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Sandalias a la puerta de la mezquita

El pasado noviembre, el Estado Islámico mató a 305 personas en una mezquita de Bir al Abed, una pequeña localidad situada en el norte de la península del Sinaí. Según el recuento oficial, murieron 27 niños. El grupo que ejecutó la matanza pertenecía a la organización salafista-yihadista Provincia del Sinaí, afiliada al Estado Islámico desde el 2014, y uno de los motivos con que justificó el ataque fue que los reunidos para la oración del mediodía del viernes eran sufís. Algunas fotografías publicadas mostraban cientos de sandalias y zapatos que las víctimas habían dejado a la puerta para entrar en la mezquita.

El sufismo, que a menudo se interpreta como el misticismo musulmán, tiene un origen muy antiguo, pero los salafistas lo consideran una “innovación” tardía, bidaa. Siempre tan rigurosos en cuestiones doctrinales, los salafistas se lo hacen pasar muy mal a los sufís por varios motivos relacionados precisamente con el concepto de innovación. Los salafistas toman el nombre de las primeras tres generaciones de musulmanes: la del profeta Mahoma y las dos siguientes, a las que consideran las mejores generaciones de toda la humanidad. Existe un hadiz, es decir una antigua tradición, que pone en boca de Mahoma que las tres primeras generaciones del islam son las mejores y por lo tanto los salafistas priorizan parecerse a ellas y emularlas tanto como sea posible.

Pacíficos en su inmensa mayoría

A diferencia de los sufís, los salafistas son puritanos estrictos. Una parte son partidarios de la yihad o guerra santa, aunque los violentos constituyen una pequeña fracción del conjunto de los salafistas, que en su inmensa mayoría son pacíficos. Los salafistas consideran que las prácticas de los sufís están equivocadas y aspiran a purgar el islam de “innovaciones”. Una de ellas, denominada en árabe shirk, o “asociacionismo”, consiste en que los sufís veneran a “santones” o intermediarios, lo que equivaldría a los “santos” cristianos, es decir a personas que durante su vida han tenido cierto carisma y han sido admiradas por sus virtudes religiosas. Sin embargo, los salafistas dicen que esta práctica, que equiparan a la idolatría, no es musulmana y se remontan a la época de Mahoma para insistir en que el profeta nunca hizo nada semejante.

Según el islam más puro, entre Dios y el hombre no deben existir intermediarios de ningún tipo, aunque hayan sido en vida personas excepcionales. Acudir a la tumba de un santón para solicitar su ayuda o intermediación, o simplemente para rezar por él, es caer en el shirk, equivale a orar para alguien que no es Dios, algo que no está permitido en el islam. Ni siquiera Mahoma puede ser objeto de culto. En más de una ocasión el mismo profeta dijo a sus contemporáneos que él no era una persona especial sino simplemente un “mensajero”, rasul, de Dios. Recuerdo haber visitado la tumba del sufí más popular, Ibn Arabí de Murcia, que está en Damasco, un lugar de peregrinación que al mismo tiempo está mal visto por innumerables musulmanes que consideran el culto a los muertos como una “innovación” que no guarda relación ninguna relación con el islam verdadero.

Condena de los amuletos

Otra práctica vinculada a los sufís que los salafistas condenan es la costumbre de celebrar el aniversario de la muerte de un santón, o incluso la fecha de la muerte o de nacimiento de Mahoma. Los salafistas aducen aquí lo mismo, es decir que estas prácticas eran desconocidas por Mahoma y sus contemporáneos y por lo tanto constituyen una “innovación”. Los salafistas también condenan llevar encima amuletos, especialmente si se le atribuyen virtudes sanadoras o de otro tipo, exactamente por el mismo motivo. La práctica de la magia es igualmente condenada, o las prácticas de los derviches, o el seguimiento de ayuno en días relacionados con los santones, pues a todas esas prácticas se las considera “innovaciones” que no fueron practicadas por el profeta y sus contemporáneos. Los salafistas se refieren a menudo a los sufís con el término despectivo de quburiyun, que significa “adoradores de tumbas”.

Según la mayor parte de los eruditos, el vocablo sufí significa “alguien que usa ropa de lana” y en la Edad Media se asociaba con gente habitualmente pobre puesto que la lana era un tejido común y barato. En árabe, al sufismo se le llama tasawwuf, un vocablo que solo aparece en escritos del siglo segundo de la hégira, es decir después de la muerte de Mahoma, y por lo tanto también sería una “innovación”.

Eugenio García Gascón

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.
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