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“La religión es un meme”

El biólogo y etólogo Richard Dawkins, profesor de la Universidad de Oxford, uno de los intelectuales más controversiales de los últimos años, ha reinterpretado la teoría de la evolución, mientras ataca con fuerza a las religiones.

Richard Dawkins no deja a nadie indiferente. En los últimos tiempos, este divulgador científico, famoso por sus conferencias TED, ha dedicado parte de su trabajo a atacar a las religiones, a las que considera ilusiones sin base alguna, y eso lo ha convertido en un personaje muy controversial. En su libro El espejismo de dios, plantea que la idea de la existencia de un creador del universo, que además requiere que los seres humanos lo adoren, es una proposición científica como cualquier otra. Cuestionarla, por lo tanto, no debería ser un tabú, como no lo es hacerlo con cualquier otra idea.

Esos planteamientos y muchos más han convertido a Dawkins en una especie de adalid del ateísmo y en un defensor del derecho a disentir en un tema blindado por el tabú de lo supuestamente sagrado. Pero ese no es el principal motivo de su notoriedad.

Esta reside principalmente en su vehemente defensa de la teoría de la evolución de las especies, reinterpretada y profundizada con el concepto radical del gen egoísta, según el cual la selección darwiniana no se presenta a nivel de los individuos, sino de su ADN. Eso lo lleva a concluir que los seres humanos, y en general todos los organismos, existen como vehículos de la perpetuidad de los genes.

También creó el concepto del meme, que define como una unidad de cultura autorreplicante, que se propaga de persona a persona, como una canción pegajosa, una frase sonora, una leyenda urbana. Ese concepto ha resultado especialmente atractivo para explicar la idea de la propagación en la era cibernética. SEMANA habló con él.

SEMANA: En los últimos años hemos visto resurgir el oscurantismo. Todo el conocimiento científico que nos trajo a donde estamos ahora está en cuestión. ¿Qué tanto tiene que ver con la religión?

RICHARD DAWKINS: La hostilidad contra la ciencia que fomenta la religión es un asunto aparte y también una fuerza muy poderosa, especialmente en Estados Unidos. Alrededor del 40 por ciento de la población estadounidense piensa que el mundo tiene menos de 10.000 años de antigüedad, lo cual es un preocupante y gran error. La gente de fe puede ser miedosamente defensiva de sus puntos de vista, embebidos desde la infancia.

SEMANA: Usted se ha convertido en un apóstol del ateísmo. Pero mucha gente encuentra en la religión, cualquiera que ella sea, un consuelo a su desesperanza. ¿Quitarle a su dios no es negarles ese recurso?

R.D.: Muy bien pueden llevarse su consuelo. ¿Y qué? El universo no nos debe un consuelo. Soy un científico, cuya principal preocupación es la verdad sobre el mundo real. Si la gente obtiene consuelo de falsedades, ¡no me arrepiento por desilusionarlos! Como lo dijo Steven Pinker, “si te está persiguiendo un tigre, puedes obtener consuelo creyendo que es un conejo. Pero en realidad es un tigre y te va a comer”.

SEMANA: La palabra ‘ateo’ es agresiva y asusta a mucha gente. ¿No resultaría más conveniente decir agnóstico, es decir, indiferente a la existencia de dios?

R.D.: Técnicamente, todos tenemos que ser agnósticos sobre las hadas y los unicornios rosados, así como también sobre Thor, Wotan, Zeus, Apolo, Mithras, el dios del sol, el dios de la luna, el dios del trueno, el dios del río y el Gran Juju en el cielo. Y esto es porque no podemos refutar su existencia. Pero en la práctica, todos somos ateos con respecto a ellos. Algunos de nosotros incluimos también a Alá y a Yavé en este listado. No hay mucha más evidencia sobre el dios abrahámico que sobre Poseidón, Afrodita o la tetera china en la órbita solar.

SEMANA: ¿La ciencia y la religión pueden coexistir?

R.D.: Hay un sentido trivial en el que la ciencia y la religión pueden coexistir: coexisten en la mente de los científicos religiosos. Pero si examinas las creencias de esos científicos religiosos, generalmente, encontrarás que ellos juegan con las palabras. Ellos no creen realmente en los milagros ni en el nacimiento virginal, en la resurrección, el creacionismo, la vida después de la muerte, etcétera. Por lo general, se trata de un sentido vagamente ‘espiritual’ –uno que comparto–, aunque sin implicaciones sobrenaturales.

SEMANA: Pero Einstein hablaba de dios…

R.D.: Einstein es un buen ejemplo. Era un panteísta, un seguidor de Spinoza. Enfatizaba que no creía en un dios personal. No creía en ese tipo de dios que escucha tus oraciones, perdona tus pecados, te envía al cielo o al infierno, que diseña el mundo y la vida y hace milagros. Usaba la palabra ‘dios’ como una metáfora de ‘universo’ o ‘aquello que todavía no entendemos’. Le daba curiosidad saber si había una única forma de ser del universo y escogió el lenguaje de dios para enmarcar la pregunta: “¿Dios tenía opción para crear el mundo?”. Quería expresar escepticismo sobre la indeterminación cuántica, pero eligió el lenguaje de dios para decirlo: “Dios no juega a los dados”.

SEMANA: ¿Existe un propósito en la existencia del universo como implican las religiones? ¿Debería la ciencia decirnos para qué es el mundo?

R.D.: No hay ningún propósito en el mundo. Los seres humanos individuales pueden tener propósitos y de hecho los tenemos: nos impulsan los propósitos todo el tiempo. Nuestros cerebros contienen propósitos y trabajan para esos fines que bien podrían ser terminar un libro, ganar un partido de fútbol o conquistar a una mujer, etcétera. Pero la existencia del universo carece de propósito alguno.

SEMANA: ¿Por qué está bien disentir en todos los temas menos en el de la religión?

R.D.: Esa es una buena pregunta. La respuesta es probablemente la tradición histórica. Todos hemos sido criados, durante siglos, para tratar la crítica de la religión como un tabú (o incluso como algo peligroso).

SEMANA: ¿Y qué puede decir del binomio religión y política?

R.D.: La religión es un asunto privado, que debe mantenerse fuera de la política. Esta separación entre la Iglesia y el Estado es la base central de la Constitución de Estados Unidos, pero está bajo continua amenaza allí. Por el contrario, la religión está incorporada en la Constitución británica (no escrita) y, paradójicamente, Gran Bretaña está entre los países menos religiosos.

SEMANA: En términos científicos, usted es conocido por popularizar la teoría según la cual la selección natural ocurre a nivel de nuestro ADN. Así, evolucionamos para un solo propósito: servir a nuestros genes. ¿Esto es así?

R.D.: La selección de Darwin funciona a nivel del gen. La evolución consiste en cambios en las frecuencias genéticas: los cuerpos individuales pueden ser vistos como máquinas de supervivencia para los genes que circulan dentro de ellos.

A medida que pasan las generaciones, algunos genes se hacen más frecuentes en el grupo genético y otros se hacen menos frecuentes: es la selección natural. La razón por la cual algunos de ellos se hacen más frecuentes es porque son buenos en construir cuerpos. Por lo tanto, estos pueden ser vistos como máquinas para la propagación del gen que circulan en su interior. Si un individuo muere, entonces su gen muere con él. Así que el cuerpo individual tiene una participación en todos los genes y viceversa. Esto es una forma distinta de explicar la evolución neodarwiniana, pero no es realmente diferente del énfasis neodarwinista de los años treinta.

SEMANA: Su metáfora del gen egoísta ha causado críticas de quienes dicen que anuncia un mundo despiadado, de competencia feroz, incluso dicen que ofrece una base filosófica para la existencia del capitalismo neoliberal. ¿Qué les contesta?

R.D.: Esta crítica solo podría venir de personas que han leído únicamente el título de mi libro El gen egoísta (que ha engañado a muchos). Si leyeran más allá del título, descubrirían que mi intención –en lo que tiene que ver con política– es opuesta a lo que piensan, puesto que en realidad explica el altruismo. Porque ayudamos a quienes no tienen relación directa con nosotros, pues compartimos con ellos versiones similares de los genes. He repetido este punto muchas veces, por ejemplo, en mi libro A Devil’s Chaplain.

SEMANA: Usted acuñó el término ‘meme’ para describir cómo los principios darwinianos podrían extenderse para explicar la difusión de ideas y fenómenos culturales. Lo define como una unidad de cultura autorreplicante. ¿Podría darnos unos ejemplos?

R.D.: Ropa, moda, maneras de hablar, acentos, dialectos… Cuando los niños imitan el juego del otro, eso se extiende en una escuela como una epidemia. Un nuevo juguete, por decir algo: un niño obtiene un juguete nuevo y luego los otros niños lo quieren, así que deben convencer a sus padres para tenerlo y así se propaga en toda la escuela como una epidemia.

SEMANA: ¿La religión es un meme?

R.D.: Las religiones son un complejo de memes, una colección de memes. Cualquier cosa que se pasa de una cabeza a otra, algo como la idea de vida después de la muerte, puede decirse que es un meme.

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