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Arzobispos inquisidores contra catedráticos científicos del Instituto Provincial de Granada

Libro censurado. Este era el libro Historia Natural de García Álvarez que se utilizaba como texto de alumnos en el Sacromonte y en el Instituto de Granada. Fue utilizado entre los años 1867 y 1872; a partir de la condena arzobispal, varias páginas (de las 265 a 318) fueron cortadas para que los alumnos no tuvieran acceso a sus contenidos.

El periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera rescata del olvido dos historias de pura inquisición por parte de la Iglesia contra dos catedráticos de Granada que merecen ser difundidas para que las conozcas. Sucedieron a finales del siglo XIX.

El dogma religioso y la ciencia nunca se han llevado bien. Ni se llevarán. Cuanto más avanza la Ciencia para explicar puntos oscuros del conocimiento, más aumentan las reacciones dogmáticas religiosas, de todo tipo. Con este artículo pretendo refrescar sólo dos ejemplos acaecidos en Granada a finales del siglo XIX; ambos fueron protagonizados por dos arzobispos y dos catedráticos del Instituto Provincial, sin duda una de las instituciones más señeras de la época. El arzobispo Bienvenido Monzóncondenó a la hoguera todos los libros que pudo del “darwinista” Rafael García Álvarez; por su parte, Moreno Mazón consiguió borrar del mapa los libros de Historia del catedrático Anselmo Arenas y “desterrarlo” de Granada. El delito de ambos profesores fue pensar y escribir de manera diferente a los ultraconservadores granadinos.

Desde su creación a mediados del siglo XIX (en 1845), el Instituto Provincial se convirtió en un dolor de cabeza para la autoridad eclesiástica de Granada. Las oleadas liberales que sacudieron la segunda mitad del reinado de Isabel II, hasta la llegada de la Restauración, tuvieron su caldo de cultivo en el Instituto de Secundaria; la enseñanza media había sido segregada de una Universidad un tanto lánguida y apática. Por eso, muchos de los catedráticos de prestigio prefirieron encarrilar sus vidas profesionales en el Instituto antes que en la UGR. Las nuevas ideas científicas, políticas, feministas y  progresistas entraban a Granada por la puerta del Instituto Provincial. Se convirtió en un centro productor de genios, tanto de alumnos como de profesores. Por eso, tras la Restauración borbónica, la Granada ultraconservadora (en lo político y religioso) puso al Instituto en su punto de mira; su educación pública superaba en calidad a toda la instrucción privada (en manos de instituciones religiosas en su mayoría).

Profesores del Instituto Provincial. Rafael García Álvarez es el de barba blanca, en pie segundo por la derecha. Esta foto es del curso 1888-1889. En esta foto hay al menos dos miembros de logias masónicas: García Álvarez de la Lux in Excelsis y Benito Bentué y Peralta (de pie, en el centro), también de la Lux in Excelsis y después de la Reforma nº75.

El Concordato firmado entre el gobierno moderado de 1851 y la Santa Sede había puesto fin a cuarenta años de  desencuentros entre España y el Vaticano, especialmente provocados por la Constitución liberal de Cádiz (1812) y las desamortizaciones eclesiásticas de Madoz y Mendizábal. Fue un Concordato que reconoció a la Iglesia católica como la única religión de la nación española. Este hecho se concretó en que la Iglesia tuvo concedidas prerrogativas absolutas en educación pública y privada; los obispos eran los encargados de velar por la pureza de las enseñanzas, en términos absolutos. Algunos prelados se extralimitaron al alargar su mano a la  libertad de pensamiento y las costumbres. En suma, el Estado concedió a la Iglesia poderes de censura en la publicación y difusión de libros. Y algunos entornos ultraconservadores se encargaron de cumplirlos a rajatabla.

Y por si fuera poco, también las Constituciones conservadoras de 1869 y 1876 conferían a la Iglesia católica amplios poderes en el control de materia educativa y de culto en ámbitos públicos. La Inquisición había renacido en Granada tres cuartos de siglo después.

Rafael García Álvarez y su peligroso “transformismo”

Rafael García Álvarez (1828-1894) era catedrático de Ciencias Naturales en el Instituto Provincial de Granada, institución donde florecería en el siglo XIX lo mejor del pensamiento granadino, frente a una Universidad que no se había recuperado de la mediocridad imperante desde época de Fernando VII. También ocupaba el cargo de director del Instituto desde 1869. Durante el periodo progresista y confuso del sexenio revolucionario, García Álvarez se había ocupado en tres actividades importantes para sus aspiraciones profesionales y personales: catalogó e impulsó el Gabinete de Ciencias Naturales (actualmente museo del IES Padre Suárez); afianzó la logia masónica Lux in Excelsis, de la que fue su cabeza visible y Venerable durante muchos años, con el nombre de Buda; e introdujo en Granada las teorías del evolucionismo (transformismo o darwinismo actual). Este catedrático fue el primero en leer en Granada El Origen de las Especies, publicado por Charles Darwin en 1859 (Su original todavía estaba en francés, conservado hoy en el IES Padre Suárez).

En esta otra foto, también del curso 1888-89, aparecen sentados los catedráticos Rafael García Álvarez y Mario Méndez Bejarano, rodeados de un grupo de alumnos. Para esa época, el Instituto ya estaba ubicado en el edificio de la calle San Jerónimo (actual Conservatorio de Música). Antes había estado en el Colegio Mayor Bartolomé y Santiago, en el Colegio de San Pablo y en la casa número 6 de la Cuesta de Santa Inés. En ese curso, Rafael García ocupaba el cargo de subdirector.

Rafael García Álvarez era tenido, a pesar de cultivar la masonería, como un hombre respetuoso del catolicismo; de hecho, era también profesor en la Abadía del Sacromonte y amigo de varios canónigos (A uno de ellos –Fernando González Grafión– le dedicó su libro Nociones de Historia Natural en 1867). Nunca hasta el inicio del curso 1872-73 había llamado la atención de la jerarquía eclesiástica ni de los ultraconservadores locales. En octubre de aquel año abrió la caja de los truenos con su Discurso de apertura del Instituto Provincial. Se le ocurrió exponer las teorías evolucionistas de los seres vivos, siguiendo las novedosas tesis de Darwin, de las que era activo discípulo. Ahí empezaron sus problemas.

Gabinete de Ciencias del Instituto. Desde 1851, Rafael García Álvarez había comenzado a ordenar y catalogar los fondos de ciencias, física y química del Instituto Provincial de Segunda Enseñanza. Acumulaba ya casi 10.000 piezas. Era el embrión del actual Museo de Ciencias del IES Padre Suárez. Una de las piezas que aportó García Álvarez es un ejemplar de la Evolución de las Especies, en francés de la primera edición llegada a España, hacia 1862; por este libro conoció las teorías de Darwin que después le acarrearon el enfrentamiento con el arzobispo Monzón. Este Museo fue ampliado y reformado desde los años 90 del pasado siglo hasta su jubilación en 2015 por el catedrático Luis Castellón. Está considerado el mejor museo de ciencias de Andalucía; se puede visitar, previa concertación de cita. Fotos del archivo del IES Padre Suárez.

Censura arzobispal y mutilación de sus libros

El arzobispo del momento, Bienvenido Monzón Puente (1866-1885) ya había anunciado a su llegada a Granada que tendría el ojo avizor frente a quienes pensaran, divulgaran o escribieran conceptos contrarios a la moral católica. La Constitución vigente y el Concordato le permitían jugar ese papel de vigía. En su biografía oficial quedó escrito de manera clara: “… no dormía mientras el hombre enemigo velaba para sorprender a los incautos, y al mismo tiempo sembrar la mala simiente en el campo del Padre de familia.” Censuró, condenó y persiguió todo escrito de presbíteros y pensadores del momento disidentes de los dogmas de fe: lo hizo con el cura Aguayo, con el periódico La República de Motril y en octubre de 1872 convocó un sínodo de cinco sacerdotes para que estudiaran a fondo el Discurso evolucionista de García Álvarez.

El 16 de noviembre de 1872, en el Boletín Eclesiástico, Bienvenido Monzón condenó sin paliativos la teoría darwinista del Discurso. No podía admitir que el hombre fuese el resultado de la evolución milenaria de los homínidos. Había sido creado por Dios a su imagen y semejanza, tal como era en el momento. El arzobispo obtuvo al respaldo abrumador de la sociedad conservadora granadina, la mayoría eran líderes parapetados en los privilegios de cátedras universitarias y burguesía acomodada.

La condena arzobispal prohibía leer, reproducir y publicar el Discurso y todos aquellos libros del catedrático referidos al evolucionismo. No sólo eso, también se ordenó a fieles católicos, diáconos y sacerdotes que recogieran todos los ejemplares repartidos en casas y tiendas para proceder a su destrucción. En pocos días, la inmensa mayoría de libros desaparecieron en Granada; los pocos que quedaron, habían sido recortados con tijeras para que nadie conociese lo que decían. Fueron incluidos en el listado de libros prohibidos de la Iglesia.

García Álvarez dejó de dar clases en la Abadía del Sacromonte, pero consiguió mantenerse como director del Instituto hasta que, en 1874, las presiones eclesiásticas y políticas conservadoras acabaron por cesarle. No obstante, una parte del claustro de profesores siguió apoyándole, especialmente el nuevo director José Arosamena, que le nombró subdirector. Rafael García volvió a ocupar la dirección del Instituto entre 1891 y 1894, tiempo que transcurrió entre la muerte de Arosamena y la suya al frente del centro de enseñanza.

  

El arzobispo y su condena. Grabado que representa al arzobispo de Granada Bienvenido Monzón (1866-1885), extraído de un libro. A la derecha, copia del Boletín Eclesiástico de 16 de noviembre de 1872 en el que se recoge la carta del arzobispo condenando las teorías darwinistas expuesta por el catedrático García Álvarez en su Discurso de inauguración del curso 1872-72. En la pastoral se instaba al catedrático a rectificar sus escritos y a que los fieles recogiesen todas sus publicaciones para proceder a su destrucción. Los libros fueron quemados poco a poco en los braseros de la Curia.

Excomunión, quema y muerte en vida

El arzobispo Monzón Puente alcanzó a medias sus objetivos. Jamás consiguió que el catedrático García Álvarez renunciase a sus ideas “heréticas a injuriosas a Dios”, tal como perseguía, ni tampoco se retractase pidiendo perdón por lo que había osado pensar y escribir

El arzobispo Monzón Puente alcanzó a medias sus objetivos. Jamás consiguió que el catedrático García Álvarez renunciase a sus ideas “heréticas a injuriosas a Dios”, tal como perseguía, ni tampoco se retractase pidiendo perdón por lo que había osado pensar y escribir. El profesor respetaba profundamente los dogmas católicos, aunque no los compartía. Continuó de manera callada con sus clases y agrandando el Gabinete de Ciencias Naturales; colaborando con su logia masónica, adonde llegó a Venerable con el grado 30. Pero sobre todo, escribía acerca del evolucionismo: en 1883 consiguió publicar Estudio sobre el transformismo, uno de los primeros textos españoles sobre la evolución de las especies. Sus hondas raíces y amistades en Granada, y su solvencia intelectual, impidieron que le movieran de la silla de catedrático, tal como pretendían los ultracatólicos granadinos. Murió en plena actividad, dando clases a sus alumnos.

Quizás Rafael García Álvarez no hubiese sido tan silenciado por la historiografía local de no haber coincidido con aquel arzobispo tan beligerante. Sus libros fueron objeto de persecución y destrucción; no es cierto que fueran quemados en pública hoguera en la Plaza de las Pasiegas y con escarnio, pero sí alimentaron braseros de la Curia en una muerte lenta y silenciosa. Tampoco es cierto que fuera excomulgado por la Iglesia católica en sentido estricto, pero la condena arzobispal de su Discurso era su equivalente a la excomunión.

García Álvarez continuó siendo respetuoso con la fe católica, no aceptó los dogmas de la Iglesia ni aquellos conceptos que no pueden ser explicados por la razón y la ciencia; se mantuvo masón practicante y darwinista hasta la médula.

La sociedad civil granadina que le había denostado en 1873, recurrió a su sabiduría durante la gran epidemia de cólera de 1885 (más de 12.000 muertos en Granada) para ponerle freno; fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Granada, precisamente cuando el arzobispo Monzón salía de Granada para ocupar el mismo cargo en Sevilla.

En su funeral, el 15 de mayo de 1894, fue despedido con dos misas católicas en las parroquias de Santa Escolástica y Santa Ana.

Esquela mortuoria de García Álvarez. El catedrático nunca se retractó de sus ideas darwinistas, incluso continuó siendo masón y respetando profundamente el catolicismo. Contribuyó a frenar el terrible brote de cólera de 1885 como concejal. A su muerte, la Iglesia se había olvidado de la condena de sus textos y le enterró cristianamente con dos misas en otras tantas iglesias. Hoy, ningún vestigio ciudadano de la ciudad le recuerda.

El arzobispo Moreno Mazón contra el catedrático Anselmo Arenas

El tiro de gracia consistió en una condena de sus textos de Historia por parte del Arzobispo, en la que exhortaba a que los alumnos no se dejaran corromper y prohibía leer sus libros

Más ácido y peor final tuvo el pulso mantenido por el arzobispo granadino y otro catedrático del Instituto veinte años después, con presencia y apoyo de Rafael García Álvarezcomo director del mismo.

José Moreno Mazón se ocupó del Arzobispado de Ganada en el último tramo del siglo XIX y primero del XX (1885-1905), inmediatamente después de Bienvenido Monzón. No le fue a la zaga a su antecesor en enfrentamientos con enseñantes de tono liberal, y masones para más inri. La verdad es que aquel obispo no llegó precedido de buena fama, incluso entre los cristianos de base: muy dado a las riquezas y ostentación en su anterior obispado en Cuenca, a la gula (el Padre Manjón lo calificó como “14 arrobas de obispo”), integrista y perseguidor de ideas liberales, también se le relacionaba con aficiones sexuales prohibidas. Llegó a estar metido en política como senador.

Poco antes de la Navidad de 1892 había llegado a Granada el profesor Anselmo Arenas López. Venía a ocupar la cátedra de Geografía e Historia del Instituto Provincial dejada vacante por muerte del director José Arosamena. Antes había ejercido en Canarias y Badajoz, donde su marcado radicalismo de izquierdas le había granjeado enfrentamientos con sus respectivos obispos. Incluso había fundado un periódico progresista en Badajoz y la logia masónica Pax Augusta. De origen humilde (hijo de un zapatero de Guadalajara), era gran erudito, tenía publicados varios libros de su especialidad, la Geografía e Historia de España.

Claustro de Badajoz. Este era el plantel del Instituto Bárbara Braganza de Badajoz en el curso 1880-81, cuando el catedrático Anselmo Arenas (en pie, primero por la izquierda), acababa de publicar sus primeros libros de Historia de España y Curso de Geografía. Llegó a Badajoz en 1877, procedente de Canarias, donde tuvo su primer enfrentamiento con el obispo José María Urquinaona, en Las Palmas. Anselmo no era antirreligioso, sino anticlerical y republicano; tampoco los monarcas absolutos y la Inquisición salían bien parados en sus textos. A pesar de su pulso con la iglesia extremeña, consiguió mantenerse 15 años como catedrático en Badajoz.

Los sectores ultraconservadores y ultracatólicos de Granada no tardaron ni tres meses en situar a Anselmo Arenas López en su punto de mira: no les gustaban muchos de los párrafos que contenían sus libros de texto

Los sectores ultraconservadores y ultracatólicos de Granada no tardaron ni tres meses en situarlo en su punto de mira: no les gustaban muchos de los párrafos que contenían sus libros de texto. En la primavera de 1893 ya comenzaron a hacerle en vacío prohibiendo que sus hijos acudiesen a sus clases; el siguiente paso fue organizar una campaña de recogida de firmas para expulsarlo de Granada, a cuya cabeza se encontraban personajes muy influyentes de la vida granadina (entre ellos el cirujano y empresario Juan Creus y Manso, oriundo de Guadalajara como Anselmo). El tercer paso fue desprestigiarlo en la prensa católica de la época, los  periódicos locales El Triunfo y El Resumen, y el madrileño la Unión Católica.

Campaña en prensa católica. Portada del periódico La Unión Católica, con artículo de apertura dedicado a Anselmo Arenas. Es del 12 de febrero de 1894, cuando todavía no se había pronunciado definitivamente el Ministerio de Instrucción Pública sobre el destino final del catedrático. Este periódico madrileño fue especialmente beligerante en este caso.

El tiro de gracia consistió en una condena de sus textos de Historia por parte del Arzobispo, en la que se exhortaba a que los alumnos no se dejaran corromper, se prohibía leer sus libros y había que expulsarlo de la cátedra. Moreno Mazón le denunció ante la Universidad y la inspección del Ministerio de Fomento (después de Instrucción Pública); igual proceder hicieron muchos padres en una carta colectiva. Había que apartarlo de la enseñanza a toda costa.

Y lo consiguieron. Estaba precisamente de director del Instituto Rafael García Álvarez, que había sufrido en propia carne las embestidas del anterior arzobispo. El claustro no sabía qué hacer. Anselmo languidecía en Granada con pocos alumnos y desprestigiado en una ciudad a la que acababa de llegar. Asistía impertérrito a continuos ataques a su persona desde la prensa católica de España; varias veces fue noticia de primera página, con verdaderos insultos hacia él. ¿Qué pensaba y qué escribió para que quisieran desterrarle de Granada?

 

Anselmo Arenas y Moreno Mazón. Foto de Anselmo Arenas López extraída de un libro de alcarreños ilustres, ya en Madrid. A la derecha, grabado del arzobispo José Moreno Mazón (1885-1905), que denunció sus libros de Historia y consiguió movilizar a la sociedad ultracatólica granadina hasta conseguir echarlo de la cátedra y de Granada.

Sus ideas y sus escritos

Varios de los textos de Anselmo Arenas López son base de la enseñanza de Historia actualmente. Pero en la Granada de finales del siglo XIX aquellas ideas suponían la persecución más impía y, si les dejaban, echarlo a la hoguera para acabar con él y sus libros. Sus textos fueron recogidos por la red de religiosos y seglares. El papel fue utilizado para encender braseros, de manera que pocos de los existentes en Granada se salvaron de la quema.

Por el periódico La Unión Católica conocemos la carta que enviaron los padres católicos al ministro de Fomento. Llevaba fecha del 16 de diciembre de 1893. En ella se le acusaba de haber convertido su cátedra en centro de propaganda de ideas anticatólicas y antipatrióticas. No podían soportar que con el dinero de católicos el catedrático Arenas se dedicara a destruir su fe, bajo una falsa tolerancia de libertad de enseñanza. Tampoco que Arenas ensalzara los lunares o destacara las flaquezas de la Historia de España, en vez de minimizarlas u ocultarlas directamente a los ojos de sus hijos. “Un profesor –escribían los padres católicos- autor de tales libros no puede, no debe figurar entre los profesores oficiales de dicha Nación” (España). Por ello, el profesor Anselmo Arenas debía ser separado del profesorado “por infundir en sus discípulos ideas perniciosas”.

Las ideas perniciosas contenidas en sus libros eran las siguientes: En la página 109 se decía “El clero estaba tan relajado, que desde el concilio de Ilíberis hasta los de Zaragoza, Gerona y Toledo, se cansan de hacer cánones mandando que los obispos, presbíteros, diáconos, etc., se abstengan, por lo menos cuando estén de servicio, de conocer a las mujeres; de pedir que no tengan mujeres extrañas, de poner penas a los sacerdotes vagabundos; de prohibir el lujo fastuoso que tenían, etc. Esta corrupción se acentuó más desde que Recaredo hizo del catolicismo la religión del Estado. Y sobre todo mientras el pueblo eligió a los obispos, diáconos, párrocos, etc. fueron virtuosos los aclamados; más, cuando se arrebató al pueblo este derecho, ni la virtud ni el mérito ocuparon de ordinario tales cargos”.

Otro ejemplo a censurar: En la página 123, “Desde Recaredo empezó a arrebatársele al pueblo esta hermosa prerrogativa, y no deja de ser curioso el fenómeno de que desde este momento no brillaron ya en los nuevos Ministros ni la santidad ni la ciencia que antes”.

Trascribo algunos párrafos más que dieron pie a la condena arzobispal: «Como era natural, paralelamente á estas riquezas (las del clero) cundieron la inmoralidad y la soberbia. Concilios y excomuniones anatematizaron durante los siglos XII, XIII y XIV á las barraganas públicas de los clérigos, y sus hijos fueron desheredados; pero el clero no cejaba, y alcanzó de Alfonso XI y otros Reyes que esos hijos fueran declarados legítimos. Sus barraganas eran consideradas esposas, y gastaban con mengua y para cebo de las mujeres virtuosas un lujo tal, que hubieron de prohibirlo y castigarlo como inmoral las Cortes de Soria citadas, las de Briviesca y otras. Es más: asistían a los saraos y festines de los Prelados, comiendo con ellos y hasta ocasiones hubo en que un Arzobispo (el de Santiago, Rodrigo de Luna), arrebató la novia el día de la boda para deshonrarla. Este hecho da una idea de su inmoralidad; pero la da mejor el fuero de Pamplona que á pesar de ser hecho como casi todos en un Concilio, concedía á los clérigos tener hasta cinco barraganas, para que dejen en paz á las mujeres honradas.»

En la página 314: “El cristianismo como institución moral, no puede negarse que en nuestra Patria y en el mundo entero, ha desempeñado una gran misión civilizadora. En cambio, como institución política y aun social, puede decirse que sólo desventuras ha acarreado en pos de sí á España y á los demás países. No sólo ha participado de todos los vicios de la sociedad, sino que ha sido siempre el portaestandarte de ellos… Los más de los Prelados, que bajo el dominio de los califas vivieron, tenían más de moros que de cristianos; serrallo, lujo, etc., nada les faltaba”.

El debate llegó a las Cortes

Con párrafos tan peligrosos con los mencionados, no es de extrañar que el Claustro de la Universidad de Granada emitiese un informe, por unanimidad, avalando la condena del arzobispo. Consiguientemente, el Consejo de Instrucción Pública acabó retirando a Anselmo Arenas López de su cátedra de Historia del Instituto Provincial de Granada. El catedrático perseguido  por el arzobispo Moreno Mazón continuó su calvario: a los pocos meses, también el obispo de Badajoz condenó y persiguió sus libros de Historia, algunos de ellos circulando desde hacía una década sin que nadie en Extremadura se fijara en ellos.

Su caso levantó aceradas polémicas entre la prensa conservadora y liberal, incluso el tema llegó a debatirse varias veces en el Congreso de los Diputados (le defendió Nicolás Salmerón). Entre 1896 y 1901 no se le permitió trabajar en sus enseñanzas.

El expediente profesional de Anselmo Arenas se encuentra en el Archivo General de la Administración, sede de Alcalá de Henares (05-17-32/07977). A través de él se puede seguir su calvario, si bien hay datos contradictorios en cuanto a fechas con lo publicado en medios de Granada y en el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Granada. Vemos que los pasos dados por el arzobispo de Granada fueron inmediatamente secundados por el de Badajoz, donde habían sido impresos sus libros.

El nivel de presión sobre Anselmo Arenas subió tanto que él mismo no tuvo inconveniente en que los colegios, profesores o padres que lo desearan pudiesen suprimir de sus libros aquellas partes con las que no estuvieran de acuerdo.

Cuando estaba a mitad de su segundo curso en Granada, el 6 de marzo de 1894, el Ministerio comunicó a Anselmo Arenas la prohibición de que siguiera impartiendo clases, basada en una suspensión del rector del la Universidad del 3 de marzo. Un mes después, el 6 de abril, el Rector ordenaba que todos sus libros fuesen retirados y declarados no aptos para la enseñanza del bachillerato. No obstante, mucho antes ya habían sido recogidos por padres y sacerdotes.

       

Acusador y defensor. El cirujano Juan Creus y Manso (izda.) capitaneó al grupo de ultracatólicos que recogieron firmas y presionaron para impedir que el catedrático Anselmo Arenas enseñara Geografía e Historia en el Instituto Provincial de Granada. En cambio, Alfonso de la Cámara y Giménez se alineó en el bando de los defensores de la forma de enseñar del catedrático. Alfonso de la Cámara era director de la Academia Cívico Militar y profesor de la Escuela Normal; era hijo del catedrático Salvador de la Cámara y Arrivillaga, futuro iniciador de las obras del actual IES Padre Suárez. Alfonso también fue empresario azucarero en Santa Fe, donde murió en trágico accidente en 1915 (Era padre de la pintora Trina de la Cámara y suegro del artista almeriense Jesús de Perceval).

Pero justo en ese momento surgió otro movimiento de padres y enseñantes liberales que defendieron a Anselmo. Movían los hilos Rafael García y Álvarez y Salvador de la Cámara y Arrivillaga, ambos catedráticos del Instituto Provincial. La cabeza visible del movimiento, no obstante, fue el hijo mayor del segundo, Alfonso de la Cámara y Giménez, a la sazón director de la Academia Cívico Militar de Granada. Esgrimían la idea de que debían movilizarse “… en protesta contra ese paso atrás que pretende darse, haciendo recaer sobre Granada la poca honrosa gloria de la iniciativa de censurar la obra y acallar la voz de este profesor”. Era un atropello a la inmunidad de la Ciencia, del libro, de las libertades de cátedra y del profesorado, consagrados en la Constitución. Elaboraron un manifiesto, firmado por centenares de padres, donde rechazaban las injerencias de personas extrañas a la libertad de enseñanza. También un numeroso grupo de alumnos del Instituto suscribieron otra carta defendiendo a Anselmo Arenas, que había sido fechada el 7 de mayo de 1894, además de agradecerle la claridad de sus enseñanzas.

El flamante ministro de Instrucción Pública, Alejandro Groizard Gómez de la Serna, ratificó las sanciones impuestas por la Universidad y el Ministerio. El catedrático Anselmo Arenas fue suspendido de empleo antes de que acabara el curso 1893-94, percibiendo solamente la mitad de su sueldo.

Languideció, marginado, entre Granada, Madrid y Guadalajara. Hasta que en junio de 1896 se hartó de esperar a que le repusieran en su cátedra de Geografía e Historia del Instituto; solicitó una comisión de servicio en Madrid o Guadalajara, a ver si allí encontraba un ambiente menos hostil. El Ministerio no le aceptó la propuesta, pero Anselmo levantó su casa de Granada y se marchó a vivir a Guadalajara a comienzos de 1897. Su expediente fue olvidado, mientras él y su familia (cuatro hijos) sobrevivían con medio sueldo y viendo cómo la mayor parte de sus textos habían desaparecido de los institutos.

En Guadalajara parece que encontró un ambiente menos hostil que en sus tres destinos anteriores, en buena parte debido a que esta ciudad no tenía obispado, sino Sigüenza. Continuó insistiendo en recuperar su cátedra, sin que le hicieran caso. Preparó varios libros sobre Viriato, Tartessos, Celtíberos, etc; militó en partidos republicanos y flirteó con los masones alcarreños. Se encontró ciertamente arropado por sus paisanos; se relacionó con la periodista Carmen de Burgos (Colombine). Y escribió en periódicos. Incluso se implicó en la dirección del Ateneo Obrero de Guadalajara

Repuesto siete años después, pero no en su cátedra

Por fin, el 2 de diciembre de 1901, el nuevo ministro de Instrucción Pública, Álvaro de Figueroa, firmó una orden por la cual se le concedía la plaza de catedrático en el Instituto General y Técnico de Valencia. Pero catedrático de Literatura. Los progresistas del momento criticaron duramente la decisión salomónica del Conde de Romanones, por cuanto quedaba bien con todos y no contentaba a nadie. Anselmo seguía deseando volver a Granada como catedrático de Historia.

En su etapa valenciana, Anselmo Arenas volvió a ser objeto de ataques. Esta vez por parte de la prensa antimonárquica, ya que mostró sus preferencias por uno de los candidatos (en contrario a Blasco Ibáñez). Le despedazaron diciendo de él que había estado siete años cobrando sin trabajar.

Cada año presentaba un recurso solicitando su cátedra de Historia, a poder ser en Granada. Pero nada conseguía. En 1908 accedieron a darle la de lengua Francesa. También aceptaron pagarle el medio sueldo que le retuvieron de los siete años de suspensión. Prosiguió su lucha en Valencia hasta su jubilación en 1918, pero sin haber conseguido recuperar lo que la jerarquía eclesiástica de Granada le arrebató.

En el Diccionario Akal de historiadores tiene una amplia referencia y reconocimiento a su labor intelectual y docente. Un verdadero precedente de la enseñanza actual.

No obstante, el arzobispo granadino Moreno Mazón se salió con la suya al conseguir que este catedrático no enseñara más “su historia” a los jóvenes españoles.

Por si alguien tiene curiosidad sobre aquellos libros censurados por “peligrosos”, sus títulos son: Curso de Geografía (Badajoz, 1880), Curso de Historia de España (Badajoz, 1881) y Curso de Historia General (Badajoz, 1886).

Dedicatoria: Este artículo está inspirado en conversaciones con mi amigo Luis Castellón, catedrático de Ciencias del Instituto (antiguo Instituto Provincial, actual IES Padre Suárez), y verdadero artífice del Museo de Ciencias Naturales de este centro.

Más información:

Biografía del Arzobispo Bienvenido Monzón, por el arcipreste Antonio Sánchez Arce (1889, imprenta Paulino Ventura)

Masones en Granada. Último tercio del siglo XIX, de Francisco López Casimiro (2000, editorial Comares)

Darwin en Granada. Rafael García Álvarez y el Arzobispo Monzón, de Leandro Sequeiros (2010, Córdoba)

Discurso de apertura de curso del IES Padres Suárez, del catedrático Luis Castellón. (Curso 2006-7)

-De Luis Castellón existen varios textos sobre Rafael García Álvarez y el Gabinete de Ciencias Naturales del IES Padre Suárez, donde ha sido su director hasta su reciente jubilación. (Museo de Ciencias. Instituto Padre Suárez. Junta de Andalucía, 2007; Historia y actualidad de un museo científico, 1845-2009).

Instituto Padre Suárez. Institutos con Historia. Ruta del Patrimonio Educativo Andaluz. 2008.

-Hemeroteca de la Biblioteca Nacional.

-Hemeroteca de la Biblioteca de Andalucía.

Un libro polémico: Examen crítico del Curso de Historia de España de Anselmo Arenas, de Antonio Prado Gómez.

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