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La Iglesia no necesita ayudas

Estuvo muy acertada Raquel Ortiz, coordinadora de Valencia Laica, asociación a la que me honro en pertenecer, cuando en su carta abierta al alcalde de Valencia con motivo, entre otros, de la reunión de jóvenes de Taizé, le pedía, junto con otras interesantes consideraciones, reflexionar sobre la inconveniencia de prestar ayuda a este evento organizado por la Iglesia Católica, dado que ella tiene «sus redes de comunicación y medios, más que suficientes para llevar a cabo los actos que organiza». Todos los privilegios, distinciones, facilidades de transporte y coordinación eran innecesarios así como la asistencia a sus actos del presidente de las Corts Valencianes, entre otras autoridades.

Es difícil de comprender como esta sencilla reflexión no ha calado aún en nuestros gobernantes. La Iglesia Católica no necesita ninguna ayuda para organizar Taizé ni diez Taizés que se plantearan.

¿Alguien puede imaginar que la OTAN, la organización militar más poderosa del mundo, solicitara ayuda al pueblo más pequeño de España, de apenas una docena de habitantes, para organizar unas grandes maniobras? Seguro que a todos nos parecería absurdo. Es verdad que el Ayuntamiento de Valencia no es el más pequeño y pobre de España, pero tampoco la Iglesia Católica es la OTAN. ¡Qué más quisieran la OTAN, o la Unión Europea, o la mismísima ONU que poder compararse a la Iglesia Católica! No hay poder terrenal, es decir, ningún poder, que se pueda comparar al de la Iglesia.

Y no me refiero al poder espiritual que, parece ser, está disminuyendo a medida que aumenta el nivel cultural de los pueblos, sino al poder económico y a su organización. Desde el papa hasta el más humilde de los párrocos, desde las finanzas del Vaticano hasta el cepillo de una pobre parroquia, todo forma parte de un gigantesco poder. Una organización económica mundial, opaca, que no cesa de engrandecerse haciendo ver que así es posible extender sus creencias más ampliamente por todos los rincones de la Tierra.

En ningún momento la doctrina cristiana nos habla de la necesidad de que los gobiernos locales, o cualesquiera otros, ayuden a la Iglesia. Esta ayuda siempre se solicita a nivel particular, a sus fieles, y nunca a un colectivo en el que puede haber, y de hecho lo hay, fieles de otras confesiones religiosas que no les gusta que con sus impuestos se ayude a la competencia. Ni tampoco les gusta a los que no se consideran miembros de esa Iglesia ni de ninguna otra.

Los miembros de la Iglesia Católica llamados cristianos de base y las organizaciones católicas de otros países no comprenden la necesidad de dar este mal ejemplo. Un ejemplo de abuso de poder, de nunca tener bastante, de pedir ayuda pública aunque sea para la más pequeña reparación de una iglesia. Ni comprenden la permanente disposición de los gobernantes de todos a ayudar a unos pocos, a asistir a sus actos como cargos públicos aunque nunca antes lo hayan hecho como ciudadanos de a pie.

En Valencia Laica somos respetuosos con todos aquellos que participan en una religión, la que sea, y también con los que no participan en ninguna, pero defendemos como principio básico que deben separarse siempre la religión y el Estado. No es difícil de entender, pero hace ya muchos años que alguien dijo «dad a Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar» y todo parece indicar que por aquí estas palabras todavía no han tenido el eco suficiente.

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