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Aborto, una decisión íntima

Hoy se habla del aborto. Nuestro Presidente, generoso, liberal, habilitó a los legisladores nacionales, de un día para el otro, a discutir qué queremos hacer con el aborto. Parecería como si ahora todos pudiéramos, de un día para el otro, porque nuestro Presidente lo ha permitido y es su dadivoso deseo, debatir en armonía, como pueblo que habita un territorio, la posibilidad de despenalizar y legalizar el aborto.

Enhorabuena. Gracias, señor Presidente, por habilitar el debate. Lo digo en serio. Usted siempre dijo que era hora de que la Argentina se insertara en el mundo. Y cuando pienso en el mundo al que Usted se refiere, me imagino que hablamos de aquellos países donde sus ciudadanos tienen amplios derechos para llevar a cabo una vida plena.

Por lo tanto, me alegra la posibilidad de que nuestro país se inserte en ese mundo, contando con una ley en la que el aborto sea legal y seguro. Dentro de este marco, parecería que algunos legisladores, para poder decidir con mayor conocimiento de causa, necesitan que se les brinde información técnica que les ayude a tomar la decisión correcta a la hora de votar.

Soy médico generalista y quiero aprovechar esta oportunidad para aportarles la siguiente información técnica: el aborto es una decisión íntima que la mujer (eventualmente acompañada por su pareja, su familia, sus amigos u otras personas) realiza en relación con su vida y con su cuerpo. Y ni la medicina, ni el Estado, deberían opinar ni apropiarse de dicha decisión íntima, pero deberían garantizar que si esta se lleva a cabo se desarrolle de la forma más segura y contenida posible.

¿Es lo que acabo de enunciar una información técnica, una creencia o un discurso político? No lo sé. Pero creo conveniente que los médicos compartamos con la población general que el límite entre la información técnica, las creencias y el discurso político muchas veces es difuso e incierto.

Ahora bien. Toda decisión íntima atañe desde lo existencial a una persona, y no a un pueblo. Nietzsche expresó de un modo magistral la profunda diferencia entre la vida íntima de una persona y la de un pueblo con estas palabras: En el género humano sólo los individuos y sus transcursos vitales son reales, los pueblos y sus vidas son abstracciones.

El problema que tenemos con el aborto es que al invitarse a los legisladores (y a toda la sociedad) al debate se ponen en un mismo plano conceptos relacionados con el transcurso vital (real e íntimo) de un individuo, con las vidas (y, por ende, abstracciones) de los pueblos.

Respeto a los individuos que consideran que el aborto es un asesinato, me pregunto en qué medida su discurso no mezcla la abstracción del discurso relacionado con el devenir de la vida de un pueblo con lo que le ocurre a la vida real de una mujer que decide abortar.

En este sentido, el discurso sanitarista (que abstrae al hablar de datos obtenidos de lo que le ocurre a un pueblo) nos provee la siguiente información técnica: se estima que en la Argentina se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos por año y que, como consecuencia de aquellos realizados en condiciones inseguras, mueren 47 mujeres por año y se internan 135 mujeres por día.

Por otra parte, en los países donde se legalizó el aborto, como Uruguay, el porcentaje de muertes por esta causa descendió de 37% a 8%. Los datos implican que en nuestro país, unas mil mujeres por día tienen que enfrentarse a la ilegalidad debido a la decisión íntima que han tomado acerca de su vida y de su cuerpo. Pero esas mil vidas corresponden a un pueblo y, por lo tanto, son abstracciones. En cambio, la paciente que veo en el consultorio y me pide ayuda para abortar sin ser humillada, ni juzgada, ni culpada y que requiere contención y asesoramiento para poder llevar a cabo su decisión en forma segura, corresponde a una vida real (respeto la postura de quienes opinan que la vida del embrión que va a ser eliminado de ese cuerpo también es una vida real, pero ya dije antes que el límite entre las creencias, la información técnica y el discurso político es difuso).

He aquí, entonces, las ideas y consideraciones que me permití aportar a este debate para que nuestros legisladores las tengan presentes y espero que el debate parlamentario nos eleve a la categoría de un país más serio, más avanzado y más justo, porque las consecuencias de la ilegalidad y la inseguridad las sufren generalmente las mujeres con menores recursos económicos.

Igualmente, si bien los datos poblacionales resultan muy importantes, lo que deberíamos hacer, señores legisladores, como país y como pueblo, es legalizar el aborto no solamente porque los datos poblacionales son contundentes en cuanto a sus ventajas sanitarias, sino porque necesitamos ofrecerle dignidad, seguridad y tranquilidad a cada mujer que, en el transcurso de su vida real, ha tomado una decisión íntima.

Esteban Rubinstein es médico. Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano.

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