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La marcha opositora en Argentina provocó ayer pronunciamientos personales de los obispos durante sus misas de cuaresma.

El Papa Francisco recibió a familiares de víctimas de la AMIA sin hacer mención alguna a la movilización.

El impacto de la masiva Marcha del Silencio, realizada hace cuatro días para homenajear al difunto fiscal especial de la causa AMIA, Natalio Alberto Nisman, profundizó las internas dentro del clero católico sobre el caso. Ayer derivaron en una serie de pronunciamientos personales durante las misas de cuaresma, es decir, en las homilías que ofrecieron distintos obispos en todo el país para abrir la etapa preparatoria de la Pascua de Resurección, que concluirá el jueves santo. El mensaje más notorio lo dijo el arzobispo de Santa Fe y titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) José María Arancedo, pero una intensidad similar fue sostenida por los tres prelados más importantes de Córdoba y el jefe diocesano de Corrientes.

Arancedo opinó que “es imprescindible asegurar la independencia del poder judicial respecto del poder político y la plena vigencia de la división de los poderes republicanos en el seno de la democracia”, según leyó el reelecto titular del episcopado en su función arzobispal, es decir, en el ejercicio de su mando de tropa provincial y no como titular de la representación política de la Iglesia. “Aunque a veces lo perdamos de vista, la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones, cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social”, deslizó “Toté”, como le dicen sus amigos al prelado santafesino de conocida preferencia por el radicalismo.

CÓRDOBA Y CORRIENTES. La mayoría de las diócesis tuvo homilías pero no todas sumaron pronunciamientos políticos en la cuaresma. En Tucumán, el arzobispo Alfredo Zecca no disparó declaraciones altisonantes, pero encabezó un acto interreligioso en homenaje a Nisman. En la provincia de Córdoba, los mensajes fueron por partida triple. En la capital de la Docta, su arzobispo, Carlos Ñañez habló del derecho de reclamar “a los gobernantes con paciencia y con respeto, para hacer crecer las instituciones democráticas de nuestra patria y afianzar el sistema republicano”. En Río Cuarto, segunda ciudad cordobesa en importancia demográfica, el flamante obispo Adolfo Uriona, directamente opinó que la marcha fue “un reclamo al gobierno nacional”, mientras que el obispo de la localidad mediterránea de San Francisco, Sergio Buenanueva, dijo que “ante la gravísima situación que nos ha golpeado en la cara tenemos que animarnos unos a otros a recomponer nuestro compromiso con el bien común, con la buena salud de nuestra república y el saneamiento de nuestras instituciones”. Uriona y Buenanueva encabezan sus diócesis por decisión del Papa Jorge Mario Bergoglio, el mismo que mantiene una estrechísima relación con el influyente arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, porteño de origen como él. El prelado capuchino, ex secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano, alguna vez fue mencionado para encabezar la diócesis de Buenos Aires en remplazo del cura jesuita de Flores. También habló ayer en la misma línea. Consideró que “la muerte dudosa” del fiscal “nos tiene a todos conmocionados, perplejos y sumidos en la incertidumbre” y llamó a “superar las sombras de impunidad que dañan la salud de la democracia”.

SANTA INTERNA. Los pronunciamientos no fueron mayoritarios en la poderosa estructura episcopal, que volverá a reunirse a pleno en marzo, durante la primera reunión plenaria de toda la estructura. Sin embargo, las homilías de ayer ocurrieron un mes después del medido mensaje que difundió la Comisión Ejecutiva de la CEA, presidida por “Toté” Arancedo, poco después de que Nisman fuera hallado muerto de un disparo en la cabeza, dentro del baño de su departamento. El 21 de enero, los representantes del clero transmitieron sus condolencias a la familia, y compartieron “la conmoción, perplejidad e incertidumbre que en estos días afectan a los argentinos”, aunque reafirmaron su “confianza en las instituciones de la República, para superar las sombras de impunidad que dañan la salud de la democracia”.

Desde entonces, el mensaje fue resistido por el sector más conservador del clero, articulado por el obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, que mantiene estrecha interlocución con el arco opositor el gobierno. El 12 de febrero ese malestar interno encontró su expresión en la Comisión Nacional de Justicia y Paz, encabezada en público por Lozano, pero secundada discretamente por Alcides Jorge Casaretto, obispo emérito de San Isidro y dos veces titular de Cáritas. El ente episcopal, que nuclea a una decena de laicos de orientación conservadora, dedicados al activo lobby eclesiástico, apoyó la marcha del 18F, y convocó a participar “en el entendimiento de que se trata de un acto no partidario, de hondo sentido y valor republicano”. Fuentes de la Casa Rosada confiaron que el pronunciamiento de Lozano desató malestar en el gobierno. La CEA se despegó del mensaje, pero no desautorizó a su sector más duro. Ayer, confiaron algunos funcionarios consultados, la interpretación fue diferente, ya que “los mensajes de cuaresma buscaron responder a la catarata de mails de los sectores mas consevadores que, como Lozano, piden ir más allá”, interpretaron las fuentes y destacaron que el mismo día de la marcha “Francisco recibió a los familiares del atentado contra la AMIA y no dijo nada respecto a Nisman, aunque se comprometió a apoyarlos”. Poco antes, el sábado antepasado, Bergoglio había recibido dentro del Vaticano, y en privado, al presidente de la Cámara de Diputados, Julián Dominguez y al embajador argentino ante la Santa Sede, Eduardo Valdés.

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