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Getafe (Madrid): Una oportunidad perdida por la laicidad

El pasado miércoles día 4 de mayo el pleno del Ayuntamiento de Getafe rechazó una moción presentada por Ahora Getafe y defendida por Javier Alcolea, concejal de esta organización (Javier Alcolea es profesor de filosofía, reconvertido por la política de destrucción de la enseñanza pública de Cospedal en Castilla-La Mancha a programador informático). Los concejales del PSOE, Ciudadanos y el PP votaron en contra, y el concejal de IU-CM se abstuvo.

Para aclarar el debate, señalar una serie de aspectos necesarios:

Primero: no era una moción de Ahora Getafe. Ahora Getafe la llevó al Pleno, pero es una moción tipo de Europa Laica, organización en la que participan muchos militantes socialistas y de Izquierda Unida (¿un poco de coherencia sería posible?).

Segundo: no era una moción contra la iglesia católica ni contra ninguna religión. Cualquiera que se informe un poco (¿es mucho pedir?) sabrá que la laicidad (según el diccionario: Cualidad de la sociedad, el Estado o las instituciones que actúan y funcionan de manera independiente de la influencia de la religión y de la Iglesia) no es una doctrina ni movimiento contra las religiones sino por la separación, no solo neutralidad (que también), entre la iglesia y el Estado.

Tercero: la moción no pretende ofender a nadie ni impedir que nadie vaya a “bajar a la Virgen” el día de la fiesta local, el “jueves de los que reluce más que el sol”. Lo que se propone, sin hacer mención a esa fiesta ni a Getafe, es que las instituciones municipales como tal no deben formar parte de actos religiosos. Ni de la iglesia católica, ni de la protestante, ni participar en ritos musulmanes o judíos. Otra cosa es lo que cada uno quiera hacer con su participación individual, llevado por motivos religiosos o profanos.

Señalado esto, que aunque parecen perogrulladas han sido elementos sacados en el citado debate municipal y en la prensa estos días, hay que decir que la moción, quizás, ha tenido el don de la inoportunidad a la hora de ser presentada. El día antes de la bajada de la Virgen, cuando decenas de miles de personas van de romería, algunos (y algunas) han debido pensar que en vísperas electorales ¡cómo van a dejar de darse el baño de masas, con los efectos que esto puede tener! Y llega el PSOE, partido que en sus filas ha tenido a valientes militantes laicos, masones y defensores de la Ilustración (Para iletrados y desmemoriados, brillante disertación de Luis Gómez Llorente), diciendo que “AG lo que hace es meterse con la iglesia católica, y no con las otras” y propone una enmienda a la totalidad (¡a la totalidad!) en la que sustituye todas las medias por tres propuestas a favor de la libertad religiosa.

No es eso, no es eso

Que diría Ortega. No se trata de limitar la libertad religiosa, la libertad de conciencia en todo caso, sino de separar la religión del Estado. Compartimos lo que señala Luis Gómez Llorente de que “la laicidad es una propiedad, carácter o condición de algo, generalmente aplicable a las instituciones, y por excelencia al Estado. De ahí las expresiones “laicidad del Estado” y “Estado laico”. Dicha propiedad consiste en la neutralidad de la institución con respecto al hecho religioso, a las distintas religiones, confesiones o creencias de la sociedad. También se puede definir en función de su contrario: así puede decirse que el Estado laico o la laicidad del Estado son lo contrario de la confesionalidad del Estado, es decir, del compromiso del Estado con una determinada religión, de la que se declara protector, y cuyas reglas o principios morales asume como inspiración y como límite de las leyes, con lo cual, obviamente se otorga un gran poder de injerencia a la Iglesia sobre el ordenamiento civil que afecta a todos los ciudadanos, sean o no sean creyentes”.

Y se trata de que haya una escuela laica, la escuela de la que decía Rousseau debería ser “un tipo de escuela que respetase la formación libre de la conciencia del niño, no imbuyéndole prematuramente ideologías que no pudiera comprender, ni inculcándole amenazas terroríficas que le indujeran a obrar por el temor, y no por amor a la belleza y por aquello que la sencilla razón indica como más conveniente”. Necesitamos una sociedad laica, donde los símbolos religiosos desaparezcan de los edificios e instituciones públicas, donde sean los fieles de cada religión los que la financien, y donde todas las instituciones religiosas paguen sus impuestos “religiosamente”.

Esto es también un respeto por la independencia de las citadas religiones, que así recuperarán su independencia del Estado. De hecho, en los movimientos laicos participan creyentes que defienden esta separación entre la iglesia y el Estado.

Un Estado no tan laico

Es verdad que se habla de España (el Estado español) como un estado laico y no confesional. Es una verdad a medias, porque la Constitución española habla de que ninguna religión tendrá carácter estatal, pero más tarde señala que “los poderes públicos tendrá en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y las demás confesiones”, además de garantizar que se imparta formación religiosa en todos los centros docentes, lo que se combinó con la firma de los Acuerdos con la Santa Sede, el 3 de enero de 1979, menos de un mes después del referéndum constitucional y en secreto.

Libertad religiosa versus laicidad

Vemos prosperar una corriente, que se expresó en el pasado Pleno municipal, que consiste en identificar laicismo con libertad religiosa. Si no queréis caldo, tres tazas. En vez de clases de formación religiosa católica, ahora que puedan dar su catequesis las otras religiones. Esto con apariencia de democracia acaba siendo todavía peor para la enseñanza y la laicidad. Getafe ha perdido una ocasión de inscribirse como municipio en el movimiento por la laicidad. Esperemos que esto cambie más pronto que tarde.

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