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Que vuelva la filosofía

Hace unas semanas escribía en estas páginas sobre “El malestar en la sociedad des-educadora”. Refería males de fondo que, como el acoso escolar reciente aparecido en los medios, indican problemas que parecen no quererse ver. Alguien ha dicho con sabiduría que estos sucesos delatan que puede haber un error colectivo de sociedad, escuela y familia. Para contribuir a ese necesario debate retomo el asunto para profundizar en un aspecto del citado escrito anterior. Ya sea por la noticia mencionada o por alguna similar, martillea en mi magín con cierta frecuencia la palabra “filosofía”. No dejo de evocar sus múltiples acepciones y/o invocaciones, así como el injustificable mal trato que  todas ellas vienen teniendo por parte de la mayoría de estamentos de nuestra sociedad actual. Por si ayudara a atenuar el mencionado malestar, trato de “filosofar” aquí.

Empecemos por el origen, esto es, el sentido etimológico de esta maltratada palabra: “amor a la sabiduría”. Si tal aspiración filosófica se mantuviera, tanto en la escuela, en la casa, en la calle o en el trabajo, otro gallo nos cantaría. Desde luego nadie discutirá que tomar el conocimiento como un bien en sí mismo dota a la persona y a los colectivos de mayor autonomía. Autonomía que les permitirá valorar en su justa medida las contrariedades que surgen. Tanto cada cual, como las sociedades donde se aprecia la sabiduría, son más dífíciles de arrastrar por falsos brillos efímeros. Sin embargo, pensando serenamente podemos advertir que “el tener más”  ha convertido la vida en esta sociedad cada día más en un infierno. Las relaciones laborales, comerciales y otras  parecen ser cada vez menos humanas. Ese mercantilismo se ha metido en casi todas las esferas de la vida. Lo tenemos asumido las personas adultas, y queramos o no, es lo que inculcamos a nuestras criaturas.

Si seguimos filosofando, o pensando despacio para no parecer hortera, cosa que cada vez se  hace menos, quizá descubramos que este mal no se debe exclusivamente al egoísmo. Albricias, quizá la situación sea menos grave y hasta remediable. Si por suerte, quien esto lee viene amansando-incluso de manera gradual- el ritmo frenético que las rutinas actuales le imponen, irá apreciando más ese tiempo que paradójicamente “pierde filosofando”. Tal vez está empezando a “amar el conocimiento” que no le reporta un beneficio contante. Ahora el reto será dilucidar si sigue estando tan seguro de que lo que venía teniendo por “beneficio” lo es tan contante como creía. De alguna manera , a la causa egoismo hemos añadido la causa ritmo en nuestra vida. Aparte de  liberar nuestra mala conciencia, se abren algunas puertas para seguir. Una, la de conocer el propio ritmo y “a sí mismo” como le  sugeriría Sócrates. Otra, el origen, las clases y la posibilidad o coveniencia de cambiar el propio ritmo de vida. de ese ritmo  pareciendo. Una de las causas de este endiablado ritmo que parecen más comunes es la cantidad y velocidad de mensajes con que nos atosigan los actuales medios. Dicha circunstancia, junto a la atracción y posible adicción consiguiente, aparecen   como enemigo importante del “amor a  la sabiduría” y del tiempo y relativo esfuerzo que habría de dedicarle a su disfrute.

Otra acepción de filosofía es “el estudio de la realidad por sus causas”. De ello deviene el método heurístico, incluyendo experimentación y demostración,  que conlleva a actuar con verdades provisionales. Sin embargo, aun se mantienen vestigios dogmáticos de la tradición judeo-cristiana que dan más crédito al “Génesis” que la comúnmente aceptada explicación de Darwin.

Volviendo a la “des-educación”, además del tiempo y esfuerzo, probablemente  el mayor obstáculo para quien ha de aprender sea la poca valoración “mercantil” que de la sabiduría  observa.  Si a ello se le añaden los pocos estímulos familiares, con que mucho alumnado llega a la escuela, así como las deficiencias del propio sistema educativo para compensarlas,abunda poco amor al saber. El aprendizaje se ha convertido en una obligación con frecuencia desagradable, en un “trabajo” que hay que quitarse de encima para pasar a lo que realmente gusta. Así, y más con los actuales recortes,el absentismo y el fracaso escolar son síntomas evidentes de otros tanto o más peligrosos que el citado acoso. El machismo patriarcal, que de manera sibilina sigue siendo el modelo hegemómico religioso, está  también en el origen del retroceso de la “filosfía”, de problemas para  mujeres y para  homosexuales. Se siguen preconizando valores y conceptos contradictorios que causan problemas de asimilación conceptual, estigmatización personal cuando no la segregación la pura segregación. Quiera verlo o no la sociedad, desde la escuela se agranda o mantiene la marginación ideológica y económica de las personas diferentes o de las familias pobres. De alguna manera se sigue penalizando al diferente (homosexual, de familia desesctructurada, inmigrantes,..) quien no es de una familia como la nuestra y con nuestra …¿tradición?

Ese tipo de segregación que se percibe en la comunidad escolar trasciende a más esferas de la vida, a veces con más crudeza, como en el ámbito familiar o laboral. Si embargo cuando trascendemos al campo de lo político, la desaparición o el retroceso de la filosofía, vemos un plan malévolo. Aquí no podemos acudir a problemas del ritmo de la vida que llevamos más allá de carecer de estrategias para descartar la veloz información tendenciosa. Tanto la desaparición, como tal   asignatura de filosofía y otras de las humanidades, así como las científicas buscan un fin: una ciudadanía que piense menos. De esa manera podrán manejar con comodidad a quienes, de manera creciente y vil, se les separan del “amor a la sabiduría.

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