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Te Deum Evangélico y el voto religioso

Un daño colateral mal calculado ha tenido él Te Deum Evangélico del pasado domingo. Si bien los medios han puesto el foco en el episodio mismo, las reacciones posteriores tanto del gobierno como de los partidos oficialistas y oposición parecen estar instalando ahora la discusión sobre la agenda del mundo evangélico y la irrupción del voto religioso. 

La sospecha acerca de la forma en que se desarrolló la acción de gracias en la Catedral evangélica antes —en el acceso y en las tribunas del templo— y durante la ceremonia —con la intervención del pastor y candidato a diputado (RN) Eduardo Duran— levantaron una señal de alerta respecto de la agenda de un grupo de candidatos evangélicos al parlamento.

Lo que podríamos estar observamos a modo de hipótesis es el intento de un grupo organizado al interior del mundo evangélico por conseguir poder político para contrarrestar la agenda valórica del gobierno y progresismo e influir desde el parlamento en el proceso legislativo para defender valores que claramente están en el ámbito del ejercicio privado de la religión.

Este diseño deben leerse en clave de retorno de un integrismo religioso el que parece ir en contravía de los procesos de secularización y laicismo donde cada vez más, la religión y los radicalismos religiosos están influyendo en las decisiones políticas y en los partidos y demás organizaciones políticas de las naciones en una suerte de irrupción ahora de una “política profética”. Sucesos como la victoria del movimiento fundamentalista Hamás en las elecciones de 2006 en Palestina, el surgimiento del Estado Islámico en 2014 o el creciente peso de los cristianos blancos en la política estadounidense, tal como se evidencio en la elección de Trump, demuestran que, a nivel mundial, existe una presencia creciente de “política profética”.

La pregunta que surge es si podemos reconocer en los hechos del reciente Te Deum evangélico algo en la línea de esta política profética en marcha en diversos lugares del mundo o, si más bien, la relación entre religión y comportamiento político está por verse en el caso de Chile.

No cabe duda que la acción de una parte de la jerarquía evangélica en él Te Deum—es difícil saber quiénes— y posterior a el —como lo fue el pronunciamiento del autodenominado Concilio de Iglesias Evangélicas— buscan sintonizar con procesos similares que se dan a nivel global de una clara búsqueda de imbricación entre la derecha política y religiosa. En Chile la población evangélica bordea el 20% por lo que algunos estiman habría un potencial electoral proporcional. Alrededor de 15 son los candidatos al parlamento que se identifican como evangélicos en la lista de Chile Vamos. La apuesta seria elegir entre 3 y 4 suficientes para conformar una bancada evangélica en el próximo parlamento. Así en un contexto de voto voluntario, donde la clave es movilizar al “voto duro” la candidatura de Sebastian Piñera parecen estar apostando por un rol activo de garantes del mundo evangélico.

No es descartable entonces el posible papel de la religiosidad como un factor condicionante del comportamiento político y electoral en tanto mecanismo de identificación a partir del cual los votantes simplifican la información política y optan por uno u otro candidato o partido político a la hora de votar.

Lo cierto es que a pesar de que la sociedad pueda ser menos religiosa en general, en algunos países parece estar incrementándose el grado de implicación política de quienes siguen siendo religiosos y que se expresa en la toma de posición en temas relacionados con la vida social y política. Y en otros países —no sabemos si Chile lo es todavía— un creciente número de indicadores apunta a una renovada radicalización de los sectores de ciudadanos que se resisten la secularización. En la medida en que estas circunstancias puedan ser retomadas por las elites partidistas y afectar en consecuencia a la decisión electoral, es evidente la necesidad de prestar más atención al voto religioso.

Por ahora si la deliberación política del mundo evangélico —medida como las opiniones sobre asuntos morales— tiene influencia en el voto está por verse. Paradojalmente el mismo voto voluntario puede jugar también en contra ya que mucha evidencia comparada muestra que se vota menos en los sectores menos acomodados que son precisamente aquellos donde la influencia de las iglesias evangélicas tiene una alta penetración. Veremos entonces si el voto religioso puede hacer la diferencia en la elección de noviembre próximo y si tiene un carácter estructural o solo coyuntural.

Marco Moreno. Decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad Central de Chile

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