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José Manuel Cuenca: “Putin ve en la religión un factor vital para la identidad de Rusia”

El modelo de estado laico que impera en las sociedades occidentales en la actualidad en poco o nada tiene que ver con lo que fue Europa en el pasado, en la que la política y la fe era una. Esta forma de gobernar y de entender la sociedad, consolidada por Carlomagno en el siglo IX y que vio sus últimos coletazos en la parte occidental del viejo continente con el llamado nacionalcatolicismo imperante durante el régimen franquista, está aún lejos de desaparecer en la Europa oriental, con Rusia como mejor ejemplo de ello. “El presidente Putin es religioso y además cree en la religión como factor determinante y vital en la identidad de su pueblo”, expresó ayer el catedrático José Manuel Cuenca Toribio en una conferencia dedicada a la trayectoria vital y política del gobernante ruso.

Se trata de una idea “que puede parecer chocante en el año 2018”, indicó Cuenca, aunque “va de la mano” con la filosofía política del presidente ruso que más tiempo ha permanecido en el poder desde la disolución de la Unión Soviética: “Putin cree que el pueblo ruso espera todo del poder, que las mejoras y los estímulos del país deben venir del gobierno. Él cree que eso no es algo bueno, sin embargo acepta la realidad de su país tal y como es y se acomoda a ella”. En este punto es donde Cuenca considera que las estructuras de la imperante iglesia ortodoxa pueden ejercer un papel de acompañamiento al Estado, para suplir las carencias que este pueda tener en determinados servicios o prestaciones.

Cuenca considera que esta idea de nación, “en la que hay una identidad definida”, ha ayudado a Putin a “consolidarse” en la sociedad rusa, que pasó de elegirlo presidente en el año 2000 con un 53% a hacer lo propio en el 2012 -fecha de los últimos comicios- con un rotundo 63%. “Todo es incierto y la vida es azarosa, sin embargo, creo que todos tenemos una certeza: que Putin ganará sus cuartas elecciones el próximo 18 de marzo”, pronosticó el catedrático de Historia Universal y Contemporánea, quien añadió que tiene una opinión positiva del presidente ruso: “Creo que es un hombre que cree profundamente en la meritocracia y el trabajo que ha hecho estos años en su patria es notable”.

El ascenso de Putin en la política rusa se produjo en un momento de “podredumbre política” en la Rusia post-soviética. Tras ingresar en la KGB con solo 23 años -en la que, según Cuenca, el joven no tuvo “ninguna labor represiva, solo documentalista”- fue reclamado para ser vicealcalde de San Petersburgo con la llegada de la democracia. Una vez que logró posicionarse como la mano derecha del presidente Boris Yeltsin, Putin “tomó nota de la excesiva privatización y extensión de la pobreza” en la Rusia de los 90 para “virar en una dirección distinta” una vez llegó al poder en 1999.

A pesar de que el historiador considera a Rusia “un estado de derecho con todas las de la ley”, sí que destacó algunos defectos propios de una sociedad que se encuentra aún en sus primeras fases de consolidación democrática tras 50 años de comunismo: “La corrupción está bastante extendida y todavía hay una prensa bastante aduladora del poder”. Cuenca sin embargo, sacó a Putin de esta ecuación: “Él es un hombre honesto, y se le puede criticar de todo menos de corrupto, aunque sí ha sido acusado de delegar responsabilidades en corruptos”. La victoria en las elecciones del mes que viene darían al mandatario seis años más al frente del país.

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