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cementerio Ferney Voltaire

José Subirá y la secularización de los cementerios

Cementerio Ferney Voltaire

En el momento en el que se discutió y aprobó la Ley de Cementerios en enero de 1932 que los secularizaba, el destacado escritor y musicólogo, José Subirá Puig, que militaría en la Agrupación Socialista Madrileña, publicó en “El Socialista” un artículo a cuenta de una pasada experiencia del cementerio de Ferney, en la frontera francesa con Suiza, muy cerca ya de Ginebra, y donde Voltaire residió dieciocho años.

La pieza se insertó en el número 7160, de 19 de enero de 1932, del periódico, y lleva por título “Un ejemplo de transigencia clerical”. Subirá no pretendía opinar sobre la reforma legislativa sino evocar un testimonio de tolerancia religiosa a cuenta de la localidad francesa, aunque, claro está, tomaba partido en el debate que se generó, uno más entre las encendidas polémicas relacionadas con la religión en tiempos de la Segunda República.

Subirá había aprovechado una estancia en Ginebra para desplazarse a Ferney, donde Voltaire había construido una capilla junto a su mansión, en cuya entrada mandó grabar la expresión “Deo crexit Voltaire”, el adalid del anticlericalismo.

Ferney se encontraba en un lugar que había sido una encrucijada en la Historia religiosa de Francia, entre el catolicismo y el calvinismo procedente de Ginebra. Recordemos que aquella ciudad fue la capital de la reforma de Calvino. Ferney constituía un ejemplo donde la religión era una cuestión personal, “íntima”, que no interfería la vida pública, y que no influía en nada a la hora de la muerte. Subirá lo comprobó cuando visitó el cementerio municipal.

Entre las tumbas del cementerio bajo el castillo de Voltaire, se fijó en los epitafios en piedra, y que para el autor, serían incomprensibles para muchos españoles, y no precisamente por el idioma en el que se escribieron. Citaba el epitafio en francés de un pastor evangélico fallecido en 1858: “Sus amigos de ambos cultos le han elevado este monumento en memoria de los treinta y un benditos años que el difunto pasó entre ellos”.

José Subirá expresaba que, al seguir el debate parlamentario, había leído que varios diputados católicos, que eran sacerdotes también, habían declarado que era imposible extremar la fraternidad y el amor entre los hombres hasta el punto de que reposaran en el mismo suelo si profesaban religiones distintas. Subirá recordaba, pues, su experiencia del cementerio de Ferney donde descansaban juntos católicos y protestantes, “unidos por algo más hondo y más duradero que la fe, es decir, por la misma Muerte”.

Para el articulista, Ferney era una lección, pero lamentaba recordarla como consecuencia de unos parlamentarios contrarios a la libertad de conciencia y contra la igualdad de cultos.

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