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El Rey defiende los acuerdos Iglesia-Estado y agradece a la Iglesia “el impacto de la actividad caritativa”

“En este inicio del tiempo litúrgico del Adviento, permítanme que les invite a una buena preparación para la llegada de la Navidad”. No son palabras de un prelado. Así terminó su discurso el Rey Felipe VI ante la Plenaria del episcopado. Como si de un Rey católico se tratase. Un nuevo Recaredo, que hasta da consejos espirituales y, además, alaba las relaciones de la Iglesia con la comunidad política y elogia “el impacto de su actividad caritativa y social” en tiempos de crisis.

El Trono de España ha dejado de ser oficialmente católico, pero la Corona y el Altar siguen manteniendo excelentes relaciones. Para escenificarlas públicamente, el Rey Felipe VI, acompañado de la Reina Letizia, acudió a la Casa de la Iglesia de la calle Añastro de Madrid, sede de la Conferencia episcopal. Como hizo hace 15 años el Rey Juan Carlos.

En aquella ocasión, se celebraba el 25 aniversario de la renuncia al derecho de presentación de obispos por parte del Rey. Don Felipe y Doña Letizia visitan a los obispos por un motivo más protocolario: la celebración del 50 aniversario de la Conferencia episcopal.

En su discurso, Felipe VI recuerda los 50 años de la institución, que ha “acompañado la vida del país” de una manera armónica y con unas relaciones basadas en la “la independencia y la sana cooperación”.

Una cooperación que, a su juicio, es “la piedra angular de la libertad religiosa” y que ha dado frutos abundantes tanto para la Iglesia como para la sociedad. El Rey reconoce, en este sentido, “el impacto de su actividad caritativa y social” y agradece “su vocación de servicio y de ayuda a la sociedad española”, que aumentó un 70% con la crisis, para atender a cuatro millones de necesitados.

Una labor que, según el Rey, favorece “la cohesión social”. Quizás por eso, Felipe VI le devuelve el favor a la Iglesia, reconociéndose públicamente como un ferviente católico, que invita, incluso, a “una buena preparación” para la Navidad, uno de los misterios centrales de la fe católica.

También ha defendido el marco creado por los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede, aunque ha recordado que España es aconfesional.

El cardenal Ricardo Blázquez les dio la bienvenida con “respeto y afecto” y resaltó que la “vocación de la institución es de auténtico servicio a la sociedad”. Y ha glosado las ayudas prestadas sobre todo por Cáritas, Manos Unidas o los13.000 misioneros españoles dispersos por todo el mundo. Y saca una conclusión: “La fe cristiana es un beneficio social”.

También recordó el arzobispo de Valladolid que la CEE coincidió “en sus 10 primeros años con el régimen anterior” y aseguró que en aquella época “prestó una colaboración relevante a nuestro pueblo”. Y desde entonces, los obispos se sienten “leales ciudadanos”, que se reconocen “en el marco de la Constitución, que se inspira en la mutua independencia y sana colaboración”

Un protocolo entre amigos

Los Reyes fueron recibidos en Añastro por el presidente de la institución, Ricardo Blázquez, acompañado por el secretario general, José María Gil, ante la ausencia del vicepresidente, el nuevo cardenal Carlos Osoro, que sigue en Roma, para participar en la reunión del Consejo del Sínodo, junto al Papa Francisco.

Tras visitar la bella capilla de la Casa, obra del jesuita esloveno padre Rupnik, los Reyes cumplimentaron a todos y cada uno de los obispos, que salen de la sala de la Plenaria, por riguroso orden de antigüedad en el escalafón, comenzando por el arzobispo de Compostela, monseñor Barrio. Tras el saludo personal, los prelados regresan a la Plenaria, en la que hacen su entrada Sus Majestades, acompañadas del presidente del episcopado, monseñor Blázquez, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Antes de su llegada, una empleada de Añastro explicó el desarrollo del acto y da a los obispos una serie de normas de protocolo. Por ejemplo, que durante el acto, no pueden utilizar sus teléfonos móviles, para hacer fotografías.

De camino al estrado, los Reyes se detuvieron a saludar especialmente al cardenal Estepa, el prelado que les preparó al matrimonio, con el que les une una antigua amistad y que, por estar impedido, no pudo salir a saludarles fuera. En le mesa, acompañaron a Felipe VI y Doña Letizia la vicepresidenta del Gobierno, el presidente del episcopado, el cardenal Cañizares y el Nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini.

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