRO, a las distintas gestiones provinciales con diferentes tipos de gobiernos; a los militares, a los civiles. Eso es una política de Estado: cuando hay un acuerdo implícito. En este caso, una política lamentable por un indicador del deterioro de la educación pública, y por otro lado, es una política que nadie reivindica. Es raro, porque en algún punto es lamentablemente exitosa, pero nadie se hace cargo.

– De hecho, muchos le echan la culpa a la elección que hacen los padres del colegio para sus hijos. ¿Por qué los padres eligen la escuela privada y por qué lo hacen en épocas de gobiernos progresistas?

– La privatización arranca en os años 60, pero a partir del año 2000 hay un fenómeno nuevo que es que no solamente crece la matrícula, sino que desde 2003 hasta ahora se verifica la pérdida de matrícula en la escuela pública. En el caso de la escuela primaria, desde 2003 la escuela privada aumentó un 25% su número de alumnos y la escuela pública perdió el 10% en términos netos. Es un fenómeno mundial: es muy difícil que ocurra algo así. Acá no hubo ningún problema demográfico ni ambiental o ecológico, ningún cataclismo. Simplemente la gente que decide sacar a sus hijos de la escuela pública y mandarla a la escuela privada.

– Uno lo que siente en ese triste momento de decisión es una mejor educación para sus hijos, que cree que la va a encontrar en el ámbito privado.

– Sabemos que algo anda mal cuando la gente elige pagar cuando tiene algo gratis.

– Es como todo: la seguridad, la salud…

– Exactamente. Sabemos que algo anda mal. En otras épocas, los que iban a las escuelas privadas eran los que tenían algún vínculo religioso porque la escuela pública argentina es laica. Quienes querían educarlos en una determinada fe los mandaban a una escuela privada. Eso era minoritario. Es así como funciona en todos los sistemas educativos del mundo. Acá pasa al revés: mucha gente manda a sus hijos a una escuela católica, no porque sea católica, sino porque es privada. Entienden que hay un futuro garantizado para sus hijos siempre y cuando no lo manden a una escuela pública. A mi me parece que eso es una especie de coartada para no enfrentar los problemas reales de la educación. Los sectores sociales medios y medios bajos creen que nos salvamos individualmente, es decir, que no hay salvación general y entonces apelan al “sálvese quien pueda”. Piensan: “Si yo tengo la oportunidad de mandar al nene a la escuela privada, lo mando”. Con eso creen que se soluciona el problema, pero lejos de pasar eso se agrava. La educación se colapsa. El sistema público se degrada, el sistema privado tampoco genera una masa de excelencia. Cuando es mejor, no lo es mucho mejor que la pública. Hay un empatanamiento. Eso es el colapso.

– Se genera esto de que para aprender matemáticas o a leer no importa tanto si es pública o privada, sino para conseguir la cohesión social.

– Absolutamente. Vivimos hablando de “grieta” y lamentablemente el sistema educativo forma en algún sentido para esa grieta. no nos permite convivir a los que somos distintos.Si los ricos van a la escuela con los ricos, la clase media con los de clase media y los pobres con los pobres, aprendemos entre “iguales” y no entre “distintos”. Eso genera claramente problemas de cohesión social. Al distinto lo empezamos a ver como a a alguien a quien no entendemos, porque no lo vimos nunca en nuestra formación educativa. Un chico puede pasarse la primaria y la secundaria enteras sin conocer a otro chico que no sea de su círculo social.

– No convivimos más.

– No se convive. Efectivamente se puede aprender cualquier cosa en escuela pública o privada, pero aprender eso, conviviendo, solo en una escuela pública.

– Eso pasa en las fiestas de cumpleaños, uno iba en las fiestas de los que vivían distintas realidades. Hoy todo es más de gueto.

– Las ciudades y los barrios se han segregado más y el sistema educativo contribuye a esa segregación.

– La frase “El problema es imposible porque los sindicatos no te dejan” suena a una excusa a la luz de lo que dice tu libro.

– Si, la clase dirigente le viene echando la culpa a los sindicatos docentes desde hace muchos años. No es que no sean responsable, pero nadie lo vota a Baradel. Nosotros votamos gobernadores o presidentes para la educación. Ellos son responsables. El famoso estatuto del docente no son paritarias, sino leyes provinciales, por lo tanto su cambio tiene que ver con acuerdos políticos institucionales. No es solo un problema de los sindicatos. por otro lado, desde el regreso de la democracia los sindicatos no han sido convocados a una reforma completa y en serio. Es una coartada de parte de los gobiernos. No hay propuestas serias de los gobiernos para cambiar el estatuto del docente, los programas de trabajo. Hay cambios muy parciales. No sabemos cómo pueden reaccionar los sindicatos docentes. uno imagina que pueden reaccionar mal. Pueden generar conflictos, el tema es cómo se canalizan y resuelven.

– En el libro decís que los gobiernos pueden privatizar YPF, nacionalizar las AFJP, medidas recontra conflictivas, pero no pueden enfrentarse a un sindicato.

– Esa parte del libro surge de una charla que tuve cuando era ministro de educación de la Ciudad de Buenos Aires con un altísimo funcionario del gobierno nacional, que era kirchnerista, una persona muy allegada a mí. Él estaba de acuerdo con cambiar el Estatuto del Docente pero decía que no se podía y era el momento en que estaban estatizando las AFJP. A mi me parecía raro que pudieran hacer eso con el enorme conflicto que eso tiene, nacional e internacional, en términos de cuentas públicas, de cambios de hábitos de vida de la gente, y no puedan sentarse con un sindicato docente a acordar algunos puntos necesarios para mejorar la calidad educativa.

– Otro tema del libro es el de la evaluación. Allí planteás que es increíble que no haya un instituto de evaluación que sea independiente y del uso político de las evaluaciones.

– Para mi el problema de las pruebas Aprender, más allá de otras disquisiciones, es que los alumnos no las pasen. En las escuelas públicas de Ciudad de Buenos Aires solo el 50% hizo las pruebas Aprender el año pasado. En el Gran Buenos Aires 55%. En Mendoza, Capital, Gran Buenos Aires, los sectores urbanos más concentrados de la Argentina. Es una prueba censal que la tiene que hacer el 95%, la termina haciendo el 60%. Entonces la validez de Aprender es muy discutible porque el 35 o 40% de la población no la responde, tiene muy poca robustez. Simulan como si hubiesen respondido todos en un sistema aceptado, pero no es un resultado genuino. Terminan siendo resultados discutibles. Hay que empezar a tomar en serio la evaluación. En la Argentina no hay una cultura de la evaluación: no tenemos una historia en ese sentido. Les echamos la culpa a los sindicatos, pero a veces los alumnos preguntan si lleva nota, y como no ponen nota, no la hacen. La población tiene que saber para qué sirve que todos rindan esa prueba. No es un problema educativo sino un problema general. La cultura política argentina no lo contiene.

– ¿Cómo imaginás un libro tuyo dentro de 20 años?

– Yo no soy pesimista, soy escéptico. A la clase dirigente no le interesa la educación. Lo intento demostrar con datos en el libro y creo que lo consigo. Empresarios, sindicalistas, los medios en general, a los intelectuales no les interesa. Entonces, frente a eso, los sectores medios que son dinámicos, se van a la escuela privada. Se logra este equilibrio patético en que las cosas se degradan cada vez más. No veo un cambio en el corto y mediano plazo, pero apuesto todo lo que tengo a que eso exista. Hay personas en las clases dirigentes a las que sí les interesa la educación, pero no logran una masa crítica para llevar los cambios adelantes. El colapso de la educación puede seguir muchos años más. Y la clase media va a seguir pensando que mandando a sus hijos a la escuela privada, se salvan.

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