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¿Ignora la izquierda radical el hecho religioso?

El libro Un silence religieux – La gauche face au djihadisme de Jean Birnbaum (Un silencio religioso -la izquierda frente al yihadismo), del director de Le Monde des livres, es una obra polémica. Como indica su título, se trata de una crítica del silencio de la izquierda, y en particular de su variante radical, sobre el papel de la religión en los conflictos políticos.

Para comenzar, al autor le parece absurdo que el conjunto de la izquierda desde la gubernamental hasta la más radical y extraparlamentaria haya pretendido que el yihadismo “no tiene nada que ver” con el islam. Ciertamente, la izquierda tenía por loable objetivo oponerse a la peligrosa amalgama entre islam y terrorismo; pero, argumenta, se puede combatir esta amalgama, disociar la fe musulmana de su perversión islamista, sin negar la dimensión religiosa de la fe yihadista. Es el trabajo que hacen ilustres pensadores musulmanes, como Mohammed Arkoun, Richard Benzine o Fethi Benslama, o también el islamologo Christian Jamet, discípulo de Henry Corbin, que oponen el islam espiritual de los poetas y de los místicos al de los partidarios fanáticos de la “ley” (charia).

¿Un “no dicho fundador”?

Heredera de Descartes, de la Ilustración y de la República, la izquierda francesa se distinguiría por su desprecio por la religión y su obstinación por negar su realidad propia; a sus ojos, no es más que un síntoma de malestar social, y el resurgir actual de búsqueda espiritual o de fanatismo integrista le es incomprensible. Intentado remontarse a los orígenes de esta actitud, el autor insiste en lo que llama un “no-dicho fundador”: la ceguera de la izquierda anticolonialista francesa sobre la naturaleza fundamentalmente arabo-islámica del FLN argelino.

La argumentación se apoya en los trabajos de historiadoras serias como Monique Gadant y Fanny Colonna, pero uno puede preguntarse si el autor no fuerza un poco el trazo para las necesidades de su demostración. ¿No data de 1965 el giro hacia la arabización y la islamización, como consecuencia del derrocamiento de Ben Bella y la toma del poder por el ejército a través de Boumediene, bastante después de la independencia de Argelia? Ciertamente, se pueden encontrar en los documentos del FLN de los años de la lucha por la independencia tanto referencias al islam como declaraciones de secularismo. Como subraya Birnbaum, el nombre del diario del FLN, El Moudjahid, significa “el combatiente de la fe”; pero Franz Fanon, uno de los principales pensadores “¡seculares!” del FLN, insistía en el hecho de que había, en la época moderna, que traducir este término simplemente como “el combatiente”. En definitiva, hacer del islam del FLN el “no-dicho fundador” de la izquierda sobre la religión es un poco excesivo.

Foucault y la revolución iraní

En contraste con lo que llama el “pesado silencio” de los anticolonialistas franceses sobre el lugar del islam en la guerra de independencia argelina, Jean Birnbaum alaba la inteligencia de Michel Foucault que habría comprendido, observando como “periodista filósofo” el comienzo de la revolución iraní de 1979 que la religión era no una máscara o un velo, sino el verdadero rostro de la revuelta: es la esperanza mesiánica predicada por Jomeini y el deseo de establecer un gobierno islámico quienes habrían provocado el incendio y derrocado el régimen del Sha.

Ciertamente, reconoce el autor, Foucault se equivocó al creer que la mística no se volvería política y que por tanto “no habrá gobierno Jomeini” en Irán. Pero sus reportajes de 1979 tienen, para Birnbaum, la virtud de reconocer la fuerza autónoma, el poder simbólico y político de la religión. Sin embargo, habría que añadir que Foucault no se limitó a tomar en cuenta el papel de la religión en la revolución iraní, sino que quiso hacer de ello un modelo alternativo al, en su opinión fracasado, de las revoluciones sociales modernas.

De Marx al NPA…

Birnbaum compara también el “silencio religioso” de la izquierda con los escritos de Marx, que es equivocado resumir con la fórmula “la religión es el opio del pueblo”. Constata, con razón, que no solo se encuentra esta expresión en muchos otros autores alemanes antes de Marx (Bruno Bauer, Heinrich Heine, Moses Hess), sino que corresponde a una etapa de su itinerario (1844), cuando no era aún “marxista” es decir no había formulado aún el método materialista histórico.

Contrariamente a los filósofos de las Luces, Marx no piensa que la religión sea una conspiración clerical, sino que intenta analizarla como forma de alienación humana, de desposesión del yo en beneficio de poderes pretendidamente autónomos. Pero si es cierto que para Marx en 1844 “la crítica de la religión es la condición de toda crítica”, me parece sin embargo excesivo afirmar, como hace el autor, que “la religión es el gran tema de Marx”, un tema que no habría dejado de obsesionarle toda su vida.

De hecho, Marx escribió muy poco sobre la religión después de 1846 y, en La ideología alemana que escribió entonces, la analiza como una forma entre otras (moral, derecho,etc.) de la ideología. A menos de considerar, como parece sugerir Birnbaum, el fetichismo de la mercancía como una forma de religión capitalista… Es una hipótesis que se puede considerar, pero nos aleja mucho de las religiones en el sentido tradicional del término, tal como son discutidas en el resto del libro (en particular el islam).

Curiosamente, Birnbaum no menciona los trabajos de Engels, en particular su libro sobre La Guerra campesina (1850), que contiene un análisis profundo de la teología revolucionaria de Thomas Münzer, el dirigente anabaptista de los campesinos alemanes insurgentes del siglo XVI. No solo Marx y Engels, sino también varios marxistas, como Rosa Luxemburg o Gramsci, han reconocido el potencial de protesta o utópico de la religión. La teología de la liberación confirma esta suposición, y la izquierda no ha dejado de aliarse con esa corriente cristiana en América Latina. ¿Qué ocurre con el islam?

Chris Harman, un teórico del SWP, la principal organización de extrema izquierda en Gran Bretaña, ha propuesto en su libro Le prophète et le prolétariat (1994) (El profeta y el proletariado) alianzas eventuales con la “utopía pequeñoburguesa” islamista: una pendiente resbaladiza y una compañía peligrosa, estima Birnbaum. Más interesante a sus ojos fue la tentativa del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de defender un discurso de izquierda universalista, en el corazón de poblaciones de origen inmigrante a menudo apegadas a valores religiosos. Olivier Besancenot ha jugado un papel determinante en esta tarea. Pero la decisión de un comité local (Avignon) de presentar como candidata del partido en las elecciones a una joven musulmana con velo provocó una crisis violenta y la salida de numerosos afiliados.

En definitiva, el NPA fue la única organización de la izquierda radical en atreverse a zambullirse en la piscina de la religión pero, estima Birnbaum… se hundió en ella. Se puede no compartir esta conclusión, pero el análisis de Birnbaum merece ser discutido.

Gemelas pero irreconciliables

Tras una comparación (me parece que un poco forzada) entre los yihadistas y los voluntarios de las brigadas internacionales en España, Birnbaum concluye que el socialismo y el islamismo son dos visiones del mundo gemelas pero irreconciliables: el refuerzo de una no puede hacerse más que en detrimento de la otra. Esta hipótesis es difícilmente negable, pero el autor nos propone un argumento más general sobre la relación entre fe religiosa y luchas emancipatorias: si la revolución se ausenta, si las perspectivas de emancipación social retroceden, entonces la religión ocupa el espacio.

Esta fórmula me parece discutible, y no da cuenta de lo que ha ocurrido en América Latina con la teología de la liberación. En esta región del mundo, fue la revolución -en concreto la revolución cubana de 1959-61- quien dio el impulso para el auge, desde 1960 en Brasil y más tarde en el resto del continente, de un “cristianismo de la liberación” que jugó un papel determinante en la revolución sandinista en Nicaragua (1979) y en el combate revolucionario del frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador.

Birnbaum cita la teología de la liberación pero de forma muy sumaria, sin duda porque su interés se dirige sobre todo hacia la izquierda francesa. De hecho, es un ejemplo a gran escala que no confirma su hipótesis de una oposición de principio entre revolución y religión.

En cualquier caso, esta obra incisiva, estimulante y tónica, no dejará de suscitar debates interesantes.

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