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El laicismo

Algunas confunden laicismo con ateísmo o con cualquier cosa que se enfrente a la religión. Y no es así. Laico significa no religioso, independiente de toda confesión religiosa. No significa enemigo sino diferente. Por eso gentes que mantienen unas creencias religiosas pueden participar en una organización laica, o adoptar un criterio laico sin ningún tipo de contradicción. De hecho, en la Asociación Morvedre Laico participan personas creyentes que tienen muy claro hasta donde llega su religiosidad y los límites de esta.

Laico no significa específicamente democrático, pero tiene mucho que ver con ello. Cuando una confesión religiosa participa en primera línea en cualquier acto público está conculcando el debido respeto a la parte de la sociedad que, o pertenecen a otra confesión o bien son ateos y no tienen por qué “tragarse” actos, símbolos, o cualquier otra cosa que represente públicamente una opción religiosa o folklórico-religiosa determinada. Si esto es así se trata claramente de una falta de respeto.

En nuestro país, después de una interminable época de dominio del nacionalcatolicismo el término cofradía está tan contaminado por la costumbre que parece que sea una organización religiosa, cuando realmente no tiene porqué ser así. Una Cofradía de Pescadores, por poner un ejemplo, no tiene obligatoriamente que estar patrocinada por una virgen. La cofradía tiene sus propios fines, sus socios, sus dirigentes y sus propios intereses. Meter una virgen por medio es mezclar churras con merinas, creando un rio revuelto que en este caso no es precisamente ganancia de pescadores.

Cuando algunos presumen de los avances democráticos obtenidos en estos últimos años no suelen tener en cuenta que para que este país pueda al menos aparentar dichos avances habría que quitar los miles y miles de símbolos religiosos esparcidos por carreteras, cementerios, calles y plazas… En la práctica se mantienen casi intactos los símbolos nacionalcatólicos del franquismo, dando al conjunto del país un aspecto rancio que muchos turistas observan con extrañeza y los naturales con bochorno.

Por supuesto que mucha de esta simbología pertenece ya al imaginario popular y sería difícil y hasta doloroso para mucha gente tener que prescindir de cosas como “el calvari” o una cruz como la que domina el Picayo. No se trata, ni debería tratarse, de entrar a sangre y fuego en la simbología de ninguna religión. Lo racional y decente es ver qué cosas son respetables y qué cosas no lo son por el hecho de molestar o ningunear a otras sensibilidades.

Una medida lógica sería que las instituciones dejasen a un lado malas costumbres muy arraigadas, como subvencionar, organizar o participar en “misas solemnes”, procesiones y demás actos en los que no pueden ni deben intervenir en representación de TODOS los ciudadanos.

Miguel Álvarez Lozano

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.
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