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“Los musulmanes europeos no desean diluirse sino integrarse”

Entrevista a Nilüfer Göle, socióloga franco-turca

En el momento en que los atentados de enero han relanzado los debates sobre las relaciones entre identidad europea e islam, Nilüfer Göle ha estudiado la realidad cotidiana de los musulmanes en los diferentes países de la UE para comprender verdaderamente qué hace el islam en Europa y viceversa.

Con Musulmans au quotidien, une enquête européenne sur les controverses autour de l’islam (La Découverte, 2015), la socióloga franco-turca Nilüfer Göle traza un esclarecedor panorama general de un islam de Europa que hace aparecer y hablar a unos protagonistas a menudo invisibles e inaudibles aunque mayoritarios, ciudadanos comunes y corrientes de la cultura musulmana.

Practicantes o no practicantes, inmigrantes o convertidos, feministas o imanes, consumidores de alimentos halal (alimentos permitidos por el islam. NT) o defensores del patrimonio islámico europeo, esta galería de retratos ausentes en las polémicas mediáticas sobre el islam, refleja otra historia diferente a la del choque de las civilizaciones europeas y musulmana que enfrenta a las derechas radicales y los yihadistas. La autora la ha confeccionado a partir del resultado de una encuesta realizada durante cuatro años, de 2009 a 2013, en 21 ciudades de diferentes países europeos De Toulouse a Sarajevo pasando por Amsterdam y Birmingham con un equipo de investigadoras e investigadores y personas doctorandas de la École des hautes études en sciences sociales (Escuela de estudios superiores en ciencias sociales).

Tejiendo un tapiz sociológico para que aparezca un motivo político, Nilüer Göle y su equipo constatan que en el mismo momento que en Europa no sabe cómo avanzar, “la esfera pública europea se construye allá donde no se espera, alrededor de los asuntos del islam. El lugar del islam en Europa, sus lugares de culto, su herencia y la presencia actual de musulmanes constituyen temas de debate, temas ’calientes’, con un pesado bagaje histórico de afectos y resentimientos”.

Frente a esto, ¿cómo se puede dejar de pensar en la presencia de musulmanes en Europa como una minoría, que algunos consideran molesta, en lugar de un componente de Europa? ¿Cómo alrededor de las mezquitas europeas, islam de migrantes, islam nacional e islam global discuten su diferente interpretación de la religión? ¿Por qué las mujeres son las figuras centrales de la transformación del islam de Europa?

Un cúmulo de preguntas que solo una socióloga de la vida cotidiana puede esperar resolver, lejos de las broncas televisivas y políticas.

-J. Confavreux y C. Fouteau: ¿Existe una cultura musulmana europea común en los diferentes países de la Unión?

-Nilüfer Göle: Se está creando, especialmente a través de la forma de hacerse visible, que es parecida para los musulmanes de todos los países europeos: alrededor de las mezquitas, del velo, del hecho de comer halal y de todos esos elementos que permiten seguir siendo musulmán viviendo en Europa. Esta cultura es diferente de la cultura musulmana donde el islam es la religión mayoritaria. Durante mucho tiempo, los musulmanes que vivían en Europa estuvieron acomplejados. Cuanto más piadosos eran, más difícil les resultaba ser a la vez musulmán y europeo, y pensaban que para ser un verdadero musulmán era necesario ir a un país mayoritariamente musulmán, a ser posible árabe.

Este complejo se ha atenuado. He encontrado a muchas personas que habían hecho ese viaje a un país de mayoría musulmana y se habían decepcionado. No lo habían soportado porque ciertamente se sentían musulmanes pero también europeos.

Muchos no aceptaban, en particular, algunos aspectos de la ley islámica sobre la desigualdad entre los sexos o los castigos corporales. No poder proyectar la fe en un Estado, él mismo islámico, modifica la forma de vivir esta fe.

El aprendizaje de la religión es también muy diferente. La emigración ha roto las cadenas habituales de aprendizaje de la religión vía el barrio, la mezquita, el imán, la comunidad, la familia… En todos los países europeos hay una floración de nuevos lugares de aprendizaje del islam, bajo la forma de institutos de cultura del islam.

No existe una condición homogénea de los musulmanes europeos, pero el hecho de vivir su fe en un contexto europeo, de estar confrontados a experiencias de vida a la vez seculares y religiosas, crea una cultura específica. Esta interfaz, esta doble pertenencia, este doble trabajo, dan una conciencia mucho más aguda a los musulmanes de Europa, de su fe y de sus prácticas, conciencia que, a su vez, transforma su cultura religiosa y social tanto en el espacio público, en la relación con el otro o en las relaciones entre los sexos.

Todo esto debe construirse y reconstruirse, porque cada vez que un musulmán europeo vive su fe como un elemento personal, al mismo tiempo está confrontado a una percepción pública que es muy diferente de la que sería si viviera en un país de mayoría musulmana y en un estado islámico. Los musulmanes de Europa deben hacer entrar en contacto su propia fe y la percepción pública de ésta, la cual cristaliza las controversias que conocemos sobre el velo, el burka o la construcción de mezquitas…

Estas controversias alrededor del islam en Europa, ¿son convergentes en los diferentes países de Europa, aunque cada espacio nacional tiene una relación y una historia divergente sobre la posición de la religión, el pasado migratorio o la representación de la comunidad nacional?

-Durante mucho tiempo se ha pensado que existía una excepcionalidad francesa sobre la laicidad o una británica sobre el multiculturalismo. Sin embargo, en el nuevo paisaje europeo, incluso en Gran Bretaña y los Países Bajos, a priori más abiertos a la presencia pública de musulmanes en su suelo, se resaltan sus “valores”, su “identidad” a la hora de preocuparse. El giro identitario es general y las controversias circulan a nivel europeo como se ha visto a propósito de la construcción de mezquitas después del referéndum sobre la cuestión de los minaretes en Suiza. Pero algunas controversias son a nivel local, o nacional como la de la circuncisión de los niños en Alemania.

Sin embargo, incluso si las controversias sobre el islam se plantean y se repiten a escala europea, la forma como se enmarcan los temas de debate varían. En Francia gira alrededor de la laicidad. En Alemania, sobre la Leitkultur (“cultura de referencia”). En los países nórdicos, donde los derechos de las minorías sexuales son muy importantes, se pone el acento en ellos, mucho más que en la igualad entre los sexos. En Italia, la cuestión del islam pasa por el prisma de su relación con el catolicismo.

Pero cada país, con sus referencias, plantea la misma cuestión: “¿En qué condiciones pueden ser integrados los musulmanes?” Con todo, efectivamente, la presencia musulmana en Francia o Alemania no tiene la misma historia, porque en una nación es consecuencia de un proceso colonial, al contrario de la otra. Sin embargo, muchos de los interrogantes sobre el papel y la naturaleza de un islam europeo son hoy en día semejantes.

-¿Se notan cortes generacionales importantes entre los musulmanes europeos?

-No he hecho una encuesta cuantitativa, pero existe un efecto generacional. Por ejemplo, los padres insistían mucho sobre el haram, lo prohibido, mientras que las generaciones recientes insisten en el halal, lo que es posible hacer, lo lícito.

Pero esta diferencia generacional se ve también en la actitud frente a la sociedad europea. Las generaciones más antiguas a menudo preferían vivir su fe de forma discreta, retirados, porque no sentían que pertenecieran verdaderamente al país en el que vivían. Las generaciones más jóvenes, que se sienten europeas, piden más integración en la ciudadanía europea y a la vez están mucho más enfrentados a los valores públicos de Europa.

En el libro doy el ejemplo de una mujer musulmana que lleva pañuelo y que se presenta a las elecciones en Dinamarca insistiendo sobre su tolerancia frente a las minorías sexuales. Actualmente a los musulmanes se les pide que den pruebas de que se acomodan a esta cultura europea. Esta generación deseosa de vivir en los países europeos y de tener una presencia en la vida pública, que quiere aproximarse a los demás y no vivir replegada en su comunidad, continuamente es requerida a mostrar que comparte ciertos valores comunes, aunque está impregnada de esos valores comunes.

-¿Existen comunidades musulmanas en los países de Europa que ha estudiado; o bien su cotidianidad como ciudadanos y como creyentes o no creyentes es demasiado heterogénea para constituir un hecho comunitario?

-No es posible identificar a los musulmanes europeos en tanto que comunidades. Los musulmanes europeos son difíciles de ser percibidos en su conjunto porque son ciudadanos corrientes pero que manifiestan también, en razón de su fe, algunas diferencias en la vida pública. Estas diferencias pueden crear errores de percepción porque la mayoría de los musulmanes europeos, la mayor parte de los cuales se dicen italianos o alemanes antes que turcos o marroquíes, no desean diluirse, sino integrarse en un planteamiento de la ciudadanía que no es una asimilación conforme y completa con los valores dominantes sino un acuerdo entre sus dos pertenencias.

Se habla siempre de los musulmanes como de un problema porque se evocan los espacios que plantean problemas: las cárceles, las escuelas, los barrios calificados como guetos… En todos esos lugares, efectivamente, se constatan problemas de marginalización y de delincuencia que es preciso asumir. Sin embargo, desde hace 20 o 30 años se manifiesta en la vida pública por toda Europa una presencia musulmana fuera de estos lugares problemáticos… ¿Qué decimos de esas clases medias ya integradas, que no forman una comunidad homogénea u organizada pero que, sin embargo, viven su fe en un espacio público europeo del que ya forman parte, en la escuela, en las empresas, en los centros de la ciudad? No existe un lenjuaje, un reconocimiento, para hablar de todos esos musulmanes que no están ni en una proyecto comunitarista ni en una lógica de radicalización.

-¿Significa esto que, a pesar del rechazo a veces virulento encarnado por la derecha radical y las polémicas mediáticas recurrentes e histéricas, existe una aceptación global del islam europeo?

-Si se reduce el espacio público a una serie de polémicas mediático-políticas, no se puede ver lo que muestra nuestro estudio. Si nos interesamos por la cotidianidad de los musulmanes corrientes, se constata la capacidad de establecer lazos y hacer sociedad. Por ejemplo, construir una mezquita supone intensas relaciones con el ayuntamiento y el vecindario y también supone integrarse a partir de ahí en la vida diaria… Pero no existe el lenguaje político para hablar de esto y hay un desfase respecto de la experiencia real vivida, porque se retienen sobre todo los carteles de propaganda suiza con minaretes mostrados como fusiles, y no se presta atención a lo que pasa normalmente cuando se construye una mezquita…

-A propósito de esto, ¿qué enseña el ejemplo de la mezquita de Colonia?

-Para mí, una aproximación en términos de nueva cultura pública pasa más por la invención de un nuevas formas estéticas que por nuevas leyes de ordenación de cultos. El ejemplo de Colonia es un ejemplo de creatividad y de innovación que hace lo contrario de la construcción de mezquitas copiadas del país de origen, financiadas por países extranjeros e importadas tal cual a Europa.

Las formas son importantes, por lo menos tanto como lo que pasa por la cabeza de la gente, porque el espacio común incluye también los monumentos, la visibilidad de los símbolos. Construir una mezquita cerca de una catedral, a fortiori en una ciudad en la que la catedral es un símbolo de la ciudad como es el caso de Colonia, permite encaminarse a una sociedad más inclusiva. Obviamente esto desencadena un debate, pero al mismo tiempo permite ver cómo se puede, o no, superar los antagonismos.

Construir esta mezquita en Colonia no es solamente una respuesta a la falta de espacios de oración, porque estos ya existen. Pero esto permite decir: ”Estamos aquí y estamos orgullosos de nuestra presencia en esta ciudad al lado de la catedral”. Autorizar a los musulmanes a construirla al lado de la catedral es una forma de reconocimiento.

Así pues, lo importante es la acomodación recíproca que se hace a partir de una experimentación de formas, con la elección de materiales transparentes y una fachada y una cúpula de vidrio, que van al encuentro de un islam oculto y disimulado, pero también el hecho de dirigirse a un arquitecto alemán conocido por ser especialista en la construcción de iglesias o también por el respecto a las formas estéticas próximas del entorno arquitectónico.

Se puede pensar que si los musulmanes de Colonia hubieran propuesto construir una mezquita con un minarete clásico, sin ningún elemento de modernidad al lado de la catedral, quienes se oponían a esta construcción hubieran ganado la causa. Ciertamente hubo una movilización contra esta mezquita, pero provocó una movilización en contra más importante al considerar que esta mezquita moderna podía inscribirse en el patrimonio de la ciudad.

Se llegó a un compromiso colectivo en el que la forma de la mezquita muestra qué islam europeo se desea crear, y cuya construcción revela la integración previa y necesaria de los musulmanes, porque hay que negociar con el ayuntamiento, tener redes, contactos, dinero… Sin duda, la cuestión de la financiación de las mezquitas y de la formación de imanes es importante, pero la elección de no hacer una mezquita “nostálgica”, idéntica a la que existe en Turquía o Marruecos, y la capacidad de ponerse de acuerdo con los otros habitantes de Colonia es para mí emblemática del futuro de Europa y de los musulmanes en Europa, que pasa por la creatividad y el debate sabiendo lo difícil que es.

La forma de las mezquitas que se construyen hoy en Europa me parece esencial para definir el islam europeo, que no puede pasar solamente por los dogmas. Precisamente es en Europa donde se produce la reflexión más enriquecedora sobre el lugar que pueden ocupar las mujeres en las mezquitas. En las mezquitas tradicionales, entran por las puertas secundarias y son relegadas a espacios subalternos.Inventar formas nos guía para pensar de otra manera, porque el lugar donde nos reunimos para rezar y la forma en que se integra en la ciudad actúan sobre la forma cómo se concibe la religión y su relación con la vida pública.

-¿Existen otros ejemplos de acomodación aparte de la construcción de mezquitas originales?

-Sí, especialmente a través de la convergencia entre la búsqueda del halal, sea para la alimentación o para productos de belleza, y toda la moda de lo bio, de lo orgánico y de la alimentación vegetariana. El islam de Europa concuerda con esas modas de vida moderna y permite no oponer un islam pretendidamente arcaico a los valores europeos necesariamente modernos. Los musulmanes de Europa se enfrentan continuamente a cuestiones normativas religiosas importantes y a experiencias vitales europeas y buscan acomodarse a las dos. Pero existe una capacidad de reflexión sobre su religión y su vida que puede desembocar en prácticas innovadoras.

-¿Que se puede deducir del caso de los tribunales de arbitraje islámico que existen en Gran Bretaña al lado de la justicia tradicional? Y de forma más más general, ¿hasta qué punto de pueden armonizar las normas respectivas del islam y del derecho europeo?

-En Inglaterra, el arzobispo de Canterburyprovocó polémica al explicar que era posible acomodar el valor de la Ilustración y la sharia. Se basaba en que los tribunales de arbitraje hacían parte de ese trabajo puesto que la gente había recurrido a ellos, por ejemplo, para divorciarse, preocupados por estar en regla a la vez con la ley islámica y las leyes del país en que vivían. Vemos como estos tribunales de arbitraje, pensados inicialmente como espacios específicos para los musulmanes, se convierten en espacios de aprendizaje de las leyes británicas y que incluso no musulmanes recurren a ellos porque aparecen como instituciones próximas y rápidas…

Hoy la pregunta es: “¿Cómo el islam que no es una religión intrínseca puede convertirse en una religión de Europa?” O: “¿Qué puede impedir al islam ser una religión de Europa cuando muchos musulmanes viven en el continente?” Mi posición es que para pensar en el islam como una religión de Europa que no se vive exactamente como se vive en los países mayoritariamente musulmanes, hay que experimentar, no regular. Ya existen leyes, más bien hay que explorar formas de desregulación del espacio público. Creo que hoy no basta con decir: “Existe un espacio nacional con valores nacionales definidos desde arriba y si quieres integrarte, hay que plegarse a eso”. Más bien hay que hablar y discutir los valores del espacio público cotidianamente, en el día a día.

Sin duda, la cuestión es saber cómo crear alguna cosa en común y es necesario que juristas, políticos, y filósofos se ocupen de ese tema. Pero si se definen de entrada y en abstractonormas no negociables y sin ningún recorrido posible por parte del islam o de los valores europeos, no se llegará a nada.

Esto no quiere decir que no haya leyes, sino que hay que confrontar las realidades sobre el terreno para definir las normas que implican esas leyes. Se modificaron las normas sobre homosexualidad en función de experiencias de vida singulares y de los debates que esto generó en el espacio público. Por eso es fundamental interesarse por las experiencias de vida de los musulmanes europeos. Debido a que lo común está definiéndose, los yihadistas intentan destruirlo, en Francia o en otros lugares. Quieren horrorizar a Europa y confiscar la vivencia musulmana para impedir la creación de una forma de ser musulmán en Europa.

-¿Es necesario, y en caso afirmativo cómo, definir los contornos de un islam europeo en términos de dogma y de práctica? ¿Existen personas que llevan a cabo este “aggiornamento”?

-Tariq Ramadan es la única figura europea que destaca en este tema, porque ha desacomplejado el sentimiento de los musulmanes dándoles un marco teológico compatible con el hecho de vivir en un país europeo, siendo a la vez europeo y musulmán, con una doble pertenencia. Ha explicado a los musulmanes que vivir en un país europeo no es un impedimento para su fe, en el momento que los musulmanes europeos se han definido poniendo distancia en relación con el país de origen de sus padres. Para mí, la crispación alrededor de esta figura muestra, más que sus ambigüedades, la dificultad de aceptar a los musulmanes europeos en la esfera pública.

Fuente original: Mediapart.fr

Traducción VIENTO SUR

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