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¿Quién paga por la visita papal?

La visita del Papa Francisco, jerarca de la iglesia católica despierta interés de diversos sectores de la sociedad, algunos a favor y otros en contra. La realidad es que en México se tiene garantizada la libertad de cultos y la de creencias religiosas, por lo que en muy complicado intentar entrar a un análisis objetivo de los alcances que esta visita tendrá en lo que respecta al mundo confesional. El artículo veinticuatro de la constitución garantiza a todos los habitantes de la república el derecho a profesar la religión que desee, a asistir a todo tipo de actos y eventos religiosos que se realicen en espacios habilitados para ello como templos o iglesias y, eventualmente en espacios públicos que cumplan con ciertos requisitos de ley. 

Este artículo también es claro al prohibir la utilización de los actos de profesión de fe religiosa con fines políticos, lo que genera una serie de cuestionamientos respecto a los actos que se celebrarán, con fines político – religiosos derivados de la presencia de Bergolio en México.

Evidentemente que la protección del artículo veinticuatro alcanza a los fieles que de manera libre y en ejercicio de su devoción acuden a estos o cualquier otro tipo de actos religiosos, pero lo que llama a la duda es la posibilidad de determinar de manera clara cuál es el límite entre la visita pastoral –del máximo jerarca de los católicos- con la de la visita de Estado que realiza el Jefe de Estado del Vaticano. 

Si bien es cierto en México existe una evidente mayoría católica, también es cierto que nuestro país ha pasado episodios históricos lamentables y sangrientos, para alcanzar un estado laico después de la herencia católica hispánica. Esta condición se ha plasmado a rango constitucional en el artículo cuarenta, que de manera expresa define que una de las decisiones políticas fundamentales del estado mexicano, es la laicidad, con un fin claro de tratar en igualdad de condiciones a cualquiera persona dentro del territorio de la república sin importar sus creencias religiosas. Sin embargo, en nuestra historia reciente e inclusive en la actualidad, existen diversas localidades en el que la fuerza política de algunas iglesias –preponderantemente la católica- es evidente y que, en ese contexto se aproxima peligrosamente a las decisiones de las autoridades seculares. 

Estados como Jalisco, Guanajuato, Puebla, San Luis Potosí, y otros tantos, son evidentemente cercanos en cuanto a su historia e idiosincrasia a la religión que lidera Francisco, lo que de suyo no es ni cuestionable ni tampoco admirable, sino que responde a la libertad de culto religioso que consagra nuestra carta magna. Pero lo que llama la atención es que para la visita de Francisco, se desplieguen inmensos recursos del estado mexicano, quien no tiene permitido hacerlo dado que es laico. 

El imperativo del artículo ciento treinta constitucional que tajantemente separa al estado de cualquier tipo de iglesia tampoco aparece en estas acciones. ¿En qué partida presupuestal se justificarán los gastos del gobierno federal y de otros gobiernos locales que disponen del erario público para la celebración de actos religiosos a pesar de formar parte de gobiernos que deben de ser laicos? La visita de ningún Jefe de Estado debería implicar en nuestro país que los gastos de sus actividades religiosas seas sufragadas por los contribuyentes en una sociedad cuya economía se encuentra cada vez más precaria y deprimida. ¿Por qué lo hacen los gobiernos? Está prohibido lucrar políticamente con actos religiosos y, sin embargo, parece ingenuo pensar que las grandes concentraciones y apariciones públicas del Papa Francisco serán pagadas por dinero de los fieles católicos o del clero. 

¿Qué esperan los políticos de la visita? Es de la mayor importancia que los gobiernos federal y locales implicados, expliquen claramente y de cara a la sociedad hasta dónde se han involucrado en el financiamiento de las actividades pastorales de Francisco, porque es importante que recuerden que según la religión de Jesús, su reino no es de este mundo. Y por lo tanto, deben dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Diós…aunque algunos políticos se crean Dios…y césares también.

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