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La vida cotidiana bajo el ISIS

Se trata de uno de los estados más extraños que se han creado. El Estado Islámico quiere obligar a la humanidad a creer en su visión de una utopía religiosa y social que existe desde los primeros días del Islam. A las mujeres se las debe tratar como una propiedad personal y se les debe prohibir salir de casa a menos que las acompañe un familiar del género masculino. Las personas a las que se considera paganas, como los yazidíes, pueden ser compradas y vendidas como esclavos. Los castigos como decapitaciones, amputaciones y flagelaciones están a la orden del día. Y todos aquellos que no prometan lealtad al califato declarado por su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, el 29 de junio del año pasado, son considerados enemigos.

El resto del mundo ha podido ver el horror con el que, durante los últimos ocho meses, ISIS, que se denomina a sí mismo como el Estado Islámico, ha impuesto sus reglas en una amplia área en el norte de Irak y el este de Siria, en la que habitan seis millones de personas. Varias atrocidades y actos de destrucción divulgados ampliamente, como matar a un piloto jordano quemándolo, decapitar prisioneros y destruir los restos de antiguas ciudades, son formas deliberadas de demostrar su fuerza y desafío. A pesar de que se trata de un movimiento cuyos principios provienen supuestamente de las normas religiosas del siglo VII, ISIS sigue un enfoque muy moderno y manipulador con el objetivo de dominar las noticias mediante campañas de captación de la atención en las que la violencia despiadada juega un papel central.

Estos no son actos propios de un culto extraño pero atormentado, sino de un estado poderoso y una máquina de guerra. De forma sucesiva y rápida, el año pasado, sus combatientes derrotaron al ejército iraquí, a los peshmerga kurdo-iraquíes, al ejército sirio y a los rebeldes sirios; asediaron durante 134 días la ciudad sirio-kurda de Kobani, y resistieron 700 ataques aéreos de EE.UU. dirigidos a una área urbana pequeña donde estaban concentrados antes de ser forzados a retroceder. Aquellos que se oponen al califato rechazan que este sea un estado real aunque, sorprendentemente, está bien organizado y es capaz de aumentar los impuestos, imponer el reclutamiento y controlar las rentas.

Puede que la mayor parte de las personas se sientan consternadas ante ISIS pero las condiciones dentro de su territorio continúan siendo un misterio que asusta al resto del mundo. Esto no es nada que nos sorprenda, ya que vemos cómo los periodistas locales y extranjeros que informan sobre estas actividades son encarcelados y asesinados con frecuencia. A pesar de estas dificultades, The Independent ha intentado construir una imagen completa de cómo es la vida dentro del Estado Islámico mediante una serie de entrevistas a personas que han vivido recientemente en ciudades árabes suníes como Mosul y Fallujah, que están en manos –o en el caso de Ramadi, la capital de la provincia de Anbar, el 80% está en manos– de ISIS.

Los cristianos, yazidíes, chabaquíes y chiíes perseguidos por ISIS por considerarlos herejes o idólatras huyeron o fueron asesinados el año pasado, por lo que casi todas las personas entrevistadas son árabes suníes que viven en Irak, a excepción de algunos kurdos que aún viven en Mosul.

El objetivo de la investigación es descubrir cómo es vivir en el Estado Islámico, pues hay muchas preguntas que necesitan ser contestadas. ¿Las personas apoyan, se oponen o tienen sentimientos contradictorios en relación al gobierno de ISIS? Si es así, ¿por qué? ¿Cómo es vivir en un lugar en el que a una esposa que aparece en la calle sin el nicab, un pañuelo que le cubre la cabeza y la cara, se le pide que vaya a buscar a su marido, al que se le darán después 40 latigazos? ¿Cómo se comportan los combatientes extranjeros? ¿Cuál es la reacción de la gente local a la demanda de ISIS de que las mujeres que no están casadas se casen con sus combatientes? Y aún más prosaico, ¿qué come, bebe o cocina la gente y cómo obtiene electricidad? Las respuestas a estas y muchas otras preguntas sirven como ejemplos de una brutalidad salvaje, pero también de una imagen de un Estado Islámico que lucha por proporcionar algunos servicios básicos y comida a precios muy bajos.

Un punto que se debe remarcar es que ninguno de los entrevistados, incluso aquellos que lo odian, esperan que ISIS desaparezca en poco tiempo, aunque se esté viendo cada vez más presionado por sus múltiples enemigos. Entre ellos se encuentran los Estados Unidos, Irán, el ejército iraquí, las milicias chiíes, los peshmerga kurdo-iraquíes, los kurdos sirios y el ejército sirio, por nombrar sólo a los protagonistas principales. Las fuerzas antiisis están empezando a conseguir victorias significativas en el campo de batalla y parece que todo está, en gran medida, en contra del Estado Islámico. Durante la pasada semana, en torno a 20.000 milicianos chiíes, 3.000 fuerzas de seguridad iraquíes, 200 comandos del Ministerio de Defensa y 1.000 hombres suníes lucharon por llegar a Tikrit, la ciudad natal de Sadam Huseín.

“Los números son abrumadores”, afirma el general Martin Dempsey, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, asegurando que sólo hay “cientos” de combatientes de ISIS que se enfrentaron a esta fuerza masiva a favor del gobierno, aunque otros informes sugieren que puede que ronden los 1.000.

La caída de Tikrit sería un grave revés para el Estado Islámico, aunque es fácil exagerar su impacto. ISIS afirma que sus victorias parten de una inspiración divina pero que nunca ha sentido que tiene el deber de luchar hasta el final y tener balas para cada uno de sus fuertes. Esto describe su estrategia de llevar a cabo una maniobra fluida como “una serpiente que se mueve entre las rocas”. La mayor eficacia de una fuerza de guerrilla pura se da cuando lanza ataques inesperados usando un cóctel mortal de tácticas eficaces, como terroristas suicidas, artefactos explosivos improvisados y francotiradores. A estos les acompañan grabaciones profesionales de atrocidades divulgadas por Internet y las redes sociales para asustar y desmoralizar a sus enemigos.

Puede que ISIS se esté retirando, puede permitírselo, puesto que el pasado año se apoderó de una área más grande que Gran Bretaña. Su fuerza no es sólo militar o geográfica, sino también política –y este es un punto que surge en muchas de las entrevistas–. El rechazo y miedo que muchos árabes suníes sienten hacia ISIS es igualado y, con frecuencia, superado, por un sentimiento similar hacia las fuerzas del gobierno iraquí. En el centro del problema se encuentra el hecho de que el año pasado, ISIS se apoderó del liderazgo de las comunidades árabes suníes en Irak y Siria mediante sus victorias militares.

Hasta ahora, no ha surgido ninguna alternativa suní a ISIS que sea creíble. Probablemente, los árabes suníes resistirían un asalto del gobierno iraquí, la milicia chií o los pershmerga kurdos a Mosul, como un ataque a sus comunidades como un todo.

“Los kurdos no pueden luchar a favor de Mosul solos porque no son árabes”, afirma Fuad Hussein, jefe del equipo del presidente kurdo Massoud Barzani. “No creo que las milicias chiíes estén dispuestas a luchar allí y, en cualquier caso, la gente local no las aceptaría”.

Si no surge ninguna alternativa a ISIS para que los suníes se alíen, los seis millones o los árabes suníes en Irak pasarán a ser partidarios de ISIS, sin tener en cuenta con quién simpatizan realmente. A largo plazo, ISIS podría acabar con los árabes suníes en Irak, donde suponen el 20% de la población, avivando la hostilidad del otro 80% de los iraquíes, que son chiíes o kurdos.

ISIS declaró el Estado Islámico en las semanas siguientes a la toma de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, el 10 de junio de 2014. Fue en aquel momento cuando los países de todo el mundo comenzaron a darse cuenta de que ISIS constituía una grave amenaza para todos ellos. Una vez reorganizados bajo el mando de Abu Bakr al-Baghdadi en 2010, tras la muerte del anterior líder, ISIS aprovechó el levantamiento sirio de 2011 para expandir sus fuerzas y continuar extendiendo su guerra de guerrillas.

Las protestas suníes contra la creciente represión realizada por el gobierno de Bagdad se convirtieron en una resistencia armada. En la primera mitad de 2014, ISIS derrotó a cinco divisiones iraquíes, una tercera parte del ejército iraquí, para tener el control de la mayor parte de la gran provincia de Anbar. Un hecho crucial fue cuando las fuerzas guiadas por ISIS ocuparon la ciudad de Fallujah, 64 quilómetros al oeste de Bagdad, el 3 de enero de 2014, y el ejército iraquí no consiguió recuperarla. Esta fue la primera vez que ISIS controló un gran centro poblacional y es importante para comprender cómo se comportó y cómo y por qué su comportamiento se volvió cada vez más extremo cuando consolidó su autoridad. Las historias de dos hombres, Abbas (más conocido como Abu Mohammed) y Omar Abu Ali, que provienen de los fuertes militantes suníes de Fallujah y de la ciudad próxima de al-Karmah, explican gráficamente lo que ocurrió durante esos primeros meses cruciales en los que ISIS estuvo en el poder.

Abbas es un granjero suní de 53 años que proviene de Fallujah y recuerda la alegría del día en que ISIS entró por primera vez en la ciudad. “Al principio… estábamos muy contentos y lo llamamos ‘la conquista islámica’. La mayoría de la gente les ofrecía comida y recibía cálidamente a sus líderes”.

ISIS contó a la población de Fallujah que había venido a establecer un estado islámico, lo cual al principio no molestó demasiado. Se estableció una Junta de Autoridad de la Sharia para resolver los problemas locales. Abbas afirma que “todo estaba yendo bien hasta que ISIS ocupó Mosul, pues fue cuando comenzó a poner cada vez más restricciones a nuestra población. En las mezquitas, los imanes locales comenzaron a ser reemplazados por personas de otros estados árabes o de Afganistán. Durante los primeros seis meses del gobierno de ISIS, el movimiento animó a la gente a ir a la mezquita pero, después de tomar Mosul, esto se convirtió en una obligación y quien no lo cumpliera recibiría 40 latigazos”. Un comité de líderes de la comunidad protestó ante ISIS y recibió la siguiente interesante respuesta: “La respuesta fue que, incluso en la época del profeta Mahoma, las leyes no eran tan estrictas al principio y las bebidas alcohólicas estaban permitidas durante los primeros tres años del gobierno islámico”. Sólo después de que el gobierno islámico se estableciese completamente, se hicieron cumplir las normas más estrictas. Así ocurrió en el siglo VII y así ocurriría 1.400 años más tarde en Fallujah.

Abbas, un líder de la comunidad de ideología conservadora que tiene dos hijos y tres hijas y vive en Fallujah dijo que no quería dejar la ciudad porque toda su familia estaba allí, aunque el día a día era cada vez más duro. Desde febrero, “las personas no tienen suficiente agua ni electricidad, la cual obtienen de los generadores porque el suministro público sólo funciona de tres a cinco horas cada dos días”. El precio del gas de cocina se ha disparado a 50 £ el cilindro, por lo que la gente ha empezado a usar madera para cocinar. Y es difícil comunicarse porque ISIS hizo explotar la antena para los teléfonos móviles hace seis meses, pero “algunos civiles han conseguido instalar internet vía satélite”.

Sin embargo, no fueron las duras condiciones de vida, sino dos cuestiones que afectaron a sus hijos las que llevaron a Abbas a dejar Fallujah rápidamente el 2 de enero de este año. La primera razón para huir fue la nueva ley de reclutamiento, por la cual todas las familias tenían que enviar a uno de sus hijos a luchar en las tropas de ISIS. Y Abbas no quería que su hijo Mohamed fuese llamado a alistarse. (Antes las familias podían evitar el reclutamiento si pagaban una multa muy alta pero, a principios de este año, el servicio militar en las zonas tomadas por ISIS pasó a ser obligatorio).

Lo segundo preocupaba a una de la hijas de Abbas, quien afirmó que un día “en el control del bazar, un combatiente extranjero siguió a mi hija, que estaba comprando con su madre, hasta que esta llegó a casa”. El combatiente llamó a la puerta y preguntó si podía hablar con el cabeza de familia, así que yo le di la bienvenida y le pregunté si podía ayudarle en algo, a lo cual él respondió que quería pedir la mano de mi hija. Yo rechacé su propuesta porque, en nuestra tribu, tenemos por costumbre no dar a nuestras hijas en matrimonio a extraños. A él le chocó mucho mi respuesta y, después, intentó acosar a mis hijas varias veces. “En ese momento me di cuenta de que era mejor marcharse”. Abbas está ahora en una zona del Gobierno Regional de Kurdistán con su familia y se lamenta de que ISIS no siguiese con la política moderada y popular original que tenía antes de tomar Mosul, tras lo cual comenzó a imponer reglas que no se mencionaban en la Sharia. Abbas afirma que “necesitamos que ISIS nos libre del gobierno pero eso no significa que lo apoyemos completamente”. Asimismo recuerda cómo ISIS prohibió los cigarrillos y los narguiles porque podían distraer a las personas de la oración, además de prohibir los cortes de pelo de estilo occidental y las camisetas con mensajes en inglés o con imágenes de mujeres. Las mujeres no pueden salir de casa si no están acompañadas por un familiar masculino. Abbas afirma que “todo esto nos chocó mucho e hizo que abandonásemos la ciudad”.

Una visión más cínica es la de Omar Abu Ali, un granjero suní de 45 años de al-Karmah (también conocido como Garma), un lugar que está a 16 quilómetros al noreste de Fallujah. Omar Abu Ali tiene dos hijos y tres hijas y dice que, cuando ISIS tomó su ciudad el año pasado, “mi hijo dio la bienvenida a los rebeldes, pero yo no fui tan optimista”. La llegada de ISIS no mejoró las graves condiciones de vida en al-Kharmah y él no se tomó muy en serio la propaganda de cómo “los soldados de Alá derrotarían al [primer ministro iraquí Nouri al-] el demonio de Maliki”. Además, afirma que, en su ciudad, convencieron a mucha gente, aunque su experiencia le dice que Sadam Hussein, Maliki o ISIS eran igual de malos para la población de al-Kharmah: “Convirtieron nuestra ciudad en un campo de batalla y nosotros éramos los perdedores”.

Al-Kharmah está cerca de la frontera con Bagdad y soporta unas condiciones de semiasedio que no permiten que lleguen suficientes suministros. Un litro de gasolina cuesta 2,70 £ y una bolsa de harina más de 65 £. Omar intentó comprar tanto pan como podía almacenar para que su familia se pudiese alimentar durante una semana o más “porque incluso las panaderías tenían escasez de harina”. Hubo bombardeos constantemente y, en febrero, atacaron la última estación de tratamiento de agua en la ciudad, aunque no está seguro de si lo hizo la artillería o los ataques aéreos estadounidenses: “La ciudad está ahora en una situación horrible porque no hay agua suficiente.”

Omar estuvo cinco meses trabajando para ISIS, aunque no se sabe muy bien en calidad de qué, su principal objetivo era evitar el reclutamiento de sus dos hijos de 14 y 16 años. Los restos de misiles y artillería caían por todas partes en al-Karmah, aunque Omar dice que casi nunca alcanzaban a los combatientes de ISIS, puesto que se ocultaban en casas de civiles o escuelas. “El día que yo me fui, alcanzaron una escuela y mataron a muchos niños”, recuerda.

Asimismo, dice que los ataques aéreos estadounidenses y el ejército de artillería iraquí “junto con los combatientes de ISIS nos fueron matando”. No hay ninguna diferencia entre lo que hacen y la gente a la que mata ISIS”. Omar estuvo intentando huir durante dos meses pero no consiguió dinero suficiente hasta que no vendió sus muebles”. Ahora está fuera de Irbil, la capital kurda, donde sus hijos y sus hijas trabajan en granjas locales, lo cual es “al menos, mejor que quedarse en al-Kharmah”.

Además, afirma que todos ellos, los americanos, el gobierno iraquí e ISIS, han traído desastres y guerras que han sepultado su ciudad natal en los últimos 10 años”: “Son todos ellos los que nos están matando”, afirma. “No tenemos amigos”.

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