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Expertos denuncian que Pell obstaculizó medidas clave para atajar los abusos a menores en Australia

En un informe, concluyen que el celibato es “un gran factor desencadenante” de la pederastia

El cardenal George Pell tuvo gran parte de la culpa de la falta de colegialidad, solidaridad y cohesión” entre los obispos australianos que exacerbó la crisis de los abusos sexuales. Esa es la conclusión a la que han llegado en un nuevo informe dos asesores de la Real Comisión anti-pederastia en Australia, quienes también han concluido, tras un estudio exhaustivo de la Iglesia global, que el celibato clerical es un gran factor desencadenante del abuso sexual infantil.

El nuevo informe, publicado este miércoles por el Centro para la Investigación Global del Instituto Real Melburniano de Tecnología (RMIT) y recogido hasta por el New York Times, lamenta que, en los años más acuciantes de la crisis de la pederastia clerical, la Iglesia australiana nunca llegó a desarrollar una estrategia nacional aceptada por todos los obispos en términos de atención a las víctimas. La Iglesia australiana tampoco supo “acercarse a los grupos de abogacía y de apoyo para trabajar en colaboración con aquellos que han hecho tanto para defender a las víctimas y sus familias”.

Tampoco los obispos, señala el informe, “desarrollaron una respuesta de justicia restauradora”, tal y como se hizo en países como Bélgica o los Países Bajos, ni establecieron un teléfono de contacto para las víctimas, como en Alemania, ni “desarrollaron una estrategia integral de curación y monitorización en cada parroquia para responder a las necesidades continuas de las víctimas y sus familias”, como ha sido el caso, por ejemplo, en Inglaterra y Gales.

Aunque sea verdad que los autores del informe del RMIT, los profesores Desmond Cahill y Peter Wilkinson, también culpan de la crisis de pederastia clerical directamente al Vaticano por su fracaso al reconocer el alcance del problema, al nivel local el principal culpable al que señalan es Pell, en aquellos años el arzobispo de Melbourne y después, de Sídney. La razón principal: el empeño del ahora cardenal en desarrollar, en 1996, un protocolo anti-abusos -el del llamado Melbourne Response- diferente al de resto de los obispos australianos -el llamado Towards Healing.

Como recuerdan Cahill y Wilkinson, Pell siempre sostuvo que el Melbourne Response era superior al Towards Healing, entre otras razones porque el mecanismo de compensación fue distinto al de la investigación de supuestos casos de abusos. Aún así, y según argumentan los académicos, el entonces arzobispo nunca entendió las críticas que se lanzaban de su protocolo, como la de su fracaso de encargar una investigación que explicara la razón por la que la pederastia se había vuelto endémica en el clero australiano. O la que lanzó el parlamento del estado de Victoria en una comisión de investigación de 2013, que halló que el Melbourne Response beneficiaba a sus creadores al limitar su exposición financiera y al proteger su reputación.

Es por todo eso, opinan los autores del informe del RMIT, que “la imagen dominante” que se tiene en Australia de la crisis de abusos “sigue siendo la del sacerdote depredador, Gerald Ridsdale, entrando en los tribunales con el obispo… George Pell”. Una imagen, prosiguen los académicos, comparable incluso con la foto de la niña quemada por las bombas de napalm en Vietnam.

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